(1946-2025) Hernán Lara Zavala, los prodigios de la prosa

- José Antonio Lugo - Monday, 24 Mar 2025 07:01 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Nacido en 1946 y fallecido el pasado 15 de marzo, Hernán Lara Zavala es una de las figuras literarias más relevantes de su generación, como cuentista, ensayista y novelista –‘Contra el ángel’, ‘Península, península’, ‘Equipaje de mano’...–, sin olvidar la importancia de su labor como editor y promotor de la literatura (en la UNAM y en el FCE) y como maestro de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Lara Zavala estudió en Cambridge y en East Anglia, fue becario del International Writing Program de Iowa y ha ganado premios como el Latinoamericano de Narrativa Colima y el Nacional de Literatura José Fuentes Mares, el Premio Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska y el Premio Real Academia Española. Con este artículo acerca de su obra le decimos hasta siempre al entrañable autor y amigo.

 

Para enmarcar a Hernán Lara Zavala, escritor convertido en personaje, debemos recordar que su familia proviene de la Península de Yucatán, que se educó en el CUM ‒preparatoria de los hermanos maristas‒ en Ciudad de México, que estudió primero ingeniería y que un día decidió intentar ser escritor.

I. El cuentista

De Zitilchén es un libro de cuentos publicado en 1981 en la “serie del volador” de la editorial Joaquín Mortiz. En el cuento “El padre Chel”, dedicado a Colin White ‒icónico maestro de Letras Inglesas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM‒, vemos cómo este padre es despojado de su sotana por haber embarazado a una mujer y tener amoríos con muchas más, producto de su “generosidad”: “¿Qué creen que importe más para el bien de su pueblo: esos espíritus rígidos, meticulosos y respetuosos de sus tradiciones como el padre García o estos otros activos, laboriosos y generosos como el mío?”

En Cuentos escogidos, antología publicada en Seix Barral en 1997, leemos “Al filo del bosque”, cuento dedicado a Juan García Ponce, maestro de Lara Zavala, junto con Juan José Arreola. Un cuento gótico, casi sobrenatural, inquietante, ubicado en Inglaterra ‒donde Lara Zavala estudió dos maestrías y fue compañero en una de ellas, la de escritura creativa, de Kazuo Ishiguro en East Anglia.

En El guante negro y otros cuentos, en el relato del mismo nombre los lectores adivinamos que los personajes son James Joyce y Nora Barnacle. Él intenta quitarle el guante con el que ella lo toca eróticamente; ella se rehúsa: “No, no quiero tocarte directamente, aunque ya verás que sabré hacerte sentir verdadero hombre, hombre, hombre...” El narrador afirma: “Sin darse cuenta, se adentra en las profundidades de su propio ser con plena conciencia de haber salido en busca de la infelicidad y de haber vuelto dueño de su propio reino.” Tres cuentos, tres botones de muestra.

 

II. El ensayista

En Contra el ángel (Vuelta, 1991); La prisión del amor y otros ensayos narrativos (Taurus, 2014) y Caminos cruzados: Cervantes y Shakespeare a 400 años (UNAM, 2018), los lectores encontramos a un ensayista erudito y preciso. Dice de D. H. Lawrence: “Para muchos, Lawrence es también un gran poeta. En mi opinión, sin embargo, su gran poesía, como la de la mayoría de los novelistas poetas, está en su narrativa y no en sus versos.” “Thomas Mann comparaba a Nietzsche con Hamlet y su melancolía, en tanto lo consideraba un ‘alma rebosante y sobrecargada’. Esa comparación me parece un poco exagerada.” “El tema de Bajo el volcán no es en manera alguna el alcoholismo, como tantos suponen, sino el de la caída del hombre en su relación amorosa. En la visión de Lowry, una vez perdida la fe en el amor, éste se vuelve terrenalmente irrecuperable a pesar de que a nivel consciente no sólo se le busque sino que se le ansíe. Así, los volcanes, el alcohol y la propia ciudad de Cuauhnáhuac se tornan en ese infierno cotidiano en el que habita el Cónsul a partir de que Yvonne lo abandona.”

El ensayista Hernán mucho le debe a su maestro Juan García Ponce, toda vez que ambos ejercen una pedagogía amable con el lector, a partir de crear, primero, el paisaje narrativo del autor del que se ocupan, para desde allí comentar sus trazos y sus pinceladas. Muy al contrario de parte de la crítica actual, donde los reseñistas y algunos ensayistas buscan juzgar, antes de comprender y compartir.

Un ejemplo, sin embargo, en el que Hernán vuela alto sin rendir homenaje a ningún maestro es el brillante libro dedicado a Shakespeare y a Cervantes, con motivo de los cuatrocientos años de la muerte de ambos: “A Don Quijote las novelas de caballería lo transforman pero no lo deforman. De manera semejante, Sancho puede ser rústico, ignorante, elemental, vulgar, y, a veces, pícaro, mentiroso y socarrón. Pero no es tonto. Por eso se dice que a lo largo de la novela Sancho se ‘quijotiza’ y don Quijote se ‘sanchifica’. Uno y otro fueron creados para ser uno mismo.” Y: “La figura de Hamlet representa, emblemáticamente, la incertidumbre frente a la vida, la melancolía y el pesimismo que suele embargarnos a todos de cuando en cuando.”

La lista de los autores de los que habla en sus ensayos abarcan a Austen, Brönte, Joyce, Barth, Fitzgerald, Hemingway, Rulfo, Fuentes, Trevor, Nabokov, Miller, Lowry, Flaubert y un larguísimo etcétera. Todos se entrelazan en el amor a la literatura con que los aborda Lara Zavala.

 

III. El novelista

En 2022 se reeditó Charras, su novela política publicada originalmente en 1990, en la que Hernán se convierte en una combinación de un Capote que investiga y recoge el más mínimo recorte de periódico, con un Hemingway que rellena los huecos de la investigación desde la imaginación, buscando descubrir los entresijos de la historia. El resultado es un thriller que, sin embargo, nos ofrece la mejor aproximación posible a cómo fue el asesinato de este líder, aplastado por el poder, como hemos visto tantas veces a lo largo de nuestra historia.

Península, Península (la ibérica y la de Yucatán) nos relata la cruenta lucha entre campechanos y meridanos entre sí, y entre los criollos y los indígenas mayas. La acción comienza en 1847 y termina en 1857 ‒año de la publicación, en Francia, de Madame Bovary. Tenemos gobernadores, sacerdotes, mujeres indígenas, líderes mayas y un conocimiento profundo de la vida de los habitantes originarios, todo enmarcado en la historia de amor entre el novelista y abogado José Turissa y Lorenza, la mujer que quedó ‒aparentemente‒ viuda. “¿La felicidad? ¿Qué es la felicidad? ¿No es cierto que, como afirma Jonathan Swift, la felicidad no es más que la convicción perpetua de un eterno engaño”, nos dice el narrador. ¿Y qué es el amor sino un engaño gozosamente asumido por ambas partes? “El amor es una selección de hechos imaginarios” (Lawrence Durrell en El cuarteto de Alejandría).

Macho viejo nos cuenta la historia de Ricardo Villafonte, un hombre viejo pero todavía viril, médico, que llega a un pueblo costero para curar a los enfermos y heridos, dejarse amar por las mujeres más jóvenes que de vez en vez lo visitan y hacerse amigo de un pez. Llama la atención el amor de Lara Zavala por los animales, expresado en esta novela en Ciro el pelícano, en la cervatilla Lucero y sobre todo en el pargo Isaías, con quien establece “un raro y mutuo entendimiento”. Cuando muere a manos de un pescador, el médico compra el cadáver y lleva su amigo a lo que será su tumba: “Lo coge por la cabeza, le ata una piedra a la línea donde tenía atorado el anzuelo en la garganta y la deposita en el hueco, luego lo mete de cabeza empujándolo por la cola hasta que el pescado se pierde en la oscuridad de las cavidades rocosas.” Una entrañable amistad. Más allá de este triste episodio, el doctor Ricardo, como una suerte de Maqroll el Gaviero, el gran personaje de Mutis, se deja llevar por la vida desde la mirada lúcida y pesimista de un hombre que ha vivido todo, sabe que nada es para siempre y, sin embargo, sigue conservando la curiosidad de los niños y los enamorados.

En su más reciente novela, El último carnaval, Lara Zavala escribe una obra íntima, personal, recordando su vida en la Colonia del Valle de Ciudad de México. Nos narra que hubo, a mediados de los años sesenta, un festival con carros alegóricos, fiesta que terminó a madrazos, presagiando la matanza de Tlatelolco que vendría años después. Nos cuenta cómo la generación del personaje ‒y la de Hernán‒ se nutrieron en el rock contestatario, y cómo luego éste dio lugar a un rock ñoño y cursi. Nos relata, también, cómo ese personaje que estudió ingeniería decide estudiar Letras en el sistema abierto y un día, siguiendo a sus maestros con nombres ocultos que, sin embargo, traslucen a Arreola y a García Ponce, decide intentar, ¿por qué no?, ser él también un novelista. Y como dijo en el ensayo “Cómo escribo”: “Aspiro a narrar de una manera natural y sencilla ‒que no simple‒ con una voz ligeramente distante, en ocasiones objetiva, en ocasiones con un dejo de ironía, que me permita asumir mis compromisos con aquella parte de la vida que encuentro atractiva de ser convertida en literatura.”

Maestro del cuento, del ensayo y de la novela, es mucho lo que Hernán Lara Zavala le ha dado a la literatura mexicana desde sus libros, a sus discípulos en sus clases y talleres literarios, a los lectores de los libros que ha impulsado y editado, a los escritores de su generación ‒desde la complicidad‒ y a los que venimos debajo ‒desde su generosidad y apoyo.

Como escritor, sus personajes son empáticos y siempre se ponen en el lugar de los demás, sean mujeres, hombres o animales; como persona, ha sido testigo de lealtades y traiciones pero siempre ha sido un buen amigo de sus amigos; como maestro, ha contagiado con el entusiasmo de su amor a la literatura a alumnos, discípulos y lectores.

¡Larga vida a Hernán Lara Zavala! Cerramos con su definición de México: “Ese país de tierras inhóspitas, cielos candentes y paisaje misterioso, en donde han ocurrido mucho más cosas de las que los seres humanos nos hemos atrevido siquiera a imaginar.”

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