El ganso / Sigizmund Krzhizhanovsky

- - Monday, 24 Mar 2025 07:05 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp

 

Los gansos, como todos saben, salvaron a Roma y a la literatura. La pluma fue olvidada, el lapicero aún no nacía. Como ayuda llegó la pluma de ganso, elástica y bien afilada. Al zambullir su nariz blanca en la tinta negra, durante varios siglos, crujió ininterrumpidamente por el bien y el mal del pensamiento humano, transformando las gotas de tinta en palabras.

Había una vez un pobre poeta. No tenía suerte. Le costaba escribir una oda al alto dignatario, no alcanzaban a secarse las líneas de su oda cuando el alto dignatario ya había caído en desgracia. Para componer una canción sobre la llegada de la primavera, trabajaba tan lentamente, con tal escrupulosidad, que la primavera alcanzaba a marchitarse, el verano pasaba de largo y empezaba a nevar. Las revistas y publicaciones cerraban su edición y la obra maestra no llegaba o llegaba tarde.

El pobre poeta sufría hambre. No mendigaba, pero demandaba inspiración de los dioses. Y una vez le llegó. Feliz, agarró la pluma de ganso, la última que le quedaba, y la empujó al tintero. Pero el movimiento de su mano fue tan impetuoso que la pluma, ay, se rompió. La inspiración es breve, como el trueno del relámpago. El poeta se puso a buscar otra pluma.

Justamente en ese momento por la ventana se escuchó un rítmico “crac-crac”. El poeta abrió la puerta: por el zaguán caminaba un ánsar con su gansa. Movían lentamente sus talones flabeliformes, mientras se dirigían al charco más cercano. El poeta, deslizándose por los escalones del zaguán, agarró al ganso por el cuello con la mano izquierda, y con la derecha arrancó ágilmente una pluma larga del ala.

El poeta estaba un poco turbado y miraba para todas partes por si hubiera algún extraño. Apenas balbuceaba:

Es para la poesía. En nombre de la santa poesía.

El ganso, lastimoso, comenzó a graznar y, tan pronto como los dedos sobre su cuello cedieron, se echó andar a toda prisa.

El poeta volvió al papel y al tintero. Pero, oh pena, la pluma estaba áspera y punzante, como un pico. Arañaba y arrancaba el papel, respingando por instinto, al enviado del cielo.

El poeta, ardiendo de impaciencia, se lanzó de nuevo en persecución del ganso. Éste, divisando a su torturador, intentó huir. En auxilio de los manotazos de sus patas llegaron las amplias alas, con las que alguna vez sus antepasados sabían volar. Pero en vez de vuelo resultaban saltos y el poeta enfurecido por la inspiración, alcanzó al ganso. En esta ocasión, antes de arrancar una nueva pluma, recorrió con dedos temblorosos toda el ala del ánsar y sólo entonces escogió y arrancó una pluma blanca y elástica, ni demasiado dura ni demasiado suave. El ganso silenciosa, pero prolongadamente, comenzó a mugir, y la gansa, que corría todo el tiempo alrededor, empujaba una y otra vez al poeta en el tobillo izquierdo.

Pero éste no se daba cuenta de nada. Apretando la pluma contra el pecho, se secaba el sudor de la frente y las lágrimas del arrebatamiento de los ojos, repitiendo:

‒¡Oh, poesía! ¡Oh, poesía divina! Poe... ‒y al instante se metió por la puerta de la casa.

El ganso y la gansa durante mucho tiempo no pudieron tranquilizarse. Luego, recobrándose, ambos se dirigieron al charco. Tras fuertes sufrimientos siempre aumenta el apetito.

Al entrar al charco, la pareja mojó sus luengos picos, amarillos y torpes, como tronchos de col, en busca de sabrosos, grasos y pululantes granos de gusanos líquidos.

El poeta no pudo más que murmurar: la poesía, la poesía. ¿Y qué es la poesía?

‒Oh, ahora lo sé bien ‒respondió el ganso, levantando la cabeza hacia arriba, para que los granos se deslizaran más fácil por el esófago‒, la poesía es... mmm... sí... ajá… cuando tu propia pluma te hace daño.

Y la pareja de gansos se puso de nuevo a comer.

 

1937

Traducción del ruso de Jorge Bustamante García.

 

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