Sigizmund Krzhizhanovsky, un escritor destinado a la inexistencia
- Jorge Bustamante García - Monday, 24 Mar 2025 07:03



A Hermann Bellinghausen, fino conocedor de Sigizmund
Yo fui una inexistencia literaria, que trabajó honestamente para ser”, escribió Sigizmund Krzhizhanovsky, un extraño escritor que en sus sesenta y tres años de vida (1887-1950) nunca vio publicados sus libros. Este hombre dedicado a la “inexistencia literaria” no podía prever, por supuesto, que trabajó a pulso para su posterior presencia literaria a través de internet (uno puede encontrar hoy en Google prácticamente todos sus relatos y cuentos en ruso, de manera gratuita, además de materiales y apuntes biográficos, los seis tomos de su obra que hasta ahora han sido publicados en Rusia).
De origen polaco, aunque nacido en Ucrania, en las cercanías de Kiev, adoptó y se adaptó a Moscú cuando ya rozaba los treinta y cinco años de edad, en 1922. Antes, en la Universidad de Kiev, se había titulado como abogado y litigó durante cinco años, cuando decidió abandonar la práctica jurídica para dedicarse a dar charlas y conferencias sobre la psicología de la creación, o sobre la historia y la teoría del teatro, la literatura y la música, en el Conservatorio de Kiev. Su vida en Moscú transcurrió sin pena ni gloria, enseñó y trabajó en el Teatro de Cámara, en la Academia Estatal de Ciencias Artísticas, se dio a conocer en los círculos teatrales moscovitas, realizaba con frecuencia lecturas públicas de sus relatos y ensayos sobre dramaturgia, y escribió incontables artículos sobre teoría de la literatura y el teatro en periódicos como El Arte Soviético y revistas como Crítica Literaria y Literatura Internacional. Sin embargo, a pesar de que para 1930 ya había escrito la mayor parte de su obra en prosa, nunca pudo publicarla en vida, debido a las más diversas e inverosímiles circunstancias.
Krzhizhanovsky escribió unos 130 relatos en seis volúmenes, cinco novelas cortas, numerosos ensayos y artículos literarios, tres piezas de teatro y una adaptación de El hombre que fue jueves, de Chesterton (que al autor inglés no le gustó), los libretos de tres óperas, una de ellas Evgeni Onieguin con música de Sergéi Prokofiev, escribió el guión para dos películas en las que nunca le dieron crédito y llevó durante años cuadernos de apuntes que atiborró de notas cortas, esbozos, bosquejos, ideas (realizadas y no realizadas), aforismos, pensamientos y observaciones. En sus últimos diez años de vida, aislado, dejó de escribir y para sobrevivir se dedicó a la traducción de poesía y prosa polacas.
Escribir desde la ausencia
En la prosa de Krzhizhanovsky, de voluntaria y fina fantasmagoría filosófica y juego intelectual como trasfondo, se siente el pulso del tiempo y el largo trajinar hacia el eterno enigma de la existencia. Atento lector de filosofía antigua y medieval, del pensamiento de Kant, Leibniz, Spinoza, Schopenhauer y otros filósofos, Krzhizhanovsky aprovecha sus ideas a través de alusiones y reinterpretaciones que lo conducen a una metatextualidad en permanente crítica con el discurso de sus maestros. Sus temas esenciales son la memoria, el juego, la ciudad, el libro, la palabra. Maestro del género corto, sus escritos parecen concentrarse en una totalidad irrompible, se interrelacionan y complementan como conformando un solo texto.
La literatura rusa de la primera mitad del siglo XX está poblada de autores extremos, y Krzhizhanovski –a su manera– fue un extremo entre los extremos. Si muchos escribieron desde dentro, o desde fuera o en medio de la revolución, Krzhizhanovsky lo hizo desde la ausencia, desde la inexistencia literaria, inmerso en el vendaval. Si Román Jakobson ensalzó a Jlébnikov, Brodsky a Mandelstam y Nabókov a Blok y a Jodassievich, de Krzhizhanovsky nadie dijo nada. Si Mandelstam nos legó parte de su poesía a través de la formidable memoria de su mujer Nadezhda, Krzhizhanovsky nos ha llegado lentamente desde su eterno ninguneo y su hondo silencio. Desde 1989, gracias a la paciente y ardua labor de investigación del poeta Vadím Perelmuter, comenzó su desentierro en Rusia, donde ya han publicado casi toda su obra en seis gruesos tomos, y esa revelación se ha extendido ya a otros dominios y otras lenguas. Al menos en francés y en inglés aparecieron hace años sus novelas El club de los asesinos de letras, Recuerdos del futuro y El regreso de Münchhausen. En castellano su debut fue con siete relatos agrupados bajo el título La nieve roja (Siruela, 2009) y El club de los asesinos de letras (Ediciones del Subsuelo, 2012). En México se publicó una versión directa del ruso de El regreso de Münchhausen en Universo de Libros (2021), gracias al entusiasmo del escritor y editor Gerardo de la Cruz, con traducción de Alejandro Reza Rodríguez y revisión de Alfredo Hermosillo.
Krzhizhanovsky murió en Moscú exactamente a mitad del siglo pasado; nadie sabe en dónde está su tumba.