Una casa biblioteca (y viceversa)

- Xavier Guzmán Urbiola - Monday, 24 Mar 2025 06:59 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
El espacio de una biblioteca tiene un carácter especial que, acaso, proviene de la naturaleza de los libros que alberga y de su dueño y lector. Muchos arquitectos han desarrollado proyectos específicos para sus bibliotecas, como Luis Barragán o Pedro Ramírez Vázquez, por mencionar sólo a dos. Este artículo trata sobre la que construyó en su casa el arquitecto francomexicano Bernardo Gómez-Pimienta (Bélgica 1961), también autor de la Biblioteca de Antonio Castro Leal en La Ciudadela (2011-2012), entre otras obras.

 


Por lo general, los arquitectos no leen novelas, ensayo, historia o temas de ciencia. Ellos cultivan su cultura visual. Son ávidos consumidores de revistas que ven, pero no leen. Por supuesto han existido honrosas excepciones. Luis Barragán formó una biblioteca selecta y entrañable; Jesús Barba otra portentosa con las novelas que leyó; Pedro Ramírez Vázquez, una gigantesca que urgiría saber su destino; Carlos Chanfón, una con joyas bibliográficas; Luis Ortiz Macedo, una más que desbordaba hasta el baño de visitas, donde se “exhibían” dibujos de Manuel Tolsá. Todos las presumían orgullosos y, generosos, las ofrecían a sus amigos o estudiantes. A ese selecto grupo pertenece Bernardo Gómez-Pimienta (Bruselas, 1961). Él, por su enorme curiosidad, lee desde niño. Así inició su biblioteca hace cincuenta y siete años.

Gómez-Pimienta es el autor del Hotel Habita (2000), la Estación de Bomberos Ave Fénix levantada en el predio expropiado luego del incendio del bar Lobombo (2006), y la Biblioteca de Antonio Castro Leal en La Ciudadela (2011-2012), entre tantísimas obras más. Es miembro de número de la Academia Mexicana de Arquitectura (2003)
y, como fue educado biculturalmente, su cercanía con Francia lo llevó a ser nombrado Caballero de la Legión de Honor (2007) e integrante de la Academia Francesa de Arquitectos (2018), donde es el único representante de Latinoamérica. Es un viajero incansable a quien, antes de vencer su pasaporte, en una ocasión debieron sustituírselo, pues ya no tenía espacio para recibir sello alguno. Cierto día, en una comida me mostró un diario de viaje con sus bellísimos dibujos en una libreta Moleskine de hojas en zigzag. Debe tener decenas que algún día deberán publicarse.

Él mismo en 2000 compró una casa en Ave María, Coyoacán. Dicho inmueble se encuentra dentro de la Zona Patrimonial de SEDUVI, y de la Zona de Monumentos Históricos del INAH. Aquella residencia, levantada por los arquitectos Óscar F. Roemer y Aaron Swirski en 1967, se hallaba urgida de un nuevo destino. Bernardo decidió levantar ahí su hogar y reconstruir su vida rodeado de lo que más quiere: su familia y sus libros. Su casa se transformó en biblioteca. Entre 2021 y 2022 cambió las instalaciones hidrosanitarias y eléctricas, los baños, la cocina, eliminó arcos, modificó espacios, movió muros para hacerla luminosa y, respetando su ubicación y desarrollo, rehízo la escalera eliminando su pretil, le dio un destino a la azotea, pero “dentro de la casa ¿qué mejor papel tapiz que los libreros?”

Desde niño, Gómez-Pimienta recuerda libros en su casa. Su padre viajaba mucho y se los traía como regalo, después él se los encargaba. Cuando empezó a estudiar arquitectura se suscribió a la revista au. Hasta la fecha la recibe y hoy ocupa más de siete metros lineales de un estante. Su biblioteca cuenta con 14 mil volúmenes. “Bernardo, ¿qué le aporta la lectura a tu trabajo como arquitecto?” “Las Cartas de relación de Hernán Cortés o el intríngulis que llevó al asesinato de León Trotsky no tienen una aplicación directa en el proyecto y la construcción, pero sacian mi curiosidad y enriquecen mi cultura general.”

Sin embargo, faltaba un espacio específico en su nueva casa para darle un domicilio a sus libros. En la colindancia norte de su patio interior pudo adaptarlo. Ahí quedaba una huella de 10 por 4 metros de una construcción anterior, por lo tanto miraría al sur que, no siendo la mejor orientación, combina lo que una biblioteca requiere: silencio, un contenedor a cubierto para su acervo, luz natural para las mesas de trabajo y, por supuesto, para la lectura. Se trata de un espacio con un librero de piso a techo de 7.50 metros de alto, dividido por una losa de concreto que deja en planta baja un estudio de 2.40 libres y, en la planta alta los restantes 4.80, si descontamos la losa. El librero, contra la colindancia, para resistir un considerable peso muerto, se estructura en un muro de concreto y mampostería, muestra las placa de acero de un cuarto de pulgada exentas, las cuales forman los estantes y con viguetas lo dividen a 2.50 con un pasillo volado y traslúcido de cristal doble templado de 9 mm. Esto último le da transparencia y desde abajo cualquier interesado, por el área y tema, puede ver el último de sus estantes y localizar un libro específico. El piso es de recinto negro de losetas perfectamente cortadas y colocadas a hueso. La ventanería es un alarde: se trata de cristales de una hoja con entrantes y salientes para que no se vean las costillas y trabajen como atiesadores, pero además poseen una serie de ventanas caladas sobre el cristal con su marco para darle ventilación y evitar un efecto de invernadero. Así el lugar es fresco y seco. La escalera interior es de pasos cuatrapeados y aprovecha los peraltes para libreros, como hiciera el arquitecto Carlo Scarpa en Castelveccio. La escalera exterior de concreto descansa en el piso y el muro poniente, pero no llega a tocar la losa del ingreso. La finura de ese tipo de detalles, que Gómez-Pimienta cultiva desde joven en sus obras (Felipe Leal ha escrito que es capaz de proyectar “de la taza a la casa”), está presente en la unión de dos o más materiales; para entender sus sistemas constructivos, a veces cambia las geometrías y/o explica cómo se modula un material. El pasamanos del pasillo de la casa de sus libros es una lección de este tema, pues se dobla virtuosamente con continuidad y sin perder su eje.

Sobre la azotea de su biblioteca, Gómez-Pimienta quiso colocar una serie de tambos para cítricos y un huerto húmedo. “¿Qué pasa con las bibliotecas después de que faltan quienes las forman?” “No lo sé. Prefiero concentrarme en mi enorme edificio que está levantándose ahora en Puebla, mismo que contendrá un auditorio definido por columnas inclinadas (2024-2025), y contestarte que la lectura ha enriquecido mi carácter con rasgos de humor, me hace viajar y me ha hecho optimista. Nosotros solucionamos necesidades a personas y en las novelas he aprendido mucho sobre el temperamento de mis clientes.”

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