Bemol sostenido

- Alonso Arreola | @escribajista - Sunday, 30 Mar 2025 11:06 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp

 

La música antigua, tal como la renacentista o la barroca, no está fosilizada ni tampoco en una caja de seguridad bancaria. No es una reliquia que deba ser preservada en el formol sonoro, ni es materia exclusiva de las iglesias o los castillos. Puede ser, por el contrario, un canal vivo y directo entre lo que fuimos y lo que seremos; casi un género de vanguardia, por absurdo que parezca.

Grupos como Ayres Extemporae entienden esto con lucidez admirable. Su trabajo no se alza en la mera ejecución técnica ni en una obsesión por la “autenticidad” (palabra que en manos equivocadas se vuelve dogma). Es, más bien, un ejercicio de escucha y diálogo ante repertorios que, si bien hunden sus raíces en siglos pasados, pueden ser abordados con la conciencia de nuestro tiempo.

Prueba de ello es el arreglo que este grupo hace a Juan Sebastián Bach en su Sonata para viola da gamba y clave en G, abordada desde su propio ángulo y momento. Suenan entonces el chelo de Teresa Madeira, el chelo pícolo de cinco cuerdas de Víctor García y el violín de Xenia Gogu, cambiando la dotación y aproximación originales del genio de Leipzig.

Este enfoque ‒histórico mas no arcaico, informado pero no esclavo‒ es el que han cultivado otros ensambles fundamentales como Hespèrion XXI de Jordi Savall, Les Arts Florissants de William Christie y The English Concert de Trevor Pinnock. Grupos todos que no se limitan a reproducir un sonido, sino que lo resitúan, lo resignifican con intereses contemporáneos.

Así, no se trata sólo de usar un instrumento barroco en vez de uno moderno, o de respetar la “afinación” original (aunque sea parte del juego), sino de asumir que la música, en cualquier época, es una experiencia viva, orgánica, susceptible y moldeable. Y cosa curiosa, es justo el movimiento llamado historicista (impulsado por pioneros como Nikolaus Harnoncourt y Gustav Leonhardt), uno de los que más ha roto la tiranía del romanticismo y su modo de interpretar a clásicos tan clásicos como Vivaldi o Monteverdi.

Digamos que mientras la música de concierto caminaba hacia formas experimentales y modernas, o mientras endurecía una estética repetitiva y estricta, el pasado volvió para intentar su “rescate”. Otro ejemplo es que, por décadas, la música barroca fue escuchada a través del temperamento reciente, cuando no se necesita ser un gran conocedor para identificar crescendos desbordados, dinámicas extremas, tempos dilatados, allí donde no existían semejantes gestos.

La recuperación de tratados, manuscritos y documentos originales permitió desenterrar una música más ágil, con ritmos marcados, colores crudos y relaciones estrechas entre la palabra y el sonido. Sellos como Harmonia Mundi, Alia Vox y Linn Records han sido clave en la difusión de esta visión renovada. En sus catálogos encontramos grabaciones que no sólo buscan la precisión, sino que ofrecen una manera diferente de escuchar al pasado lejano.

Ya lo decíamos: Ayres Extemporae, con una propuesta que oscila entre la minuciosidad y la frescura, es ejemplo brillante de esta tendencia, pues al final lo antiguo no es sino presente madurado, futuro memorioso. Grupos como ése ‒que recién descubrimos leyendo sobre el Festival Internacional de Arte Sacro de la Comunidad de Madrid‒ nos recuerdan que el valor de la interpretación no está en su exactitud arqueológica, sino en su capacidad emocional, aquí y ahora. Escúchelo en su canal de YouTube, lectora, lector. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.

 

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