La otra escena
- Miguel Ángel Quemain | [email protected] - Sunday, 30 Mar 2025 11:00



Baño de uñas es una pieza breve del escritor José Agustín (1944-2024) que la CNT recibe como parte del patrimonio dramático nacional y se la encomienda a la joven directora Valeria Fabbri, que la monta con rigor y belleza, apoyada en un elenco de beneficiarios del Programa de Residencias Artísticas en Grupos Estables del INBAL (excepto Miguel Cooper, que representa al Locutor en TV).
El conjunto lo conforman cuatro actores jóvenes, tal y como lo pide la obra de José Agustín. Son dos parejas de novios al parecer heterosexuales, según el mandato al que obedecen sobre todo los hombres, pues ellas intercambian guiños que no sólo permitirían el intercambio sexual grupal, sino la cercanía entre ellas que no parecen separadas por esos diques del miedo y el pudor que suelen dividir a los masculinos.
Se trata de Lupe (Georgina Arriola Martínez), Gabriel (Medin Villatoro), Óscar (Salvador Carmona) y Hortensia (Estefanía Norato), además de las voces en off de Iván Zambrano y Omar Silva, a quienes Fabbri conduce con suavidad (con todo y los arrebatos fársicos y protagónicos de Norato, que le permiten las ñoñeces del personaje de una Guadalupe timorata y contenida que sabe administrar muy atinadamente Georgina Arriola) y medida devocional hacia esta obra que modela con la sapiencia académica, escolar y artística de quien ofrece una versión del pasado que no puede traicionar.
La fidelidad de Fabbri consiste en montar al “pie de la letra” una obra que no requiere lucirse corrigiéndole la nota a José Agustín, que desplegó ese “maquinazo” de un solo aliento, ajustando cuentas en 1992 con un pasado en el que gran parte de los mexicanos tuvieron de dos nieves: una en la que se convirtieron en zombis de Sahuayo y, en la otra, en guardianes de una lava que tardaría casi treinta años en petrificar a los habitantes del Vesubio tricolor.
El programa de mano indica que la noche del 6 de julio de 1988, en plena efervescencia de la emblemática e histórica “caída del sistema” durante las elecciones presidenciales en México, un grupo de cuatro amigos, con ánimo de fiesta, sexo, alcohol y psicotrópicos, se reúne en la excéntrica casa de Gabriel. Entre risas y rock&roll, Hortensia, Lupe, Óscar y Gabriel intentan seguir los pasos de una extrañísima cadena que promete progreso y prosperidad, a cambio de sumergirse por completo en unas cajas que contienen millones de uñas. Llevando a los personajes a sumergirse en el también emblemático e histórico “mal viaje” de sus vidas, durante uno de los acontecimientos más corruptos de la historia.
En un México de sexualidad diversa no sólo en sus polaridades sino en sus prácticas, los tríos y los intercambios de parejas no son el material inflamable de la historia. El mundo erotizado no es lo medular (aunque muy divertido) de esta historia que coloca esa sexualidad impulsiva, “juvenil”, como música de fondo de una época donde el mundo liberal aparece después de unos tragos o de fumarse unos “churros”. Aquí lo perdurable es el cinismo y el poder esclavizador de un mundo político que nos indignó, que sobrevivió en la memoria colectiva hasta la incomodidad de nuestros días, y que llevó al gran cómico del ’88 que declaró la caída del sistema hasta la conducción de una de las empresas de energía que el gobierno actual “le ha devuelto al pueblo”.
Esta obra es una muestra de la gran vitalidad que acompañó al gran escritor José Agustín en uno de sus momentos más creativos e interesantes. Además de la beligerancia de esos años, en los que publicó su novela visionaria Cerca del fuego (1986) ‒sus detractores decían Agustín no entendía de política‒ al colocar la bandera del PAN en Palacio Nacional. Acto que repetiría Carlos Fuentes en su Cristóbal Nonato. De su Tragicomedia mexicana en tiempos en que José Agustín señaló a Octavio Paz como el Fidel Velázquez de nuestra vida cultural. Hoy ofrecen su última función en Francisco Sosa 159, Coyoacán,