Cinexcusas

- Luis Tovar | @luistovars - Saturday, 05 Apr 2025 22:19 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
De saludable antisensacionalismo

 

A diferencia de muchos otros cineastas, que cuando acceden a dirigir un largometraje de ficción no vuelven jamás al corto con el que comenzaron, mucho menos al documental –si es que alguno hicieron al principio de sus carreras–, el capitalino Alejandro Gerber, director, productor, guionista y editor, egresado con mención honorífica del CCC, ha frecuentado dichos formatos y géneros desde finales del siglo pasado y principios del presente, cuando filmó los cortometrajes Abandonos (1999) y Huéspedes (2001), así como el estupendo mediometraje documental Onces (2002), a los que siguieron Morada (2003) y Peatonal (2004), buenos cortos documental y de ficción respectivamente, y en 2009 debuta en largoficción con Vaho, de buenas facturas como su siguiente largo, titulado Viento aparte (2014). Al año siguiente dirige Luces brillantes (2015), y cuatro años después, aparte de un corto más –Fiebre (2019)–, se encarga de la realización de casi dos decenas de cortometrajes documentales y, hasta 2022, se vuelve guionista regular para series de televisión.

Con ese cuarto de siglo de experiencia, Gerber escribe, produce y dirige el largoficción Arillo de hombre muerto (2024), en muchos rubros su obra más redonda y acabada. Magníficamente protagonizado por Adriana Paz en el papel de Dalia, el filme cuenta, por decirlo así, la otra cara de las desapariciones forzadas en México, es decir, la búsqueda casi necesariamente infructuosa y la espera inevitablemente desesperante que sufren esos deudos no reconocidos como tales cuando un ser querido, sencillamente, un día cualquiera no vuelve a aparecer.

Conductora de un convoy del Sistema de Transporte Colectivo, el Metro capitalino, Dalia no lo expresa y quizá ni siquiera es consciente pero vive bajo la lenta, permanente asfixia de una vida rutinaria, del todo compuesta por obligaciones y responsabilidades –de lo cual los trayectos siempre iguales, controlados y supervisados sin cesar, es una estupenda metáfora–: un trabajo fatigoso y monótono, la educación de un par de hijos adolescentes, una vida marital si no del todo marchita, sí totalmente periclitada.

Si bien trágica, la desaparición de su marido viene a ser el único evento que interrumpe un continuum de otro modo indetenible, que Dalia enfrenta como corresponde, es decir, recurriendo a todo aquello de lo cual disponen al respecto el sistema social y el aparato gubernamental –tan sabidamente insuficiente y generador de resultados nulos vía impericia, indolencia y sobreabundancia– para dar con el paradero de su esposo, haciéndola experimentar una paradoja extraña: su esposo ha desaparecido físicamente pero, en los hechos, si se considera una cotidianidad que absorbe a ambos en sus respectivas labores, ya estaba desaparecido en términos emocionales, de lo cual es prueba que Dalia, como quien busca un poco de oxígeno, hace tiempo que sostiene una relación sentimental paralela y clandestina con un compañero de trabajo –interpretado por Noé Hernández con su conocida solvencia–, y es precisamente su amante quien le brinda un apoyo y una solidaridad que, dado el caos en el que se ha convertido la vida entera de Dalia, no está en condiciones de aceptar a plenitud. Por el contrario, el vuelco de su cotidianidad, que transcurrido el tiempo trastoca las incertidumbres y las dificultades tanto materiales como emocionales en nuevas y antes no imaginadas pero efectivas decisiones, la hace renunciar a ese vínculo; un giro en la trama con el cual Gerber no sólo evita el lugarcomunesco recurso que habría sido emparejar a Dalia y proyectarle, posdiegéticamente, una nueva vida marital, sino que la eleva a la categoría de individua autosuficiente, capaz de tomar sus decisiones y actuar con independencia de quienes la rodean, sin que eso la convierta en nadie salvo en ella misma.

Antisensacionalista y alejado del amarillismo fílmico tan socorrido en estos temas, Arillo de hombre muerto es un filme maduro, bien pensado y bien realizado.

 

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