Tomar la palabra
- Agustín Ramos - Saturday, 05 Apr 2025 22:15



Los compiladores de la antología tecatense …y todos tiramos piedras (1987) tomaron el título del prólogo que reproduzco completo
Porque somos de callejones decidimos tomar la avenida y nos pusimos a tirar piedras; todos tiramos piedras, cada quien, según su tamaño, las aventaba lo más lejos posible; vaciamos las botellas, las arrojamos a las calles, inundamos el pueblo; al final, nos lo llevamos en pedazos a diferentes lugares: diáspora al rojo vivo. A la ciudad la fuimos armando cada quien a su modo: la calle 14 la hicimos Revolución y la Espinoza la mandamos al Cuchumá; el guerrero petrificado quedó despachando en el Palacio Municipal. Tecate es nuestro, en su lugar queda un hueco lleno de palabras
Firma Marco Morales, que participa en el libro con sus poemas más reproducidos en torno a un arquetipo que se pierde, se encuentra, se hace espejo: poemas equiparables a los mejores sobre la figura paterna.
En la poesía de Marco Morales predomina la renuncia al artificio y a las figuras literarias. Sus formas de revelar son directas. Antes que cantar, traspasa apariencias, contradice. Y si la binacionalidad del cerro Cuchumá ‒que comparten los Tecates de ambos lados‒ se materializa en piedras, en el poemario Tijuana Rifa K/Z. ¿Y qué? Y otros poemas (1986) el conocimiento de la ciudad “rasga el pavimento” y el deseo provoca “despilfarro de nostalgia” por un ámbito o un cuerpo al que no se puede volver (“no hay suficiente alcohol/ para olvidarte/ eres eterna/ inventada por el tiempo…”).
“No es que seas Ítaca/ la nuestra/ pero tenemos una Penélope/ que teje y desteje los pasos por tus calles… […] …los marines/ por ejemplo/ ya/ son/ los prietitos/ del arroz”.
Y expresaba más adelante: “No es que los marines/ te descubrieran/ sucede que nosotros buscamos virtudes/ en ti…” Esa ciudad de exilios más imposibles que el regreso, es mucho más que bares, grafitis, modas, vaivén de invasión y reconquista, desfile de ballenas fecundadas y pasos de la gente más real ‒aquella que carece de todo pero carga eternidades de ragtime y jazz y alegría, aquella que resuelve sus hambres en basureros y “no pide nada/ al contrario/ da su eterna sonrisa… rodando por las calles/ dándoles vida/ ocupando el vacío/ que alguien deja libre…” (“Otro tijuanero”, fragmento, tomo II, Baja California. Piedra de serpiente, siglos XVII-XX, 1993, compilación de Luis Cortés Bargalló).
Además de construir sentido a partir de huecos, ausencias y deseo (otra vez, siempre el deseo), la poesía de Marco Morales asume otras formas de pronunciar lo inefable y de reivindicar el silencio y lo aparentemente insignificante. Ejemplifican estos abordajes el cántico a “Padre” y versos del poema “Sin título” publicado en Memorias del encuentro de literatura de las fronteras (1988, compiladas por J. M. Di-Bella): “…una máscara de rudeza/ que esconde no sabemos qué… …olvidamos el significado de la palabra/ y sólo un gruñido bastaba para entender todo/ no se eludían respuestas/ a preguntas a boca de jarro… […] …pantalón parchado balón de cuero/ primera comunión/ hoy es igual que antes/ antes es lo que viene […] trompo canica resortera/ casi mascota en barrio borrado de años/ vivir soy hermano cuñado nada […] hablar/ tratar de rascarnos los huesos/ con palabras rasposas/ hurañas/ filosas/ de tanto no morir….”
Queden fuera sus poemas sobre el tiempo y algunos que ‒siguiendo alusiones clásicas‒ podrían llamarse heroidas (por ejemplo, “Los de Ho” y “Canción para ahuyentar un rostro”, esta última está en Memoria del Primer Encuentro de las Californias (Polkinhorn, Di-Bella y Gómez Montero, 1987).
A Roberto Castillo, Hortensia Chávez, Igor y Dante Morales y Gustavo Mendoza, todas las gracias.