Bemol sostenido

- Alonso Arreola | @escribajista - Sunday, 13 Apr 2025 12:59 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
20 años del Zinco

 

Tal como lo lee en el título, lectora, lector: el Zinco Jazz Club, apostado en el Centro Histórico de Ciudad de México, cumple este mes dos décadas de existencia. Una noticia que motiva a considerar asuntos variopintos.

Creado por Ernesto Zeivy junto con otros restauranteros de las colonias Condesa y Roma, la otrora bóveda del Banco de México situada en la calle de Motolinia no sólo ha sobrevivido, sino que se ha afianzado, innegablemente, pese a tropiezos autoinfligidos o a pandemias inesperadas.

Aprovechando la intimidad subterránea, el Zinco ha tenido sobre su tinglado a los más destacados músicos de México, lo mismo que a visitantes de talla global: Wynton Marsalis, Terence Blanchard, Michael Manring, Nik Bärtsch, Bill Frisell, Jonas Hellborg, Arturo O’Farril e incontables más. También ha impulsado la Zinco Big Band y la Zinco Latin Jazz Orchestra.

En ese recorrido encomiable, empero, también ha sido señalado como un sitio con malas prácticas, especialmente hacia músicos locales, lo que hace tiempo provocó señalamientos puntuales en redes. Nosotros mismos fuimos testigos de algunas grietas, pues a lo largo de los años hemos transitado por allí como clientes, productores o intérpretes. Nada de ello, empero, niega la trascendencia del lugar que hoy vive un aire renovado. Eso pensamos tras nuestras últimas visitas y luego de recibir un mensaje de su programadora actual, Ilse Rodarte, con quien conversamos brevemente.

A los típicos desafíos de cualquier negocio, según
sus palabras, se suma el de vender “la experiencia del jazz en un país en donde, aunque hay tradición en el género, no hay suficiente púbico para sostenerlo”. De allí el arte de crear una programación que genere ingresos, “pero que a la vez apoye a una escena establecida, que fomente la variedad de proyectos, que sea propositiva y que mantenga su nivel internacional”.

Ser jazzista, por naturaleza y como apunta ella, implica un compromiso con la música; sin embargo, también es crítica sobre la escena local: “La veo desorganizada, dividida, poco propositiva y un poco tibia... Aunque también entiendo el reto que implica ser músico en esa escena y que el hecho de tener que generar dinero para vivir impide poder proponer u organizarse.”

“Desafortunadamente el jazz que más vende es el tradicional con voz femenina y los homenajes a los grandes del jazz y soul”, dice luego confirmando nuestras sospechas. Entonces agrega: “Sí hay un público que busca activamente proyectos originales, experimentales, pero es un muy pequeño.”

“Actualmente hay muy pocos proyectos de música original atractivos y propositivos ‒continúa‒.Un gran porcentaje se mantiene en una zona de confort creativa que no resulta atractivo programar.” Luego añade: “Todo el tiempo estamos escuchando lo que llega y lo que nos parece más atractivo, lo programamos.”

Finalmente, Ilse toca un punto medular para su calificación de propuestas: “La capacidad de los proyectos para generar sus propios públicos y poder hacer su propia difusión [...]Desde los clubes vemos una carencia muy significativa en la capacidad que tienen los músicos en promover su trabajo, generar proyectos, venderse a sí mismos, gestionar sus fechas, proponer ideas.”

Según nos dice, esa carencia “no es responsabilidad de ningún club, ni programador, sino de los propios músicos”. Entonces, afirma con lucidez, “allí hay un campo de oportunidad para gestores culturales y manejadores”.

Pensamos que tiene razón. Ya profundizaremos más. Por lo pronto, es momento de ir al Zinco Jazz Club para celebrar. Que vengan muchos años más. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.

 

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