Música y sonido: el esfuerzo del artista / Entrevista con Horacio Franco

- Mario Bravo - Monday, 28 Apr 2025 18:21 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Graduado tanto del Conservatorio Nacional de Música en México como del Conservatorio de Ámsterdam, Horacio Franco ha edificado una tenaz trayectoria musical durante más de cuatro décadas. Internacionalmente es reconocido como uno de los más virtuosos exponentes de la flauta de pico, instrumento en que interpreta obras barrocas, folclóricas, contemporáneas y populares. En esta entrevista deja ver su gran energía y su postura social, incluso política, de su actividad en la música, y afirma: “Si me ponen a tocar en una comunidad, en un reclusorio, en una secundaria o en Bellas Artes, lo hago. No quiero que me paguen un millón de dólares: me interesa trabajar.”

 

Algo que me produciría muchísima infelicidad sería estancarme en las relaciones con personas que quiero, no estudiar o enfermarme gravemente. Soy vanidoso, sí; pero no quiero, por ningún motivo en el mundo, recular en todo lo que he hecho”, expresa Horacio Franco (Ciudad de México, 1963) en charla con La Jornada Semanal. Afuera de su apartamento en la capital mexicana, el sonido de un inesperado aguacero acompaña a las palabras compartidas por el flautista y director de orquesta, como si las gotas cayendo del cielo y la voz se hallaran unidas desde la primera lluvia registrada por hombres y mujeres en la Tierra.

 

Ordenar la vida


‒¿Por qué el ser humano hace música?

‒Por necesidad fisiológica de empatar su mente y su cuerpo con la frecuencia cardiaca, también para ordenar expresivamente, con ese ritmo, las melodías que oye en diferentes sonidos de la naturaleza. En tiempos de los hombres primitivos esos estímulos auditivos no estaban sistematizados pero, con su oído e imitando a la naturaleza, el ser humano fue ordenándolos a partir de la voz, de escuchar el canto de los pájaros y de inventar instrumentos. Se sustrajeron los sonidos de la naturaleza y fueron establecidos en escalas, según cada cultura; por ejemplo, desde un orden pitagórico en el caso de los griegos.

Por mucho que hoy conozcamos las escalas usadas antiguamente en India, China o Japón, no sabemos cómo componían o de qué manera ordenaban sonidos, pues carecían de escritura musical tal como no existió tampoco en griegos, romanos, egipcios, sumerios, incas y mayas. En los sistemas antiguos de música todo era comunicado por tradición oral y eso se lo llevaba el viento cuando se extinguían las civilizaciones.

‒¿Cómo es posible que el ser humano pueda crear a Vivaldi, Mozart o Bach, pero también a Hitler, el racismo y la maldad?

‒Es algo inherente a la humanidad. Nos expresamos con palabras, música y movimientos, así como en clave política o económicamente porque en nuestro cerebro necesitamos ordenar nuestra vida. Esto lo creamos para observar e imitar al universo, escribir nuestras ideas, pensar, leer, ver, actuar, mercar, hacer tequio, ir a la luna, explotar a los demás o matar a quienes crees que no son dignos de vivir, según tu
estupidez.

Una sonata…

‒¿Cuál es su estado emotivo idóneo para crear? ¿Hace mejor arte en la felicidad, habitando la tristeza, sintiendo algún dolor psíquico o próximo a la cólera?

‒En todo. Uno mitifica la vida de un artista como un ser extremadamente sensible, hiperneurótico y abstraído de la realidad, pero depende de cómo quieras vivir. A mis once años, en la secundaria, descubrí la música: escuché una sonata de Mozart, tocada en piano por una compañerita mía. Eso me sometió totalmente. Además, me di cuenta de que tenía talento y fui muy pragmático. Tengo un oído bastante musical y de eso me percaté. Desde que empecé a hablar, comencé a cantar. Mi oído no hubiera funcionado sin haber descubierto mis aptitudes y sin someterlas a
un entrenamiento. Tuve mucha suerte, sí, aunque la encontré con mi esfuerzo sin que nadie pusiera una flauta en mis manos o me inscribieran en una escuela musical. Todo lo hice porque era mucha mi pasión absoluta por lo que oía musicalmente. Ese fue mi gran golpe de suerte en la vida.

 

Ni pasivo ni impávido

 

‒Infiero que usted hace arte no sólo a causa de poseer una sensibilidad extrema, sino porque lo asume casi como respirar: es algo vital.

‒Es una necesidad y es una manera de expresar lo que soy. Me sacas una verdad muy profunda dentro de mi psique: descubrirme como músico y homosexual al mismo tiempo, a los once años de edad, me sirvió muchísimo para nunca tener un complejo sobre ser raro o diferente. Me encantaba la flauta en la secundaria. Fui diferente y nunca me sentí mal por eso. Me haces pensar que tuve la necesidad biológica de expresarme a través de la música, misma que empezó desde mis dos años de vida cuando les cantaba a mis hermanas para que me encendieran o apagaran la luz. Todo lo hacía cantando. Algo traía en
mis genes.

‒En su biografía se nota mucha resistencia, pero usted no sólo da la batalla, sino que crea un sitio propio en el mundo, aquí y ahora. ¿Cuál es su método para habitar la vida?

‒Todo es trabajar, es decir, no quedarse pasivo ni impávido ante cualquier situación por muy adversa que sea: ¡no te quedes cruzado de brazos si no tienes conciertos! Es una cultura del esfuerzo. Al tocar una obra nueva, miro la partitura de inicio a fin y detecto los pasajes difíciles; entonces empiezo a trabajar por allí. Me haces llegar a otra conclusión muy importante: mi objetivo en la vida es que las cosas me cuesten trabajo, no ser comodino, comenzar por lo más difícil. Eso me lo dejó mi mamá: “¿Sacaste 9 en la escuela? ¡Debes ser el mejor!”

“No nos olviden”

 

‒El programa televisivo Siempre en domingo y la mayoría de radiodifusoras lesionaron el gusto musical de varias generaciones en México.
¿Qué pueden hacer la cultura y las artes ante dicho daño?

‒El arte puede hacer mucho, se trata de encontrar un modo de disociar el encausamiento económico de las potencias culturales chatarra, las cuales te venden lo más vulgar, sexualizado, violento y llamativo porque es una industria que deja mucho dinero. Luchar contra eso es como pelear contra Donald Trump o Elon Musk, y sólo podrás hacerlo hasta que te unas como pueblo y gobierno, tal como actualmente lo hace la presidenta Claudia Sheinbaum.

‒¿Qué piensa acerca del abordaje hecho por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador con respecto a la cultura y las artes?

‒Las culturas indígenas habían estado carentes de presupuesto y consideración, pues solamente se usaban como una moneda demagógica para decir “las artes indígenas, ¡qué bonitas!”, entonces, estuvo bien el apoyo que se les brindó, así como el destinado a los maestros textileros de pueblos originarios, sin olvidar el programa Semilleros Creativos; sin embargo, a las Artes (con mayúscula) nos dejaron desprovistas de todo: el Conservatorio se les cayó, lo cual provocó que a la presidenta Sheinbaum le estallara una huelga al iniciar su sexenio. López Obrador tenía razón, la suya, que no es la mía; no obstante, no me opongo a que se les otorgaran apoyos a infancias integrantes de un coro, de una escuela de danza o estudiantes de teatro para presentar un espectáculo oneroso como Tengo un sueño, visto sólo por unas cuantas personas en el Auditorio Nacional. Se lo dije a la presidenta Sheinbaum al dar mi discurso durante el día en que los artistas fuimos a apoyarla: “Me da mucho gusto ver los inmuebles restaurados tras los sismos de 2017, está bien la onerosa infraestructura del proyecto Chapultepec, Naturaleza y Cultura; sin embargo, muchos artistas nos vimos desprovistos y no todo el mundo entendió que no alcanzó presupuesto para nosotros. Debimos ser más pacientes; lamentablemente, la pandemia nos jodió.” El gran reto del gobierno de Claudia Sheinbaum es seguir apoyando a todos los grupos ya mencionados; pero sin olvidarnos a nosotros, pues vivimos de esto. No queremos apapachos ni privilegios, sino trabajo. Si me ponen a tocar en una comunidad, en un reclusorio, en una secundaria o en Bellas Artes, lo hago. No quiero que me paguen un millón de dólares: me interesa trabajar. Me da muchísimo gusto que se realice un gran festejo para las mujeres indígenas del país; solamente no nos olviden.

 

El habla de la partitura

 

Altamente concentrado en esta charla ‒a tal grado de concluir velozmente una imprevista llamada telefónica a pesar de que, al otro lado de la línea, una voz exclama “es urgente”‒, el flautista mexicano reflexiona desde su quehacer como profesor. Al emitir la siguiente crítica dirigida hacia futuros músicos, simultáneamente aflora su riguroso método como intérprete:

‒Hoy por hoy, la mayoría de estudiantes escuchan una y otra versión de una obra hallada en YouTube, Spotify, ITunes o en cualquier plataforma digital. Ninguna casa disquera ni ningún artista poseen la última palabra. Cada versión es única e irrepetible al pertenecer a un intérprete en específico. Actualmente, quienes estudian música al oír una, otra y otra interpretación en internet, hacen una versión que no acaba siendo propia. La gracia musical radica en que desentrañas la partitura a partir de lo que sabes; así, el estudiante debe contar con los elementos para dejar que la partitura diga y pida: ese es el mensaje legado por el compositor. El gran perjuicio que esto causa es la castración de la personalidad a partir de las grabaciones. Permitamos que la partitura nos hable.

 

Colores y vivacidad

 

‒Finalmente, para usted, ¿cuáles son los sonidos distintivos de México?

‒Nuestro país posee una diversidad tremenda de sonidos, aunque predominan los agudos.
Por ejemplo, las voces de las tlayuderas pregonando en Oaxaca: “¿Tlayuda o blanda?”, eso es música en realidad; así como la gama de instrumentos provenientes de la época prehispánica; pienso en las flautas de los voladores de Papantla. Asimismo, en México se cuenta con grandes tenores y eso se debe al registro que poseen: una voz de hombre muy particular y con muchos armónicos. También mencionaría los agudos de las aves: los zanates de Acapulco con sonidos muy coloridos. Todo esto me remite al colorido brillante, no estridente y bastante vivaz en las pinturas del maestro oaxaqueño Rodolfo Morales. Los sonidos mexicanos son muy agudos, coloridos y vivaces, desde las percusiones hasta las flautas prehispánicas, sin olvidar al caracol mismo que, aunque suene más grave y penetrante, es un instrumento con una tesitura bastante aguda.

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