Elogio de máscaras inmemoriales

- Alejandro García Abreu - Saturday, 03 May 2025 23:51 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Aquí se habla del trabajo de Jean Starobinski (Ginebra, 1920-Morges, 2019) –historiador de las ideas, filósofo y psiquiatra suizo– y su 'Interrogatorio de la máscara', libro que versa sobre su representación en múltiples culturas a nivel global y la obsesión que desarrolló por esa forma de arte.

 

Poderes de la máscara

“La máscara, de origen inmemorial, fue para los seres humanos un sustituto, un vehículo de poder o, para aquellos que no poseían su control, un temible antagonista. Modelada por la mano humana, está compuesta de materiales muy diversos y de todas las procedencias: arcilla, madera, hierba u hojas, cuero, metales, conchas, en ocasiones cristal o espejos…”, narra Jean Starobinski (Ginebra, 1920-Morges, 2019) –historiador de las ideas, filósofo y psiquiatra suizo– en Interrogatorio de la máscara (traducción de Javier Guerrero Gimeno, frontispicio de Miquel Barceló, Alpha Decay, 2024). La máscara, con su representación en múltiples culturas a nivel global –aunque la especialización de Starobinski sea el mundo grecolatino– resulta “una de las manifestaciones reveladoras de la condición humana.” Posee diversas cualidades: protege y, de diversas maneras, sustituye a la cara. Es un rostro resguardado, invisible, divergente. Para Starobinski la máscara tiene un poder doble, ya que en ella simpatizan los medios “de simulación y de disimulo, vida y muerte, pasado ancestral y presencia en el surgimiento.”

El editor francés de Jean Starobinski afirma que el texto “Interrogatorio de la máscara” –que da título al libro– permaneció inédito desde su publicación en 1946 y revivió gracias a la amistad con Dominique Cordellier y con Françoise Viatte. Colaboraban en la curaduría de la exposición Masques, mascarades, mascarons (Máscaras, mascaradas, mascarones), muestra celebrada en el Louvre del 19 de junio al 22 de septiembre de 2014. Starobinski había firmado la introducción del catálogo, titulada “Los poderes de la máscara.” Se trata del texto que inaugura el libro. Starobinski revisó reveladora y pródigamente el “Interrogatorio de la máscara” y deseó incluir en el volumen un tercer texto, titulado “El disimulo trágico”, que apareció en una revista en 1992.

 

La ventaja de las máscaras en la vida

El comienzo de la ventaja de las máscaras en la vida, según el propio Starobinski, se remite a su infancia. Su madre le obsequió Le Cabinet des Fées, una recopilación de cuentos de hadas, cuando contaba con once o doce años. La colección, con sus estabilidades, estaba completa. Contaba con cuarenta y un libros, cada uno de ellos con tres grabados. “Estas obras –dice Starobinski– habían aparecido en Ámsterdam a finales del siglo XVIII y habían conocido una gran difusión a
través de Europa. La impresión que me generó la lectura de esta suma feérica fue determinante para mi primer despertar literario. Había allí una suerte de aprendizaje complementario, casi una iniciación, en el margen del saber preciso y limitado que se enseñaba en la escuela, y muy alejado de los territorios premodernos, cartografiados por Jules Verne, y marcados ya por las producciones de la sociedad industrial.”

La compilación iniciaba con los Cuentos de Perrault, seguidos por los de Marie-Catherine d’Aulnoy y de algunos otros escritores del mismo perfil. “Venía después la prosa luminosa del Telémaco de Fénelon, compuesto para la educación de un príncipe. Lo importante era que la colección continuaba con Las mil y una noches en traducción de Antoine Galland, que ocupaba numerosos volúmenes. Los grabados eran delicados y adecuadamente galantes. La acción se desarrollaba en un Oriente imaginario, poblado de genios que se negaban a permanecer encerrados en las lámparas o de poderes hostiles que querían relegarlos.” Todo concluía con la serie de un “primer romanticismo europeo” con la traducción de Don Sylvio von Rosalva de Wieland. Para el autor fue una introducción en la esfera de la invención y de la máscara. Narra: “Sobre el escritorio de mi padre apareció un día la segunda entrega de la revista Minotaure, obsequio del africanista Marcel Griaule. Ese hermoso volumen, publicado en París por Albert Skira, estaba consagrado por completo a los trabajos de la reciente expedición Dakar-Yibuti realizada por los etnólogos del Musée de l’Homme. La ilustración, esta vez, se ofrecía con la objetividad irrefutable de la fotografía.

 

 

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