Cinexcusas

- Luis Tovar | @luistovars - Sunday, 18 May 2025 09:31 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Las cifras y los hechos o el eterno deyavú (II y última)

 

Hace por lo menos tres lustros, cada año sucede lo mismo: aun con todos los peros y pormenores que se quiera –de los que algo se dirá líneas abajo–, la producción fílmica nacional sigue adelante, no pocas ocasiones rebasando la cifra anual inmediata anterior, o bien quedándose a muy poco de alcanzarla. Mientras tanto, con la exhibición sucede invariablemente una de dos: se estanca o disminuye y, en este último caso, de manera dramática como lo pone de manifiesto lo sucedido en 2024, cuando pasó de ocupar doce a cuatro por ciento de las poco más de ocho mil pantallas de cine que hay en México.

Quien haya entretenido sus ocios leyendo alguna vez esta columna sabe que, a lo largo del mencionado último lustro, no es la primera vez –ni será la última– que aquí se aborda el asunto, y desde el principio se ha dicho algo que desafortunadamente se impone repetir: el muy acusado divorcio entre producción y exhibición de cine nacional tiene mucho menos que ver con su calidad, tanto técnica como formal y temática, que con vicios y distorsiones estructurales del fenómeno cinematográfico visto en su conjunto, a estas alturas tan añejos que a Todomundo le parecen absolutamente naturales y, en consecuencia, inalterables.

No sin motivos, es a los exhibidores a quienes se suele ver como “los malos de la película”; son legendarias sus chapucerías para minimizar o menoscabar la presencia, o de plano ignorar un cine, el mexicano, que bien saben incapaz de reportarle las enormes ganancias económicas que sí les da cualquier churro gringo estándar; legendario también es el hecho de que, si una película nativa está hecha siguiendo al pie de la letra el librito del convencionalismo fílmico anejo a los mencionados churros estándar, entonces sí habrá de ser exhibido cuando menos decentemente. Así ha sido, así es y así será, y está más que comprobado que no hay ni habrá ley capaz de alterar el estado de las cosas.

Precisamente por eso, a estas alturas ya debería ser claro que la responsabilidad no le pertenece únicamente a los exhibidores malos, sino también a la producción nacional en su conjunto, por un lado, y a las autoridades del rubro por otro, que un año sí y otro también, es como si siguieran esperando la caridad de aquéllos, o que los garbanzos de a libra nacionales se multipliquen milagrosamente… mientras siguen produciendo y produciendo un cine que nadie ve, del cual por consiguiente nadie hablará y del que ni siquiera se sabe que existe, salvo por el anuncio –de todos modos no muy atendido, verbigracia el Anuario Estadístico del IMCINE o las cifras anuales de la Cámara Nacional de la Industria Cinematográfica– de que la producción fílmica continúa.

Es aquí donde la mayor carga de culpa cambia de lugar. Véase de este modo: si quieres entrar a un lugar y, por más que tocas y tocas a la puerta, no sólo no te abren sino que, mientras te miran desde adentro, te dan atole con el dedo haciéndote creer que cualquier día de éstos siempre sí te van a dejar entrar, ¿de quién es la culpa, del dueño de la casa o tuya? No ha faltado, ni faltará, quien insista en que el dueño de la casa tiene que abrir, y si no quiere hay que obligarlo, ya sea con una nueva ley o –uroboro ciego– produciendo más películas más parecidas a lo que sí se exhibe. Tampoco falta, ni habrá de faltar, el iluso que vea en el streaming la tablita salvadora que sacará de sus latas al cine mexicano jamás exhibido, como si Netflix, Prime y similares no compartieran los mismos criterios mercantiles que sus pares físicos de exhibición.

Se ha dicho aquí antes y, ni modo, se dirá de nuevo: puesto que, siendo sensatos, no cabe esperar resultados diferentes de conductas repetidas, ¿por qué no cambiar radicalmente de actitud? Frenar un año el apoyo estatal a la producción y utilizar esos dineros en la creación de una red exhibidora y en una buena estrategia de difusión y en hacerla económicamente más accesible que las grandes cadenas, sería un buen comienzo.

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