Cuerpo, vida y actuación

- Mario Bravo - Sunday, 25 May 2025 07:18 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
“Alguna vez, dos compañeros me dijeron: ‘No te claves, Damián, ¡sólo es una chamba!’ Y respondí: ‘¡Para mí no es una chamba, sino una manera de vivir, estar, dar y entender!’”, enfatiza Damián Alcázar (Jiquilpan, 1953) con respecto a su quehacer como actor. Discípulo del panameño Iván García, de los mexicanos Raúl Zermeño y Luis de Tavira, así como del polaco Ludwik Margules, galardonado tanto en nuestro país como en el extranjero y reconocido como uno de los máximos exponentes contemporáneos del arte histriónico, Damián Alcázar habla de su trayectoria profesional y del oficio que es su pasión.

 

Teatro y fisuras

¿Cuáles son sus heridas infantiles y de la adolescencia que, quizás, el arte ha limpiado y curado?

Un entorno familiar de abandono y violencia causado por un padre rotativo, muy macho y mujeriego, sin calidez para sus hijos. Mi madre fue una mujer abnegada, honesta y trabajadora; pero golpeada y abusada. Todo eso genera circunstancias que te cifran en el futuro. Sané esas heridas dentro de mi sensibilidad, la imaginación y el trabajo primario como actor, el cual te enseña a encontrar, disfrutar y ejercer tanto la voluntad como la sensibilidad; también la actuación me enseñó a ubicarme, a deleitarme con los alimentos que ingiero, a estimar mi persona y, como en un espejo, a valorar a los demás.

El teatro me ayudó a construir una fortaleza que no tenía como persona. Así he curado muchísimas de mis heridas; y lo sigo haciendo, aunque ya no les llamo heridas sino fisuras. En una entrevista me preguntaron si yo era un hombre feliz. Y ahí me di cuenta de algo: comencé a serlo cuando supe que sería papá. A mi hijo solamente le enseño mi trabajo y la disciplina vertida en lo que hago porque él es otra persona.

 

Entrenamiento actoral

Uno de sus maestros, Ludwik Margules, decía: “¡Un gramo de emoción humana con un centímetro de espacio! ¡Eso es el teatro!”

Ese polaco maravilloso era un sabio del teatro. Dicha definición es un asunto que aprendes en el entrenamiento actoral, el cual está vinculado a tus emociones, las sensaciones y la capacidad tuya para imaginar, fantasear y manejar cosas desconocidas, íntimas, privadas y oscuras de ti mismo. Todo eso lo descubres mientras te das cuenta de tu cuerpo: cómo obedece perfectamente la orden que das si estiras la espina dorsal, si levantas los brazos, qué sientes en los hombros… ¡Habitas el cuerpo en el espacio! Y, cuando llegas al teatro, haces lo mismo. Te percatas así de que ese espacio ocupado por ti, también lo están ocupando el resto de actores y el público. En el teatro entras a un espacio y, con las emociones y la imaginación, haces que todo mundo crea que estás dentro de una mina en donde pronto habrá un derrumbe. Sí: un espacio y una emoción hacen posible al teatro.

 

Ficción y realidad

El espectador mira al actor solamente en el escenario; pero existe un boxeo de sombra previo a la actuación. ¿Cómo lleva a cabo el proceso de creación de sus personajes?

Todo tiene que ver con ese boxeo de sombra: cualquier campeón olímpico o mundial tiene la vida entera preparándose, cuidándose, nutriéndose y conociéndose para llegar a su mejor versión. ¿Por qué los actores no? Eso tendríamos que hacer. Al abordar a un personaje retomo el entorno social, agoto los temas que trabajaré y leo ensayos, miro documentales y así entiendo cada vez más al tipo de personaje que interpretaré. El actor tiene dos minas maravillosas: la ficción que te da el libreto o el guión, y la realidad que debes saberla, entenderla, vivirla, comprenderla y estar, diariamente, en ella. En esos dos campos estructuras a tu personaje y lo vas encontrando. Después de ese trabajo teórico, empieza el práctico: el personaje dice esto; pero… ¿y yo cómo lo diré? Haces acopio de todas las posibilidades una vez que hiciste el trabajo teórico y de análisis. He encontrado eso dando clase y en cada uno de mis trabajos. No repito absolutamente nada: ni emoción, ni gesto, ni intención, ni volumen. Siempre es diferente y nunca repites algo. Entonces, cuando la cámara se pone, también la interpretación
es nueva.

 

Un colibrí en tu pecho

Alguna vez, al hablar sobre la actriz Margarita Sanz, Margules dijo: “Me fascina alguien que mete toda su maldita vida a la tarea actoral.” A sus setenta y dos años de vida, ¿es capaz de situar un dique entre su faceta de actor y el hombre que usted es, o el histrión ya se instaló en todas las habitaciones de Damián Alcázar?

Tu ser humano, tu colibrí que está aquí [se toca el pecho con la mano izquierda] siempre se halla vivo; entonces, eres capaz de disfrutar cuando los demás te saludan y no saben que eres actor. En esos momentos soy una persona más comiendo un asqueroso sashimi de pollo en Japón o alguien que degusta un platillo espectacular en ese mismo país. Ese Damián no está actuando. Margules hablaba solamente de Margarita porque no todos los actores proceden como ella; seguramente, Meryl Streep no hace uso de toda su persona ni de toda su problemática biográfica para hacer sus personajes. El personaje no tiene nada que ver conmigo porque, de lo contrario, se parecería a mí. Nunca debo aparecer en él.

 

Boxeo de sombra

Otras expresiones artísticas distintas a la actuación, ¿cómo alimentan su oficio?

A veces tengo etapas de abandono y no leo, sino que miro Netflix o cosas de donde obtengo algo interesante sobre actuación o dirección y me doy cuenta de qué hicieron con la cámara; pero cuando leo cualquier cosa saco conclusiones para mi trabajo. Por ejemplo, ahora mismo entre mis libros miro El poder del ahora, de Eckhart Tolle: no pienso ni en el ayer ni en el mañana, sino en el ahora. Veo mi mano sobre la mesa, platico con un periodista, hablo de lo que me gusta, siento que estoy en mi sofá y ya me duele la nalga. El actor no puede pensar en otra cosa porque está dándole vida a un personaje en ciertas circunstancias, momentos y problemáticas frente, y en interrelación, con otros personajes. Así, a una frase como la que dije sobre El poder del ahora le encuentras su vínculo con la actuación. Te repites actoralmente si no te nutres de más fuentes. Sería muy fácil aprenderme de memoria unas frases y emocionarme o sacar la locura personal y ya; pero ese no es el personaje, sino que se trata del actor empujando desde su personalidad y desde lo poco que trabajó para hacer que el personaje se emocione. La gente está acostumbrada a ver cualquier cosa; sin embargo, cuando haces un trabajo creativo y verdadero, allí se mira el producto de las horas de boxeo de sombra.

 

Presupuesto cultural

El país necesitaba cambios. El dinero que antes sólo era para unos cuantos cineastas famosos, ahora también se dirige a grupos étnicos con necesidad y derecho de hacer sus historias. La cultura siempre ha estado necesitada de dinero. Nunca tenemos el presupuesto suficiente como sí ocurre en países del primer mundo”, expresa Alcázar al reflexionar sobre el vínculo entre la denominada 4T y la comunidad artística. Y continúa:

La cultura no la hacemos solamente quienes se supone que hacemos cultura; la cultura también es Calakmul, Chichén Itzá, los pueblos, la gastronomía, las costumbres, la artesanía…

 

Una visión muy lopezobradorista…

Sí, él como presidente lo expuso, pero no es así porque lo haya dicho él, sino que realmente la cultura es eso –explica el actor e inicia una disertación sobre el presupuesto asignado al cine mexicano durante los gobiernos federales de Morena–. Existía un fideicomiso para hacer tal cosa, vinieron los cambios y el dinero no podía quedarse allí, pero como no hay una difusión de por qué se retiró ni a dónde se destinó tal presupuesto, entonces, todos los que estaban al pendiente dijeron: “¡Lo quitaron! ¡Ya no hay dinero!” Paradójicamente, en el sexenio de Andrés Manuel López Obrador fue cuando más películas se hicieron. El problema es que no tenemos en dónde mirarlas: ¡a los dueños de cines les importa un bledo! Existe toda una generación que no conoce cine mexicano, y cuando asiste a ver alguna cinta nacional se lleva un chasco porque no es la mejor, pues se trata de una comedia simplona y comercial.

 

Sin apoyo de Imcine

En la filmación y en el estreno de ¡Que viva México!, en la que usted actuó y que fue exhibida en salas de cine al transcurrir la parte final del sexenio lopezobradorista, ¿qué diferencias notó con respecto a otras cintas de Luis Estrada realizadas durante gobiernos panistas y priistas?

Fue distinto. Desde el principio le dije a Luis Estrada: “Esto me parece reaccionario.” Y él reviró: “No, señor Alcázar, ¡cómo cree!” Fuimos a comer y me convenció porque es un gran creador y director. La película se hizo con muchas dificultades, pues no entró el Imcine; inclusive, la directora de esa institución le dijo: “El filme no cuenta con la calidad suficiente” y nunca le dieron presupuesto. Uno piensa si no fue algo personal porque es un sinsentido decirle a Luis Estrada que un guion suyo no tiene calidad. Es verdad que no es su mejor película, aunque sí era uno de sus filmes más pretenciosos. Luis, un tipo muy inteligente y listo, difundió la película como si fuese contra el gobierno y la 4T. La derecha y los fifís cayeron en la red, vieron la cinta y se decepcionaron porque no había nada en contra de López Obrador. El objetivo principal del filme era una crítica a la sociedad: somos tramposos, arribistas, deshonestos, egoístas, ni siquiera con la familia somos solidarios y la fiesta es lo que nos importa.

 

Al maestro con cariño

Al final de esta charla y a manera de corte de caja, el artista michoacano mira a través del espejo retrovisor de la memoria y evoca a su primer educador actoral, Iván García, quien impartió clases al otrora joven Damián Alcázar, entonces de diecinueve años de edad, en un grupo de
teatro del IMSS. “Todos los maestros deberían hacer lo que él hizo: enseñar que la persona es lo importante. Aprendí que el cuerpo es tu instrumento porque eres un actor, así que debes conocerlo, entenderlo y disfrutarlo, hacer que funcione desde el cerebro y arribar a la imaginación, las emociones y la fantasía porque eso es actuar, crear. Él me hizo mejor persona”.

 

 

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