Bemol sostenido

- Alonso Arreola | @escribajista - Sunday, 01 Jun 2025 09:35 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
¿Mueren los grupos?

 

FORMAR UN GRUPO de rock, ska o reggae. Una banda de blues. Un cuarteto clásico. Juntarse a ensayar, a discutir, a pelear. Disentir a propósito de la dinámica e interpretación: “más fuerte”, dice uno; “más largo”, replica otra. “Deberíamos repe-tir el coro”, comparte quien no ha hecho la canción, aunque la entiende mejor que su propio autor. Hacer todo eso por el gusto, por la necesidad de responder preguntas profundas, plantea-mientos en colectividad creativa, pero... ¿sigue valiendo la pena hoy, cuando el narcisismo y el individualismo del entreteni-miento han puesto contra la pared la duda gregaria, la íntima necesidad de eco, conversación y complicidad?

¿A qué va todo esto un domingo, cuando el mundo exhibe pro-blemas enormes de guerra y autocracia, cuando la corrupción insiste y los barcos se estrellan contra puentes de indolencia? Pues justo al debilitamiento de un comportamiento que en la música había sido poderoso para distintos niveles evolutivos: grupo, movimiento, género, tradición.

Y espere, lectora, lector. No estamos especulando por ocio. Partimos de estadísticas frías sacadas de la plataforma sonora más grande del mundo: Spotify. Según lo que refleja, de los cuatrocientos “artistas” más escuchados en el planeta, única-mente tres son grupos o bandas. El resto son solistas. Leyó bien: de cuatrocientos, sólo tres. Y hay que agregar: esas tres bandas se formaron en los últimos diez años. ¿No le parece sorprendente? A nosotros sí.

Otro dato: en el último lustro, sólo tres canciones de grupos o bandas llegaron a la cima de las listas en Inglaterra, verbigracia. No vemos necesario dar nombres específicos. Es lo de menos y abriría discusiones infertiles, como algunas que hemos visto en redes, continuamente fincadas en lo que, según dicen algunos, es una “decadencia generalizada”.

Contrariamente, hay quienes se entregan sin oposición a un mundo en el que, aseguran, “las almas viejas no aceptan los cambios del paradigma comercial, asustadas de perder sus privi-legios”. Ello se alinea con lo que expresan algunos especialistas: no hay relevo generacional porque perdió relevancia el concepto del músico ejecutante y virtuoso creando su propio repertorio, y porque en la forma actual de la canción no se le necesita.

Nosotros, además, sumamos la facilidad que hoy tienen las personas para materializar ocurrencias en estudios caseros, sin rigores académicos ni inversiones importantes, sin parámetros de calidad controlados por disqueras o productores, internán-dose en una industria desbocada y que no tiene tiempo para desarrollar bandas de complicada especie.

Porque sí. Hacer grupo es alumbrar una Hidra. Es conciliar cabezas, reunirse en un mismo sitio para tañer, soplar, golpear instrumentos tan diversos como sus ejecutantes. Es compartir el espacio y el tiempo erigiendo monumentos de aire que exigen el concierto de las manos, las mentes y las sensibilidades en

un plural que puede ‒y debe‒ tambalearse de vez en cuando, pero que en su existencia prueba nuestra capacidad para con-quistar belleza y paz. Prioridades distantes de la política global. Cabe entonces la manida analogía del grupo de música como una familia que supera fracturas, al menos durante un tiempo, porque entiende y ama algo: con la unión de sus integrantes se produce una progenie original, única. Así lo vivieron conjuntos señeros de la mejor historia. Así lo seguimos entendiendo noso-tros, aferrados a conversar con quien se atreva. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.

 

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