Biblioteca fantasma
- Evelina Gil - Sunday, 01 Jun 2025 09:30



SE HABLA DE El cuarto de Giovanni, novela de James Baldwin, originalmente publicada en 1956, como “una de las obras fundamentales de la literatura queer”. Pero su importancia va más allá. No sólo es una de las más grandes historias de amor que he leído, es de las muy pocas que traspasa la paradoja de eso que nombramos “amor”. El cuarto de Giovanni (Sexto Piso, México, 2024), más que abordar una relación erótico-afectiva, intenta explicar por qué el esta-dunidense David y el italiano Giovanni, dos chicos viriles y melancólicos que coinciden en París, no consiguen sepa-rarse tras conocerse en un jolgorio. Mediante una prosa sensitiva, un tanto brutal como para definirla como “poé-tica”, pero luminosa y altamente emo-tiva, Baldwin indaga en un misterio que al momento de su escritura distaba de ser normalizado: ¿pueden enamorarse dos hombres que se han asumido hete-rosexuales? No sólo eso: David disfruta relacionarse con chicas, tiene una novia a la que ama y con la que planea casarse llamada Hella; le atraen las mujeres. A Giovanni demoramos más en conocerlo, suponemos que es, cuando menos, bisexual, pero él ha sido más hombre que David, pues alguna vez estuvo felizmente casado, hasta que la muerte de su pri-mer hijo afecta severamente su cordura. Deja atrás a su mujer y se marcha a París, donde el turista David lo encontrará lle-nando copas de champaña en un sórdido bar frecuentado por viejos homosexua-les, chicos raros y cocottes decadentes. Hijo de Harlem, James Arthur Baldwin (1924-1987), muy admirado y querido por el mismísimo Malcom X, se definía a sí mismo como “negro, feo y pobre”. También era gay. Esto último fue el menor de sus problemas para adaptarse al estilo de vida de la Rive Gauche, donde eligió vivir, pues el racismo y la homofo-bia en su país eran intolerables. Es aquí donde transcurre esta novela cuyos pro-tagonistas, curiosamente, son blancos, y David, en particular, la clase de blanco más privilegiado en Estados Unidos. El cuarto de Giovanni es el escenario donde esconden su relación clandestina; un per-sonaje en sí mismo que, a ojos de David, también narrador, se modifica según avanza y retrocede la relación entre ellos. Aquel espacio que en principio parece acogedor, cálido, excéntrico, simpático, termina siendo invivible, apestoso, asfi-xiante y oscuro, como si se alimentara de los terrores, la incertidumbre y los pre-juicios de los amantes. Sin importar hasta qué punto David considere que no podría vivir sin Giovanni, preserva la certeza de que llegará el día en que, forzosamente, terminará su relación para hacer lo que su entorno espera de él: que se case con Hella. Y Giovanni, aunque no lo dice con total claridad, nos hace sentir que, cuando ese día llegue, él ya no tendrá nada que perder y actuará en consecuencia.
Hella, novia de David, dista de ser un personaje decorativo, y es del que se sirve Baldwin para resolver todas esas dudas respecto al amor y a la naturaleza de las relaciones eróticas que agobian a su prometido. No es, en lo absoluto, el tipo de chica que en la década de los cin-cuenta se consideraría “buena esposa”. Viajera incansable, estudiosa, abierta a posibles infidelidades de su novio (con otras chicas, claro), comprensiva y amena conversadora. Cuando por fin se reúnen en París y Hella conoce a Giovanni, advierte en el acto que es un alma atormentada, y de a poco devela aquella realidad a la que intenta darle sentido. Advierte a David contra la natu-raleza autodestructiva de su amante que podría provocar una tragedia. El monólogo en que Hella, confundida y tremendamente desconcertada, busca dentro de sí la causa por la que David se enamoró de Giovanni, es oro puro como arte literario y como alocución psíquica y filosófica, y expone con extraordinaria sensibilidad las dudas que acuciaban a las mujeres que no se conformaban con la que parecería ser la única realidad válida para ellas. El cuarto de Giovanni es, pues, una obra maestra en múltiples sentidos.