La muerte siempre gana por nocaut
- Marco Antonio Campos - Sunday, 01 Jun 2025 08:58



Dos excelentes artistas argentinos llama-dos Jorge se unieron para hacer un breve e intenso libro (Guantes), que se publicó hace unos meses en Buenos Aires en la editora Puerta Grande: el poeta Jorge Boccanera, tan próximo a México, y el diseñador Jorge Sposari. Las ilustraciones son, ante todo, plurales y disími-les imágenes del Cristo crucificado y de los guan-tes de box.
Guantes puede leerse como dos peleas: una de box y otra un combate que enfrenta a uno de los boxeadores contra la muerte. Boccanera vivió en México de 1976 a 1983, años de la última dictadura militar. Quizá en México haya crecido su afición al boxeo.
El libro y la vida duran aquí ocho rounds, y es, por lo contado, una pelea salvaje. Uno de los boxeadores, que puede ser cualquier púgil o cual-quier relator o emblemáticamente el propio poeta, narra el combate, o si se quiere, narra, round por round, la paliza de órdago que está recibiendo del rival. “El ring tiene algo de tarima y también hay algo de patíbulo”, y sentimos la frase como navajazo. Es asombroso el detallado conocimiento del argot boxístico que tiene Boccanera. A los que hemos sido desde niños aficionados al box todo el discurso del cronista de la pelea, línea a línea, nos parece impecable y preciso.
Después de ser infinitamente golpeado, en el octavo round, el último para el boxeador vapuleado, se sugiere que para él no sólo fue un combate del todo desigual, sino también su lucha diaria en la vida desde su infancia frágil y miserable. El boxeador acabará muriendo, como acabaron muriendo, luego de peleas devastadoras a principios de la década de los sesenta, Billy Collins Jr., Alejandro Lavorante y Benny Kid Paret. Le faltó a Boccanera aña-dir de esos años a Davey Moore, quien murió a consecuencia de la golpiza que le dio el cubano-mexicano Ultiminio Ramos. “Todos están durmiendo para siempre.”
En el octavo round el púgil-relator sugiere que todo termina: “Bajo los párpados hincha-dos sueño una ventolera que azota un pueblo de casitas precarias. El encordado me sostiene. Pienso en mi madre. Hay relojes de arena vol-cados en la arena. De nuevo la andanada: gan-cho al hígado, un upper de derecha y a la lona. Perdiste el equilibrio. ¿La muerte siempre gana por nocaut?”
De las más distintas maneras, añadiríamos, pero la muerte siempre gana por nocaut.