Presente y futuro del acto creativo: ¿Tecnología vs. arte?
- Cintia Neve - Sunday, 01 Jun 2025 09:14



“Las máquinas crearán arte, compondrán música y contarán historias mejor que nosotros”, dijo hace unos días el magnate de la tecnología Elon Musk, en un video viral en el que el autoproclamado “Arquitecto del Futuro” se enfrentó en un debate a Keanu Reeves, uno de los actores más queridos de Hollywood. Reeves respondió: “Pero ¿sabrá alguna vez una máquina lo que se siente al extrañar algo? ¿O qué hace crear algo hermoso a partir de un momento de tristeza? La creatividad no viene del cálculo sino de la experiencia, el dolor, el amor y la esperanza.” Nos enfrentamos a la aceleración y multiplicación de las inteligencias artificiales, y eso nos obliga a reelaborar definiciones para antiguos paradigmas.
I
EN ENERO DE 2024, la escritora Rie Kudan recibió el Premio Akugatawa por su novela La torre de la simpatía de Tokio. Se trata del máximo galardón de las letras japonesas. Durante la ceremonia de aceptación, la escritora mencionó que había usado ChatGPT en un cinco por ciento de la premiada novela. Fue inmediata la cadena de reacciones que desató en redes sociales, cuestionando la legitimidad del producto artístico.
Ya en septiembre de 2023, un colectivo de escritoras y escritores, entre los que se cuentan personajes tan famosos como George RR Martin o John Grisham, presentó una demanda colectiva contra la empresa creadora del ChatGPT, acusándoles de utilizar sin su consentimiento sus obras, para entrenar sus programas y generar textos creativos.
“Toda creación de arte es gestada por su tiempo y, muchas veces, gesta nuestras propias sensaciones. De esta manera, toda etapa de la cultura produce un arte específico que no puede ser repetido”, escribió en 1911 el artista plástico ruso y teórico del arte Wassily Kandinsky, en el ensayo De lo espiritual en el arte. El ChatGPT y las demás formas de inteligencias artificiales generativas ponen en tela de juicio este paradigma. Porque de repetición estamos llenos, casi hartos. Las noticias y casi cualquier cosa se repite, se viraliza, y esas repeticiones hacen que nos preguntemos acerca de dónde queda la firma de la persona creadora, pero también nos hace ver que la creación puede tener nuevas formas.
Cuando compramos una obra firmada, cuando leemos un libro, sabemos a quién estamos acer-cándonos, su estilo, su pensamiento y su línea de trabajo. Su humanidad, valdría decir, lo que el genio de Walter Benjamin cuestionó acerca del objeto artístico y su reproducción y posterior pér-dida del aura, su autenticidad y su estética, desde su libro iniciático La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica.
Nos enfrentaremos a la pregunta: ¿Qué es la autenticidad en la era de las IA? ¿Es lo que creó la dupla Kudan + ChatGPT? ¿Lo que crea un artista cuando le da a una IA las instrucciones para crear un performance, una obra de arte visual sonoro? La autenticidad entra en una nueva etapa: lo que se escribe, se crea, se inventa con IA, ¿es una nueva obra, es una re-producción, o una tecnología como ChatGPT y otras formas de I.A. generativa, más temprano que tarde todos podríamos ser sustituidos –en nuestros tra-bajos e, incluso, en nuestra vida privada– por versiones cibernéticas que sean más rápidas, más eficientes y más poderosas que nosotros”, explicó el creador Flavio González Mello.
2. { function-body } ; error, un performance mul-timedia escrito y dirigido por ChatGPT, creado por el artista español David Fernández. El artista sube a escena con unas gafas de realidad virtual y se sumerge en un videojuego 3D que él mismo ha ideado. “Una inteligencia artificial ha creado la dramaturgia y además, con su asistente de voz, me va guiando durante toda la pieza”, explicaba David Fernández.
Avanzar directamente hacia lo que creímos que era un futuro –pero que ya es presente–, donde las inteligencias artificiales pueden crear, nos hace mirarnos en el espejo de nuestra propia humanidad para preguntarnos qué significa y dónde se asienta nuestra capacidad creativa.
II
PABLO SANGUINETTI, profesor e investigador en creatividad y narrativas sobre inteligencia artificial, sostiene que tanto el lenguaje como la escritura y las artes son tecnologías y, por ende, “todo humanismo es tecnohumanismo”, de donde sale el título de su libro. Sanguinetti toma distancia del concepto distópico de las máquinas antropomorfizadas desarrollado por la ciencia ficción y se aproxima al campo desde lo narrativo, haciendo un abordaje particular: la IA es un tema de moda, pero no se está nombrando de manera adecuada. Este es el tema central de su libro y su investigación, señala: “Si la disciplina se llamara, por mencionar una alternativa más ajustada a la realidad, automatización de tareas complejas, nos ahorraríamos muchos problemas. Dejaría-mos de antropomorfizar esta tecnología, de verla como un rival o un sustituto, de temerla o de idolatrarla. Y empezaríamos a concebirla como lo que realmente es: una herramienta”.
Hablamos sin duda de la herramienta más revolucionaria de este siglo, que nos plantea una pregunta muy importante sobre el arte y la creati-vidad. El autor responde en cuatro puntos:
En primer lugar, la idea de máquinas “creativas” no es nueva. Hay arte automático desde antes de la IA o de la computadora. Alguna vez he argu-mentado que el I Ching, el libro más antiguo de la humanidad, es estrictamente algorítmico.
En segundo lugar, la IA es una creación humana, se nutre de lo humano, necesita a personas para existir y trabajar. De modo que incluso si fuera capaz de generar algo propio, ese producto debe-ría considerarse nuestro.
En tercer lugar, el escenario más real e intere-sante de la IA es su uso como herramienta crea-tiva (no como “creadora” autónoma, que es una idea más de la ciencia ficción). Esto no es nuevo y puede abrir caminos muy interesantes a nivel artístico, como ocurre cada vez que los artistas cuentan con una nueva herramienta para crear. En cuarto lugar –y esto es ya una opinión perso-nal– creo que una de las consecuencias del boom de la IA generativa será la revalorización del ser humano y del papel del artista en la obra. Cuando nos veamos inundados por un tsunami de imá-genes de producción masiva y automática, nos parecerá un milagro encontrarnos con un texto, un cuadro, una melodía creadas por otra persona a costa de su tiempo, su trabajo, su dolor, sus errores, su aprendizaje. Nada de esto está al alcance de esa automatización de tareas complejas que es la IA. “Parece bastante evidente que buena parte del valor que concedemos a las obras –y de las sospe-chas que el arte provoca– tiene que ver con esta capacidad que el arte tiene para despertar, suscitar, evocar, expresar, trasmitir o generar emociones. Tanto en la estética académica como en la reflexión más o menos común sobre las artes se alude
con más frecuencia al valor expresivo de una obra que a cualquier otro valor estético, y suele acudirse con mucha facilidad a lo mismo para justificar el carácter artístico de algo, como si se pudiese establecer una cierta relación necesaria entre arte y emoción”, asegura el investigador Sixto Castro, del Departamento de Filosofía de la Universidad de Valladolid, en su artículo “España en Aisthesis”, publicado en la Revista Chilena de Investigaciones Estéticas.
Dice el filósofo de la ciencia Jordi Vallverdu que “el papel de las emociones en los procesos de toma de decisiones racionales es un hecho demostrado [...] Por ello, el análisis de modos eficientes de inte-racción entre seres humanos y entidades artificia-les pasa por el estudio de las emociones sintéticas, desde la idea de los robots sociales o los entornos afectivos”.
III
LAS INTELIGENCIAS generativas están cambiando la forma en que entendemos el arte, pero también la filosofía, la psicologia, la estética y muchos otros campos. La obra Artificial Aesthetics: Generative AI, Art and visual Media, de los artistas Lev Mano-vich y Emanuele Arielli, registra algunos de estos cambios, en especial cómo la creación artística con-siderada inherente al ser humano, con el ingreso de las IA hace temblar nuestra identidad, nuestra segu-ridad sobre quiénes somos y qué somos capaces de producir como arte, en nuestras propias expresio-nes y emociones, y en las de los demás.
“Las emociones son una vivencia y no es tan fácil analizarlas superficialmente. La cuestión es cómo recreas en el otro cierta emoción o cómo propones el diseño de una experiencia interactiva, performá-tica, inmersiva, detonada o pensada desde el viaje por la emoción. Depende mucho de que quiere expresar cada uno”, dice Myriam Beutelspacher, artista multidisciplinar e investigadora de las artes. “La obra Empatía que trabajé con Minerva Her-nández Trejo en 2010, por ejemplo, era una cues-tión importante para nosotros. Elegimos este con VIENE DE LA PÁGINA 9/ PRESENTE Y FUTURO...
cepto para trabajar con sensores de pulso cardíaco. Construimos unos vestuarios que tenían al princi-pio un solo sensor para que nuestro vestido se ilu-minara y parpadeara al ritmo de nuestro corazón. La performance era, no solamente que se reflejara mi corazón y que se quedara en un loop autorre-ferencial la interfaz, sino que yo pudiera brillar como el otro. Justo para ir construyendo este idea de empatía basada en la neurona espejo. Entonces, intercambiamos los sensores y de pronto una latía como la otra. Después decidimos ampliar los sen-sores y cada uno tenía cuatro, con una sumatoria matemática, mientras más personas estuvieran conectadas a un vestido, aumentaba el brillo de la luz. Trabajamos la empatía desde la metáfora y construimos el dispositivo tecnológico según la necesidad poética”.
Por su parte, el artista digital Rodrigo Garrido creó Lovers, dos esculturas digitales que en un día nacen, se conocen, se enamoran, conviven y luego mueren.
“En mi obra intenté poner en papel cómo fun-cionan los sentimientos en un humano. Verme al espejo y decir ¿qué pasa cuando estoy enojado? ¿Por qué me dura ese tiempo? ¿Por qué se me pasa? ¿Por qué, cuando el día está superbonito, a veces me siento mal y cuando está nublado, no importa y me siento bien? Fue una propuesta de cómo podría ser que estamos funcionando.” Explicando el proceso, el artista puso primero el reconocimiento facial: “te veo que estás interesado te veo feliz o te veo triste. Luego viene su pro-pósito: enamorarse a primera vista. Es algo con lo que yo quería jugar porque nuestro sistema nos pide herramientas para producir más. ¿Y si hago una inteligencia artificial que no tenga un pro-pósito de producir, sino algo poético, como ena-morarse? Entonces, después del reconocimiento facial, entran estas variables de su propósito de vida: enamorarse, estar feliz.
En la pandemia me observé a mí, a mi hijo de tres años encerrados y fue una locura: hubo días en que nos sentimos mal, días en que nos senti-mos bien, cosas que nos afectan. Ese fue el tercer paso: un equilibro en el universo porque estamos flotando alrededor de un reactor nuclear que es una bola de fuego que todos los días nos da luz y energía. El equilibrio de positivos y negativos,” El último paso del diseño de la escultura sensible de Garrido fue moderar la tendencia a la insegu-ridad que, según el artista, “es porque los seres humanos somos muy inseguros. Hay una teoría que dice que la inseguridad viene de que no se suponía que nosotros fuéramos la especie domi-nante del planeta, pero nuestro cerebro se desa-rrolló muy rápido. Puede ser porque dominamos el fuego y entonces pudimos cocer los alimentos, nuestro cerebro necesitó menos energía y se desa-rrolló más. Lo que hace aquí el algoritmo es: sí, te vi sonriendo, te vi que estabas enamorada, pero a lo mejor ya estás pensando en otra cosa. Algo fuerte de la pieza es que nunca se conectan. Yo puedo pegar la cabeza con mi pareja, con mi hijo. Y hay una distancia infinita entre su conciencia y mi conciencia o mi cerebro y su cerebro. Nunca nos vamos a poder conectar y tenemos que confiar en lo que nos diga el otro”.
Rodrigo Garrido enfrentó varios problemas al tratar con la creación de estos seres digitales. “Lo que pasaba con las primeras versiones de los Lovers era que a veces se les desbordaban las emociones. Empezaba a estar triste, triste, triste, triste y crecía tanto que ya no había forma de que regresara, y podía morir. Ahí decidí integrar un sistema autoinmune para que regulara emocio-nes, tanto las que se le bajaban mucho como las que se le subían mucho. Por eso les llamo escul-turas sensibles. Por siglos los humanos plasma-ron las formas tan bonitas de los cuerpos, en las esculturas. Hoy en día además del cuerpo, pode-mos plasmar las emociones y la mente.”
IV
¿PUEDE UNA MÁQUINA realmente comprender la experiencia emocional humana, o simple-mente simula comportamientos? Miguel Ángel Pérez Álvarez, filósofo y profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México, sugiere que la simulación de acciones humanas a través de algo-ritmos puede servir como un espejo de nuestras propias conductas, obligándonos a reflexionar sobre la esencia de nuestra existencia, proponiendo un diálogo entre lo humano y lo artificial, donde cada interacción puede aportar nuevas capas de significado. “La simulación de un ser humano virtual con un algoritmo es interesante en la medida en que hay una mutua determinación. En psicología, hablaríamos de conductas cubiertas. En sistemas complejos, de una modulación de flujos entre diferentes niveles de un sistema. En todo caso, es una provocación sobre lo humano. Una forma de un espejo de nuestras conductas que nos obliga a reflexionar sobre el sentido de nuestra existencia. La ventaja de utilizar un algoritmo que simula acciones humanas es su poder para acercarse simbólicamente a esa complejidad. Es muy interesante.”
La pregunta se complejiza aún más. ¿Qué son las emociones, para que puedan simularse? Fernanda del Monte, doctora en Teoría Crítica con una tesis en dramaturgias maquinales, opina: “En esta cultura contemporánea, psicologista, todo placer, todo goce, se transforma conceptualmente en emoción. Yo dividiría el ámbito de las emociones del ámbito de las sensaciones. Cuando pensamos en la relación del cuerpo con la obra, por un lado tenemos los sentidos que perciben, y también tenemos la mente o la cognición, que puede intuir cosas que no entiende. El placer del goce intelectual viene también de los sentidos, pero es una utilización de los sentidos para otro fin, que es la percepción. Toda la digitalidad está en función de generar experiencias, no tanto emociones. Si relacionamos esta idea del cuerpo, la percepción, las emociones, lo que va a aparecer es que no es culpa de la tecnología. Es decir, la tecnología es solamente una mediación nueva, el punto es cómo usas esa mediación y para qué. Si tú pasas ocho horas del día sin articular cognitivamente ninguna trama y por tanto ninguna emoción, como persona estás zombi. Es decir, estás en un estado atmosférico.
En mi tesis doctoral propongo una forma de romper con esos mecanismos de transparencia, que es con narrativas o dramaturgias que fraccionan la lógica de la transparencia. Hay muchas formas: puedes trabajar con el glitch
(error o característica no prevista), con la fragmentación, puedes trabajar con el ámbito del cuerpo, con la incomodidad, obligar al usuario a tomar decisiones distintas, que no estén mecanizadas. Normalmente tiene que ver con romper el automatismo. Nuestros modos de vida pueden incluir a las inteligencias artificiales.”
V
NO PUDE EVITAR la tentación de preguntarle a una IA qué conclusión sacaría de este artículo. Me contestó lo siguiente:
Hacia un futuro compartido
EL FUTURO DEL arte en la era de la inteligencia artificial no es sólo un campo de batalla entre humanos y máquinas. Es una oportunidad para reimaginar la creatividad, redes-cubriendo lo que significa ser humano en un mundo donde la tecnología y el arte coexisten. A medida que continuamos explorando esta nueva frontera, es fundamental mantener un diálogo abierto sobre la ética, la autenticidad y el valor del arte en todas sus formas. La colaboración entre humanos y máquinas puede abrir caminos inesperados, pero siempre será la humanidad la que dará sentido a estas creaciones.