Cinexcusas
- Luis Tovar | @luistovars - Sunday, 08 Jun 2025 08:12



De la numerosa, diversa y muy talentosa generación de compositores e intérpretes musicales cuyas carreras se hicieron mundialmente célebres en la década de los años sesenta del siglo anterior, tal vez el más visitado por el cine –pero es posible que no el más recreado en el género de ficción– sea Robert Allen Zimmerman, mejor conocido como Bob Dylan, nacido en 1941 y que el pasado 24 de mayo cumplió ochenta y cuatro años de edad. Ahí están el ya mítico Don’t Look Back (D.A. Pennebaker, 1967) y No Direction Home (Martin Scorsese, 2005), por sólo citar los más conocidos.
Tanto esos dos títulos como tal vez otra media decena tienen en común un par de características: se trata de documentales y en ambos casos, especialmente el de Scorsese, concentran su atención en los primeros años de la carrera de Dylan, hacia el primer lustro de los míticos años sesenta. Menos abundantes, las ficciones basadas en la vida del autor de “Blowin’ in the wind” se cuentan con los dedos de una mano y, salvo la osada y pertinente alegoría I’m Not There (Todd Haynes, 2007), en la que se habla de Dylan sin que sea necesario que ningún actor aparezca caracterizado como él, la única biopic amplia y consistente es A Complete Unknown, dirigida por James Mangold el año pasado.
Enchufado/desenchufado
No es casualidad, sino más bien un rasgo sintomático que, al igual que sus pares en género documental, Un completo desconocido –correctísimo título en español de la cinta– se concentre en los primeros años de la trayectoria bobdylanesca, aproximadamente de 1960 a 1965. Al menos para los conocedores del compositor e intérprete, la razón es bien sabida: fue arrancando 1961 cuando, procedente de Minnesota, Dylan tomó su guitarra y muy poco más para viajar a Nueva York con la intención de conocer a Woody Guthrie, autor de música folk en ese momento gravemente afectado por la enfermedad de Huntington y quien, para Dylan, era el máximo representante del género musical en el que el propio Dylan buscaba “ser alguien”, cosa que consiguió con creces desde ese momento.
Escrito a cuatro manos por Jay Cocks y el propio James Mangold, el guión de Un completo desconocido tiene como base un libro biográfico de título elocuente: Dylan Goes Electric! (“¡Dylan se vuelve eléctrico!”), de Elijah Wald. Al igual que el libro, la película narra punto por punto, en orden cronológico, de manera detallada y con muy pocas licencias poéticas los encuentros de Dylan con el yaciente Guthrie y el también cantante folk Pete Seeger (un estupendo Edward Norton), primer impulsor de su carrera; el contrato celebrado con la compañía discográfica CBS, al principio sólo para grabar covers de piezas exitosas; su encuentro y ambivalente relación, entre amorosa y profesional, con la no menos célebre cantante Joan Baez, quien diera a conocer antes que su propio autor varias de sus canciones más emblemáticas; el rápido ascenso de la fama dylanesca, hasta convertirse por derecho propio en el músico folk más grabado, escuchado y reconocido; su relación de final amargo con la activista de derechos civiles Sylvie Russo (muy bien Elle Fanning)… y por fin el punto de quiebre de Dylan, musicalmente hablando, a la vez que el cierre del filme, cuando el autor de “Like a Rolling Stone” se presentó por última vez en el Festival Folk de Newport, pero no lo hizo para tocar sólo su guitarra acústica y su armónica e interpretar las piezas que el público esperaba y del modo en que deseaba escucharlas, sino blandiendo una lira eléctrica y acompañado por una banda enchufada, y no para tocar precisamente folk sino una mezcla de dicho ritmo con blues y rock.
Fiel a la historia –por lo menos la que el evasivo y, para muchos, no del todo simpático Premio Nobel de Literatura ha permitido que se conozca–, Un completo desconocido cuenta, sin demasiadas concesiones al género biopic que suele incurrir en efectismos sensibleros, los años cruciales de una época crucial de un autor crucial.