Intertextualidades e historia: entre Doña Bárbara y Pedro Páramo

- José A. Castro Urioste - Sunday, 08 Jun 2025 08:14 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Los estudios de literatura comparada suelen poner en perspectiva y en contexto aspectos útiles para la mejor comprensión de las obras que se contrastan. Este artículo hace precisamente eso con dos grandes obras de la narrativa latinoamericana: 'Pedro Páramo', de Juan Rulfo, y 'Doña Bárbara', de Rómulo Gallegos.

 

A no dudarlo, Doña Bárbara es un hito en la historia de la narrativa venezolana y Pedro Páramo en la mexicana. A no dudarlo, ambas novelas se proyectan más allá de sus fronteras nacionales y son claves en el proceso de la literatura latinoamericana. Son, por decirlo así, parte del supercanon de nuestra literatura. Entre las dos se forja un intenso diálogo que permite postular que Pedro Páramo, en cierto modo, es una respuesta, con acercamientos y diferencias, a Doña Bárbara, lo cual ilumina las transformaciones en el proceso histórico de la literatura latinoamericana.

¿Qué acercamientos pueden expresarse en ambas novelas? El uso simbólico de los nombres de los personajes principales es evidente. La elección de Bárbara para la antagonista se vincula con las características propias del personaje y de la ley del llano; Santos Luzardo, a su vez, es el portador perfecto ‒como toda figura santa‒ de la luz que significa la imposición de la “civilización”, según Rómulo Gallegos. A través de esa simbología de los nombres hay una búsqueda de un significado unidimensional. Este procedimiento también lo utiliza Juan Rulfo: el nombre Pedro Páramo hace referencia enfática a la dureza de una piedra y el apellido a la carencia total (nada crece ni se desarrolla en el páramo), que expresan las características del personaje y también la búsqueda de un significado unidimensional.

Al igual que otros textos de la novela regional e indigenista, Doña Bárbara se inicia con un viaje que marca el encuentro (o desencuentro) entre el mundo urbano y el campesino. Santos Luzardo realiza un viaje de retorno a sus raíces y a recuperar el latifundio que le pertenece. Una situación equivalente se expresa en Pedro Páramo: Juan Preciado, a pedido de su madre moribunda, regresa a Comala, a las raíces de su familia y a reclamarle a su padre sus pertenencias. Visto así, el viaje de retorno como el reclamo de bienes familiares son el punto de arranque en ambos textos.

Como bien sabemos, ambas novelas se desarrollan en el campo, pero las representaciones de este territorio contrastan. Santos Luzardo encuentra su latifundio totalmente desorganizado e improductivo. Aliándose con los llaneros que trabajan en Altamira, su hacienda, impone un nuevo orden, un nuevo sistema de explotación de la tierra simbolizado en la cerca, la cual es el signo del límite de la propiedad privada. Santos Luzardo es un personaje que triunfa y su victoria expresa que el campo es el fundamento y la base del presente y el futuro, de la abundancia y la fecundidad. En contraste, en Pedro Páramo se representa el campo como un espacio carente de abundancia y fecundidad. Es un territorio que ha sido condenado por el mismo Pedro Páramo a su desaparición. Un lugar en ruinas, y por eso el viaje de Juan Preciado, a diferencia del de Santos Luzardo, es hacia el fracaso, hacia la muerte. Personaje y lugar son destruidos. Pedro Páramo es, en este sentido también, la negación de la novela regional.

Esa negación se expresa también en otro aspecto de las novelas. El triunfo de Santos Luzardo es tanto en el terreno social como en el amoroso. Como lo ha analizado la profesora Doris Sommer, la representación de las relaciones amorosas en la novela latinoamericana del siglo XIX y de principios del XX son una alegoría de una imagen homogénea de nación. Santos triunfa al seducir a Doña Bárbara y a Marisela, y con esta última formará un matrimonio a pesar del vínculo familiar entre ellos. Curiosamente, este aspecto (con el riesgo que conlleva para el futuro) es uno de los puntos iniciales y finales de Cien años de soledad. A diferencia de Doña Bárbara, en Pedro Páramo se plasma la imposibilidad amorosa. El protagonista, pese a ser configurado con un conjunto de significados negativos, mantiene un gran amor por Susana. Es capaz de toda acción por ella. Sin embargo, su relación es imposible por el estado mental de Susana. El amor de pareja (el único rasgo salvable de Pedro Páramo) está condenado al fracaso.

Predomina en Doña Bárbara una construcción temporal cronológica. Este tipo de organización permite que pueda abrirse una posibilidad a eventos futuros. El tiempo fluye en Doña Bárbara, se mueve hacia adelante, y esa instancia hace vislumbrar la posibilidad de eventos futuros después del final de la novela (como la productividad del agro o el desarrollo de un matrimonio). En Pedro Páramo el tiempo es un constante vaivén entre el presente y el pasado. Esa construcción, ese énfasis en la instancia pasada, anula toda posibilidad de eventos que puedan ocurrir en el futuro.

Visto así, ambas novelas son puntos relevantes en distintos momentos de nuestra historia de la literatura, son un diálogo que marca un cierre y una apertura. Resulta sugerente que alrededor de la fecha de publicación de Pedro Páramo, 1955, se empezaran a escribir en América Latina novelas cuyo ambiente era la ciudad, abriéndose así otra instancia en nuestra historia.

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