La flor de la palabra
- Irma Pineda Santiago - Sunday, 08 Jun 2025 07:47



Una oscura noche de 2017 un fuerte sismo despertó a muchos istmeños. La tierra se sacudió con fuerza, tanta que derribó casas, iglesias, mercados y escuelas. En los días siguientes hubo que reconstruir la vida, los espacios para aprender, los materiales educativos, los libros. La gente se organizó en colectivos, en comunidad, para hacer cocinas comunitarias, para restaurar hornos y tener pan y tortillas, para arreglar bastidores de madera o máquinas de coser, todo para recuperar la alimentación, la vestimenta y la economía. Cuando el Istmo apenas se recuperaba del gran movimiento telúrico, apareció otro mal, el Covid-19, esa enfermedad desconocida que arrebató muchas vidas en los pueblos indígenas, especialmente a adultos mayores, entre quienes se fueron varias mujeres sabias, bordadoras y tejedoras de hermosos huipiles y majestuosos trajes regionales, llevándose consigo el conocimiento acerca de las técnicas tradicionales.
En este contexto, un grupo de jóvenes agrupadas en la asociación civil Una mano para Oaxaca, se dio a la tarea de levantar censos de las personas afectadas y buscar apoyos para reconstruir los hornos de barro, los comixcales, comprar de nuevo las máquinas especiales con las que se borda la “cadenilla” de los huipiles, bastidores de madera donde se tensan los lienzos para dibujar en ellos figuras geométricas o las más variadas flores que luego se llenan con hilos de colores; para recuperar los conocimientos y las técnicas y mantener el arte de los textiles con los que tradicionalmente se han vestido las mujeres zapotecas, chontales, ikoots, zoques y mixes del Istmo. También pensaron que hacer un libro donde se resguardaran historias y saberes podría ser útil para que las infancias conozcan, aprendan y amen lo que sus madres y abuelas saben, disfrutan y aman hacer.
Así nació e libro Deshilar el Istmo que es un divertido recorrido por los oficios tradicionales en la región de la mano de su personaje principal, la pequeña Ela, que va tras un hilo rojo para hilvanar la memoria sobre las formas de creación de los textiles. En el Istmo de Tehuantepec habitan y conviven cinco culturas originarias: binnizá, ikoots, zoques, mixes y chontales, gente de sonrisa roja y corazón inquieto, como ese hilo travieso y vago que nos invita a seguirlo como si fuésemos Ela, curiosa y ávida de conocer los secretos con que se iluminan los lienzos, sea con el tejido de gancho, el bordado de aguja o la cadenilla. Ela mira asombrada cómo las telas cobran vida a través de colores que se entrelazan para crear figuras que alegran los ojos de las personas, aunque Bi Yoxho (el padre viento del norte) los golpee con fuerza; aunque Xu (el sismo) los haga moverse con intensidad y destruya casas e instrumentos para el
trabajo.
Esta historia, creada por Andrea Arellano e ilustrada por Lucy Lomelí, además de obsequiarnos varias palabras en el idioma de las nubes, el diidxazá, nos permite hilar los conocimientos sobre las técnicas y diseños con los que la creatividad de las mujeres indígenas engalana desde hace décadas a sus hermanas, madres, abuelas e hijas. ¿Por qué la pequeña Ela va tras los pasos de un hilo rojo? Porque en la cultura de los binnizá el rojo es el color del oriente, de ese lado nace Cozana Gubidxa, la madre Sol, la paridora del mundo, la gran creadora. El rojo es creación de vida (Cozana, que ahora decimos Guxana), y es por eso que se le asocia con la sabiduría de las abuelas, las creadoras de la magia de colores y formas plasmadas en los atuendos que orgullosamente lucen las mujeres istmeñas en las fiestas, en las calles, en las ceremonias más importantes, porque todas deben andar con belleza y elegancia hasta el día en que les toque marcharse al Yoo Ba’ (la casa de los muertos), pues en el Istmo se muere como se vive, con música, con deliciosos aromas, con los más finos textiles inundados de flores e hilos de colores.