Reivindicaciones: Elena Garro y Los recuerdos del porvenir
- Leopoldo Cervantes‒Ortiz - Sunday, 08 Jun 2025 07:30



Ambos críticos han realizado un gran número de ediciones para la misma editorial (Cátedra), especializada en este tipo de volúmenes. Entre los autores que han abordado están José Martí, Eliseo Diego, Leonardo Padura, Jorge Edwards y Juan León Mera. De Esteban está por aparecer Calandria de luz. La presencia de la teología de la liberación en la poesía latinoamericana.
‒Luego de una larga carrera como profesor y editor de obras latinoamericanas representativas te has acercado a Los recuerdos del porvenir. ¿Cómo surgió tu interés por esta novela?
‒La leí en los años noventa, cuando era bastante desconocida en España, me la recomendó mi colega y amigo Javier de Navascués, que me invitó además a formar parte del tribunal de una tesis dirigida por él en la Universidad de Navarra sobre la narrativa de la Guerra Cristera. Cuando leí esta joya, me extrañó que la autora estuviera invisibilizada. Ya por entonces indagué en la posibilidad de una edición en España que pudiera difundirla como se merecía. Lo que no conocía en ese momento era el destino cruel de la propia vida de Elena Garro como exiliada en España y Francia desde mitad de los setenta hasta 1993, y la pobreza y desconexión con respecto a la vida pública de la autora desde su vuelta a México. Cuando falleció en 1998, poco después de Octavio Paz, la necesidad de volver sobre la idea de la difusión de sus obras fue en aumento.
‒¿Piensas que el contexto del que surgió está plenamente reflejado en ella? ¿Ha envejecido o se mantiene vigente?
‒Creo que es una de las obras del boom, negocio en el que no participó, injustamente. Muy por encima de la mayoría de las de Cortázar o Carlos Fuentes, por ejemplo. Pienso que su presencia hoy en la sensibilidad de lectores de todas las edades es similar a las de García Márquez o Vargas Llosa y, en algunos casos, superior. No me refiero a la calidad sino a la resistencia al paso del tiempo. Tiene una frescura de la que carecen muchos de sus contemporáneos, que se empeñaron en una experimentación técnica de moda en los sesenta y setenta, que hoy se lee en ciertos casos como un producto histórico más que como una trama y un estilo que te afecta y te perturba emocionalmente cuando la lees. Eso lo noto con absoluta claridad cuando observo la repercusión que tiene en los estudiantes actuales, al comentar en clase varias de las novelas de esas décadas y examinar comparativamente el impacto que tienen hoy cada una de ellas en personas de dieciocho o veinte años.
‒En el estudio introductorio de la edición crítica analizas la idea de que el llamado “realismo mágico” está anticipado en Los recuerdos… ¿Cómo se explica esto?
‒Lo está. Y de una forma muy clara. Juan Rulfo, que publicó su novela dos años después de que Garro escribiera la suya, no desarrolla lo que se ha llamado el realismo mágico, porque en él no hay una convivencia real de dos mundos, el del exterior y el de la magia que desprende la propia realidad, sino una ambigüedad magistralmente calculada que obliga al lector a considerar que todo lo que ocurre lo hace en un mundo de vivos o de muertos. Y García Márquez no entra de lleno en el realismo mágico hasta 1967, con Cien años de soledad, cuando Los recuerdos del porvenir llevaba ya cuatro años dando de qué hablar en algunos círculos literarios e intelectuales de México. Y Carlos Fuentes, que estaba ‒aunque de otra forma‒ en ese ambiente, había publicado su primera novela en 1958, cinco años después de la redacción de la novela de Garro. Creo que los únicos antecedentes claros a todo ello habían sido lo real maravilloso de Carpentier en El reino de este mundo, de 1949, algunas novelas de Miguel Ángel Asturias, en quien había además toques de surrealismo, y en una novela que era totalmente desconocida entonces y que lo sigue siendo hoy día, Los sangurimas, de 1934, del ecuatoriano José de la Cuadra, o en Las lanzas coloradas, de Uslar Pietri, de 1931, que sí era un autor más conocido y difundido. Si tomamos la fecha de 1953 como punto de partida, ni siquiera Los pasos perdidos de Carpentier es anterior, pues se publicó en el otoño de 1953, y no es probable que Garro conociera esa obra en versión manuscrita antes de escribir su novela.
‒¿Cómo consideras la obra de Garro publicada el mismo año que Rayuela y La ciudad y los perros?
‒Creo que debería haber estado al lado de ellas como punto de partida del boom. Son las tres grandes novelas del momento, junto con La muerte de Artemio Cruz, Aura, El siglo de las luces, Bomarzo y alguna más. Entre 1962 y 1963 se gestó esa explosión que fue el boom, y es quizá uno de los momentos más valiosos de la narrativa en lengua española.
‒Los paralelismos de Los recuerdos… con el México actual son inquietantes por la vertiente geográfica y por la violencia que prevalece en varios lugares. ¿Qué opinas de esto?
‒Estoy totalmente de acuerdo. Aunque las circunstancias sean diferentes, las olas de violencia, sobre todo contra las mujeres o en los entornos del narcotráfico, siguen manifestando que existen ciertas sombras en una sociedad y en un país que tiene también grandezas maravillosas.
‒¿Piensas que Garro verdaderamente fue excluida del llamado boom latinoamericano? ¿Tuvo algo que ver la incomprensión de que fue objeto?
‒Sí, fue excluida, y de forma injusta, como lo fueron también muchas otras mujeres, como Rosario Castellanos, Elena Poniatowska, Inés Arredondo, Luisa Josefina Hernández, y otras no mexicanas como Luisa Valenzuela, Cristina Peri Rossi, Albalucía Ángel o Armonía Somers. En el caso de Garro es también evidente que, junto con la invisibilización injusta de las mujeres en general, tuvieron mucho que ver su condición de católica militante en un ambiente intelectual y artístico laico y laicista, y los sucesos que ocurrieron después de la matanza del 2 de octubre de 1968. Todo esto lo declaró ella misma en algunas entrevistas de los últimos años de su vida, cuando volvió a vivir a México.
‒Sobre el entrecruce de la vida tan polémica de la autora y de su obra, ¿consideras que se han superado los prejuicios hacia ella?
‒Estimo que cuanto más tiempo ha pasado, esas nieblas o tinieblas se han ido disipando, y hoy en día no tienen tanta importancia, y mucho menos fuera de México.
‒¿Cómo ha sido la recepción de esta novela y otras obras de Garro en España?
‒En estos momentos hay en España un boom de la literatura escrita por mujeres, y especialmente por autoras españolas y latinoamericana. Este boom tiene que ver sobre todo con escritoras vivas y más o menos jóvenes, pero en esa inercia han entrado otras autoras como Elena Garro, ya fallecidas. La publicación de Los recuerdos del porvenir por Alfaguara en 2019 fue el inicio de un camino ascendente en la difusión de la obra de Garro en España, que ha sido corroborado por la edición de Cátedra, la primera con una introducción muy amplia sobre las circunstancias de la publicación de la obra y sus valores literarios e históricos. A la vez, se están publicando otras obras de la mexicana, sobre todo las ediciones llevadas a cabo por Patricia Rosas Lopátegui. Por lo que se refiere a la edición de Cátedra, han visto la luz ya tres ediciones en medio año.
‒Como estudioso profundo de la narrativa hispanoamericana, ¿dirías que Garro fue una escritora de orientación feminista?
‒En general fue una escritora que defendió el papel de la mujer en la sociedad de su época, que reivindicó espacios, derechos, ansiedades de igualdad y respeto. Ella decía que si eso era ser feminista ella lo era, pero no tenía una concepción militante ni teórica del feminismo, ni de alguno de los feminismos que hemos ido conociendo en las últimas décadas.
‒¿Qué le dirías a quienes se acercan por primera vez a la literatura de Elena Garro?
‒Que lean Los recuerdos de porvenir y que lo hagan despacio, fijándose más en las descripciones de ambientes, instancias temporales e ideas que en la misma trama. Y después, que lean La semana de colores. A partir de ahí, es muy probable que busquen más cosas, como Inés, Testimonios sobre Mariana, las memorias del ’37 o
la poesía.