Todo lo que no sucedió

- Roberto Bernal - Sunday, 08 Jun 2025 07:39 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
'Quise', Luis Téllez Tejeda, Alacrana, México, 2024.

 

Pese a su notable brevedad, Quise condensa todos los espacios de una polifacética urbe que, hacia inicios del presente siglo ‒época en la que se sitúa este poema‒, todavía era llamada Ciudad de México. Dentro de estos espacios públicos ‒pasillos de edificios, museos, arenas de lucha libre, baños públicos, los últimos vagones del Metro, cines porno, antros, explanadas, vías del tren, billares, estadios de futbol, etcétera‒, Luis Téllez Tejeda aísla escenas que se caracterizan por la intimidad en pareja, es decir, se trata de la construcción de miradas, sonrisas, conversaciones, besos y caricias que tienen como escenario la gran ciudad. La sutileza con la que ocurren todos estas expresiones ‒muchas de ellas de carácter erótico‒ guarda relación con la época en la que transcurre el poema, porque se trata de manifestaciones amorosas siempre cercadas por el pánico que generaba en adolescentes gays el saberse expuestos al escrutinio público y familiar: “Que fuéramos al futbol/ aunque no te gustara/ aunque se nos helara el cuerpo/ cuando la porra gritara “puto”/ a cada despeje de cualquier portero,/ que ‒poco antes de finalizar el partido‒/ con varias cervezas en el cuerpo/ comenzaras a contestar el grito/ “sí soy”/ y me diera risa, pero también miedo,/ comenzara a pensar en lo que somos/ en que nunca lo habíamos dicho ‒no con palabras‒.” O también: “cuando sacara mi cámara/ y tú practicaras, para mí,/ las poses de edecán,/ de demostradora de autos,/ mirarte a través del lente/ frotando tus nalgas/ con el acero,/ para despertar mi antojo/ y las sonrisas de rechazo/ de los policías que de lejos/ nos mirarían”.

Apoyado en una rima asonante, el tono del poema siempre es conversacional: “soltarme con unas frases/ de Walter Benjamin/ cuando llegáramos a las latas de Campbells/ y a las serigrafías de la Monroe/ y que me callaras/ o me asustaras/ con un rápido beso/ del que Mao Zedong/ y el circuito cerrado/ fueran espectadores”. Sin embargo, Téllez Tejada inserta guiones y paréntesis que no sólo resultan inesperados, sino que le dan un giro a la imagen, proporcionándole otras posibilidades a su construcción, al mismo tiempo que acentúan el tono conversacional y suspenden y prologan el sonido de la siguiente línea: “sólo para que los dos soltáramos/ una carcajada/ previa ‒claro‒ a un beso”. O: “Tú enamorado de Jared Leto,/ yo con ganas de besar a Marlon Wayans/ o a ti/ (mejor a ti)/ la luz de la pantalla”.

Otro recurso notable resulta la narración del abandono de la inocencia a través de imágenes de absoluta ternura, pero que ocurren en los espacios más sórdidos: “Y quise/ acompañarte a ese cine/ que la oscuridad ‒plagada de cucarachas‒ fuera el aroma/ de esa vez primera// Deslumbrarnos a la salida/ con el mediodía del centro/ y caminar toda la tarde/ con la risa de confirmar/ por qué el suelo del cine/ era pegajoso”.

Sin embargo, Quise no es una rememoración del pasado, tampoco una reconstrucción de hechos, sino la elaboración de lo que nunca fue, de lo que jamás sucedió. Todavía mejor: es un poema que “relata” la soledad de un adolescente que recorre la ciudad imaginando la compañía de quien ama. Como ya lo hicieron antes poetas destacados ‒entre ellos William Carlos Williams, José Watanabe, Wallace Stevens, Charles Reznikoff y Marianne Moore, quien decía que el poeta debe utilizar un lenguaje que “hasta los gatos y perros puedan entender”‒, Luis Téllez Tejeda se vale de habla común para crear imágenes inusitadas a través de situaciones cotidianas, a las que no eleva ni embellece, sino mantiene en su naturaleza sencilla, pero les incorpora perspectivas inesperadas, muchas veces plásticas, semejante a una pintura, todo desde esa máxima de Carlos Williams según la cual “no hay ideas salvo en las cosas”, que aquí se cumple cabalmente: “pero acabaríamos/ en el cuarto del hotel/ roncando/ con la ropa puesta/ y una legión de zancudos en los tobillos”. Y más adelante: “que todo lo que podíamos decir/ estuviera ahí/ en nuestros dedos entrelazados/ y en tu mirada/ que sólo se apartaba de mi sexo/ para mirar a la ventana/ si sonaba un avión afuera”.

De ese modo Téllez Tejada produce diversidad de elementos que no están en el poema: en este caso, la luz que incursiona por la ventana, los ojos volcados hacia lo azul de cielo.

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