Bemol sostenido
- Alonso Arreola | @escribajista - Sunday, 22 Jun 2025 09:29



Supimos luego que lo llamaban Gigi. Eso nos dijo Marco, su compañero en la barra del Teatro Ariston de San Remo, Italia, hace unas semanas. ¿Le suena el nombre, lectora, lector? ¿Teatro Ariston? Apenas llegamos a la ciudad, tomamos la via Corso Matteotti para ver los nombres de autores y canciones que fueron grabados hasta la entrada del foro en donde el Festival della Canzone Italiana celebró este año su septuagésima quinta edición.
Hablamos de la competición que naciera en el Casino Municipal en 1951 para luego hacerse famosa, televisarse e impulsar himnos como “Nel blu dipinto di blu (Volare)” de Domenico Modugno, lo que traería influencias externas haciéndola gigante. En 1977 se movería a las tablas del Ariston, allí donde se afianzó en la cultura popular y en donde, como dijimos, conocimos a Gigi.
Su recibimiento no pudo ser peor. Le provocamos asco y quiso hacérnoslo sentir. Deseaba que nos largáramos. Por el contrario, su inesperada actitud nos animó a enfrentarlo. ¡No hemos pasado en balde tantos años de tinta y lodo! “¿Estás molesto?”, le preguntamos tras pedirle un Lemocello. Dijo no entender, pero se lo repetimos en dos idiomas y medio hasta que respondió con un ladrido, dándonos la espalda: “¡No!”
Fuimos entonces a la taquilla en donde conocimos a Ana. (¡Qué sería de Liguria sin sus mujeres!) Ella escuchó
y desarrolló nuestro deseo con amabilidad. Queríamos saber del teatro, verlo por dentro. Le hablamos de esta nuestra Jornada Semanal y de las ganas de recordar al festival en tierras que le han hecho eco rotundo.
Dijo que al día siguiente habría visita guiada y, más aún, que nos invitaba a conocer la exposición fotográfica dedicada a los primeros veinticinco años del festival (los del Casino). Una ruta fascinante nacida con la victoria de Nilla Pizzi y su “Grazie dei fiori” (simbólica en una región dedicada a las flores).
Ambos recorridos fueron magníficos. El estilo art déco del Ariston es notable en cada aspecto de su arquitectura y ornamento. Camerinos, sala de prensa, luneta y escenario; escaleras, dulcerías, espejos, guardarropas… Conocimos todo al cobijo de Antonello (si recordamos bien el nombre), un espíritu ligero y feliz en su trabajo.
Esa amabilidad, empero, contrasta con el abundante orgullo identitario que ve a los visitantes como plaga. Algo triste donde nacieran formas extremas del fascismo. Pero bueno, también aquí creció Italo Calvino, pluma que se uniera a la Resistencia contra los nazis. (Hoy San Remo tiene embarcaderos, playas y escuelas con su nombre.)
Confiando en él buscamos a “los otros”. Así conocimos a los técnicos del Tenco, foro histórico de cantautores frente al mar. A Dimitri, mesero de La Lanterna. A Giovanni, conductor que viviera en México por un año. A Chiara, heredera de un imperio floral. A Dario, empresario de las olas. Todos fueron buenos anfitriones y se abrieron con señalamientos similares que “explican” algo del carácter ligur.
Según ellos no es una cuestión racial ni personal, es algo contra todos los extranjeros, sin importar su origen. Porque San Remo es un pueblo chico, ajeno a la proyección global del Ariston y de su festival, pese a las muchas estrellas que los visitan. Es un sitio que gusta del estatismo y repele el cosmopolitismo cotidiano. Y lo entendemos. Ya hemos escrito sobre las perversiones del turismo, pero igual da miedo el comportamiento nacionalista en un mundo que castiga diferencias.
Como sea, gracias Ana. Larga vida al Ariston y al Festival de San Remo. Búsquelos. Sígalos. Sonreirá con la abundancia de su talento. Buen domingo Buena semana. Buenos sonidos.