Cocoyoc imágenes fílmicas y recuerdos de luz y cenizas

- Rafael Aviña - Sunday, 22 Jun 2025 09:00 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Este artículo, mesurado y entrañable, trata sobre la historia fílmica y a la vez muy personal de un lugar, el Hotel Hacienda Cocoyoc, escenario propicio para algunas secuencias de la pantalla grande, como 'Bajo el volcán' (1984), de John Huston y 'Butch Cassidy y Sundance Kid', de George Roy Hill, por mencionar sólo dos ejemplos de varios referidos aquí.

 

Para aquella familia que llegó ahí en marzo de 1998. Para todos los trabajadores del Hotel Hacienda.

 

Encuentro y pasado

El lunes 15 de enero de 1968 aparecía publicado en el periódico El Universal un anuncio que señalaba: “Ruta al Paraíso. A 80 kilómetros del Distrito Federal. Hotel Hacienda Cocoyoc, Morelos. Reservaciones al teléfono. 18-06-20 ext. 10. Los proveedores y contratistas se enorgullecen de haber contribuido a la construcción del Hotel Hacienda Cocoyoc, por tan grande aportación al engrandecimiento del turismo nacional.” El texto iba acompañado de un mapa y la efigie de un coyote representativo del lugar.

Pasarían justamente treinta años para que conociera por vez primera ese sitio perteneciente a Yautepec, ubicado adelante de Tepoztlán, a minutos de Oaxtepec y poco antes de llegar a Cuautla, un municipio morelense al que solíamos acudir muy seguido en familia. Unos amigos nos recomendaron ese recinto que no tenía comparación con los hoteles que visitábamos en Cuautla. Llegamos ahí por la mañana un viernes de finales de marzo de 1998. Oli tenía siete años recién cumplidos y Rai seis semanas de nacido. Rai venía dormido en la sillita que coloqué sobre una de las cuatro mesas con sombrillas, ubicadas en cada esquina de la alberca de “agua caliente” mientras Evita y Oli se cambiaban e instalaban.

El lugar era y sigue siendo bellísimo. No obstante, hubo un par de detalles que me impactaron de inmediato: primero, la manera en que la luz iluminaba a mi hijo al filtrarse entre los tabachines y los árboles de mangos que nos rodeaban. Y segundo, las cenizas que se esparcían por el aire de manera fantasmal debido a un ingenio azucarero cercano y que Oli intentaba atrapar entre sus manitas. Desde entonces, luz y cenizas sellarían mi relación con el Hotel Hacienda Cocoyoc, sitio y municipio marcado por la historia y el cine.

Fundado por los tlahuicas hacia el siglo XI, Cocoyoc formó parte del extenso territorio otorgado a Hernán Cortés después de la Conquista. La hacienda fue construida junto con su trapiche y capilla hacia 1600 y bautizada como San José de Cocoyoc en 1698 con sus 148 hectáreas de riego, convirtiéndose en una de las principales productoras de azúcar y con diversos dueños al paso del tiempo. A principios del siglo XIX se construyó su acueducto para traer agua de riego y durante la Revolución sufrió saqueo, destrucción y sus tierras fueron repartidas. Hacia 1957, el empresario Paulino Rivera Torres, cuya tumba se encuentra afuera de la capilla, adquirió sesenta y ocho hectáreas y veintiocho de ellas las transformó en el entonces exclusivo Hotel Hacienda Cocoyoc, conocido como “El Paraíso de América” inaugurado en 1968 y “protegido” en su interior por una sencilla y hermosa escultura de piedra que representa a un coyote, “Coco” para nosotros y esencia emocional de nuestras estancias ahí.

 

Historia fílmica

Quizá la primera película filmada en la antigua hacienda antes de transformarse en hotel fue Lluvia roja (1949), de René Cardona; en ella, un coronel (Jorge Negrete) con fama de sanguinario, conoce a una joven (Elsa Aguirre) que ingresará a un convento y se refugia en una iglesia en ruinas por la lluvia (la hacienda Cocoyoc). Al escuchar al militar y a sus hombres decir que convertirán la capilla en troje lo enfrenta. Se enamoran, se casan y aquél persigue y ahorca a unos rebeldes cristeros. Es capturado, ella lo salva pero es linchada y muere en sus brazos y él es ejecutado en medio de una lluvia torrencial.

Después vino la inquietante alegoría cristiana de Nazarín (1958) de Luis Buñuel, con Paco Rabal, Marga López y Rita Macedo; Buñuel utilizó algunas locaciones del pueblo de Cocoyoc, entre otros municipios de Morelos. En noviembre de 1968, a once meses de inaugurado el Hotel Hacienda con sus habitaciones y suites amuebladas al estilo colonial mexicano, salones, capilla y campo de golf, éste sirvió para hospedar al director George Roy Hill y sus estrellas Paul Newman, Robert Redford y Katharine Ross y otros actores que participaron en el rodaje del nostálgico western Butch Cassidy y Sundance Kid (1969).

Asimismo, el spaguetti western de Don Siegel: Dos mulas para la hermana Sara (1970), filmado en Tlayacapan, estelarizado por Clint Eastwood, Shirley MacLaine y Manolo Fábregas, con foto de Gabriel Figueroa, sobre un mercenario estadunidense que ayuda a una monja (en realidad una prostituta) que colabora con rebeldes juaristas en contra de Maximiliano, contó con el apoyo del Hotel Hacienda Cocoyoc para albergar al elenco: ahí, Eastwood recibió las visitas de diversas “novias”, entre ellas, Susan Saint James.

El interior del Hotel Hacienda Cocoyoc, sus primeras dos albercas (años después agregarían una con tobogán), sus jardines, el antiguo trapiche, el acueducto y una master suite fueron captados por el debutante Mauricio Walerstein en Las reglas del juego (1970), drama sobre la pasión erótica entre un joven nihilista y adinerado (José Alonso) que pretende montar Antígona en teatro experimental y una liberal strip teaser (Isela Vega) que llama a Alonso“joven caguengue”.

En la entretenida sátira de José el Perro Estrada, El primer paso… de la mujer (1971) producida por el mismo Walerstein se enlazan tres historias de tres jovencitas de distintos estratos sociales que dan el mal paso: Ana Martin, hija de un líder de una “ciudad perdida”; Verónica Castro, la universitaria hija de un apocado burócrata, y Alicia Encinas, la niñita bien que pierde la virginidad en el Hotel Hacienda Cocoyoc con un ingenuo exseminarista y escritor (Pedro Regueiro). Aquí se observa la entrada y la recepción, así como las habitaciones cercanas al campo de golf. A su vez, el área alrededor de la capilla simula un convento en el violento western Con furia en la sangre (1973), de Barry Shear y Samuel Fuller, con Richard Harris, Rod Taylor e Isela Vega.

En los créditos finales de Bajo el volcán (1984), de John Huston, según la novela de Malcolm Lowry, ambientada en Morelos en 1938 durante la fiesta de Día de Muertos donde el cónsul británico (Albert Finney) se hunde entre el alcohol y los recuerdos, acompañado por Jacqueline Bisset, Ignacio López Tarso, Emilio Fernández y Katy Jurado, se menciona: “Una especial deuda de gratitud al Hotel Hacienda Cocoyoc”. Y en la torpe comedia de Rafael Villaseñor Kuri, Entre compadres te veas (1986), con el trío de machos que encarnan Vicente Fernández, Andrés García y Eulalio González Piporro y Olivia Collins, requirió varias escenas dentro del Hotel Hacienda.

Finalmente, de manera azarosa, di con un breve corto documental de Demetrio Bilbatúa filmado en 1968, dedicado a la belleza e infraestructura de Morelos de ese momento. Los últimos minutos capturan el Hotel Hacienda Cocoyoc en todo su esplendor; lo más sorprendente es que, gracias al corto, descubrí que en un área de jardines donde hoy se encuentra la alberca con tobogán se desarrollaban competencias hípicas internacionales. Lo increíble es que no existe en el hotel una galería o registro visible de toda esta experiencia fílmica.

 

Luz y cenizas

Ese primer encuentro con el Hotel Hacienda Cocoyoc no sólo cambió nuestras preferencias de descanso y paseo sino que, sin saberlo, sellaría una relación de emociones y procesos significativos en la existencia de esa familia que llegó en marzo de 1998. Más allá del bello acueducto y su bajada de agua por las escaleras de piedra, las impresionantes raíces colgantes a su alrededor, el misterio de su pequeña capilla y sus habitaciones más antiguas donde emergen extrañas energías de tiempos pretéritos, sus pasillos laberínticos, sus lindas albercas de donde era casi imposible sacar a mis hijos, las viejas caballerizas, su vegetación, fuentes y esculturas de piedra, la antigua galería y salón de juegos hoy en desuso, el circuito alrededor del campo de golf, el vestíbulo de La Chispa y sus pinturas antiguas, la amabilidad de sus empleados, la lluvia nocturna en verano y el pasto siempre verde; e incluso, más allá del cafecito matinal o la Negra Modelo y el té blanco guayaba por las noches, pernocta aquello que dejamos ahí y lo que ese lugar dejó en nosotros.

En aquel viaje primigenio yo cargaba con una libreta azul llamada Dream Catcher donde escribía ideas, argumentos, reflexiones; de ahí salieron los primeros bosquejos del guión de Borrar de la memoria (Alfredo Gurrola, 2010) y varios libros; incluso luego de tantas visitas hice un registro de las “mejores” habitaciones. Ahí, Oli, que ya volaba desde sus siete años, desarrolló su curiosidad, su tremendo mundo interior y sus habilidades artísticas como el dibujo, que la llevarían a la fotografía, y ambos descubrieron ahí lo que era montar a caballo. Ahí, Rai aprendió a caminar y veinticinco años después, en mayo de 2023, en el restaurante Los Arcos tomó una decisión trascendental: despedirse de su título y trabajo de abogado para apostar por el cine. También ahí, en el Hotel Hacienda, mi mujer y yo enfrentamos la separación; la luz y las cenizas eran señales y augurios.

Pese a ello, el estallido de luz entre los tabachines y árboles de mangos y aquella ceniza fantasmal nos reconfortan también y nos transmiten calor y paz por las múltiples alegrías e instantes felices ahí vividos (y quizá por vivir). Treinta años después comprendo que la añeja estatua de “Coco” que esperaba la llegada de Oli y Rai, que les hablaba y respondía y que aún hoy les habla ‒¿sabrán que soy yo?‒ fue la cinta métrica emocional de mis hijos, a quienes espero alcanzar por lo menos sus talones en la forma como crecieron y maduraron en aquel Hotel Hacienda Cocoyoc.

 

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