Biblioteca fantasma
- Evelina Gil - Sunday, 29 Jun 2025 23:58



La literatura no es necesariamente un reflejo de la realidad pero está impregnada de ella. Y algunos autores/as poseen una sensibilidad particular para capturar las emociones generadas por eventos trágicos, verídicos, y hacer del dolor humano la médula de una narración de carácter universal. Una de las autoras mexicanas que logra vincular empáticamente a sus personajes con los lectores, es Magali Velasco (Xalapa, 1975), y su más reciente novela, mención honrosa en el cuarto Concurso Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska, Cocodrilos (Sial Pigmalión, BUAP, Fundación Elena Poniatowska Amor), recrea la pesadilla que representó la gubernatura de Javier Duarte, a quien se le nombra sólo una vez, y durante la cual ocurrieron tantas cosas que por el momento mencionaremos nada más los asesinatos de periodistas y los miles de desaparecidos que hicieron de aquel estado una inmensa fosa común.
Inspirado en un caso real (uno de tantos pues se ha perdido la cuenta de cuántos periodistas han sido asesinados y/o desaparecidos en nuestro país), Cocodrilos tiene un arranque detectivesco, un sigiloso encuentro entre un joven fotoperiodista de nombre Santiago Becerril y su querida maestra, Amanda González, quien ha acumulado pruebas suficientes para responsabilizar de una serie de desapariciones al secretario de seguridad. Esta introducción nos lleva a esperar una historia tipo El nombre de la rosa (experimentado mentor; pupilo idealista), pero Amanda es asesinada casi en las primeras páginas, y Santiago se queda con las carpetas de su maestra y el deber moral de destapar la cloaca, metafórica y real, aunque posiblemente replique el destino de aquélla. Más allá de exponer la trama policial, me interesa Santiago Becerril, personaje bastante rico en intenciones y en matices. Buen muchacho que se abre camino en un ambiente donde el valor, la bondad, la honestidad y la dignidad son más síntomas de ingenuidad que cualidades, por lo que mantiene un perfil bajo para no exponerse sin sentido, si bien no consigue disimular su aversión hacia determinados personajes políticos con los que está obligado a convivir a diario, entre ellos, el gobernador. Pese a su juventud, Becerril tiene a cargo una madre que sufre una muy severa forma de TOC que, por supuesto, vuelve más ardua la existencia del muchacho que, encima, no pierde la esperanza de exponer la complicidad del gobierno local con el narco en cuanto a la oleada de desapariciones. El título de la novela tiene relación con el método que, se murmura, emplean los criminales para deshacerse de sus víctimas, aunque a Amanda la han dejado intacta, como enviando un mensaje a alguien determinado. Solitario en principio, Santiago encontrará una invaluable colaboradora en Daniela, una antigua novia de la que sigue enamorado pero quien comparte su vena justiciera, un tanto aventurera, además de ser sumamente inteligente. Entre ambos escarban las pistas dejadas por Amanda a través de una serie de entrevistas con madres buscadoras (que, infiero, es material real) y lo que van descubriendo es mil veces peor de lo esperado. Y en los lugares más impensados e inocentes.
Cocodrilos es una novela absorbente que no deja indiferente al lector. Expone realidades terriblemente dolorosas con una delicadeza digna de destacar. Imposible obviar la violencia, que es central; la descripción de hechos impregnados de una crueldad que rebasa cualquier límite, como lo son los asesinos burlándose
de las madres de sus víctimas, o los que denigran a los muertos a la calidad de desperdicio; a quienes desconocen como semejantes antes, incluso, de eliminarlos con una crueldad que no procede del instinto animal sino de una infrahumanidad putrefecta. Pero ya desde Cerezas en París, su muy bella novela anterior, Magali Velasco me encandiló con estos retos estilísiticos, este no renunciar a la poesía por espantoso que sea lo que requiere narrar. Eduardo Antonio Parra no exagera un ápice al afirmar que esta novela duele.