Antonio Ortiz 'Gritón' y la reflexión digital

- José María Espinasa - Monday, 30 Jun 2025 00:07 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Un chat organizativo en honor de un artista plástico fallecido en 2024, Antonio Rafael Ortiz Herrera, conocido como 'Gritón', ha trascendido su naturaleza efímera y se ha convertido en un espacio propicio para la reflexión. Ese hecho detona la siguiente reflexión sobre la función y relación de los medios digitales en la vida cultural.

 

El 5 de diciembre del año pasado, cuando murió Antonio Rafael Ortiz Herrera, conocido como Gritón, el medio cultural y político mostró un enorme pesar: había muerto el amigo, el artista, el militante. La Secretaría de Cultura de Ciudad de México, a cargo de Ana Francis Moore, y El Museo de la Ciudad de México a cargo de Julia Cabrera organizaron, junto a la comunidad cultural, un emotivo homenaje en el patio central del recinto, con la participación de artistas plásticos, perfomanceros, poetas, activistas, amigos, parientes… fue, realmente, como él lo hubiera querido, una fiesta, aunque estuviera teñida de tristeza por su repentino viaje.

Lo conocí hace más de cuarenta años, cuando empezaba a pintar; venía de la ciencia y el sobrenombre de Gritón le cuadraba muy bien. No lo traté mucho, pero cuando me lo encontraba me daba gusto y sentía simpatía por lo que hacía. En el homenaje pude ver cómo el cariño de una comunidad más bien acostumbrada a regatearlo crecía y crecía. Cuando se empezó a organizar se formó un chat colectivo que ejemplifica ese cariño y ese crecimiento. Y a pesar de lo dicho en el párrafo anterior, me volvió a sorprender la efusividad y el aliento lúdico que ese chat recibió desde el principio y hoy, seis meses después, continúa recibiendo aún, pues el chat sigue abierto.

Es sobre la permanencia de lo digital que quiero reflexionar aquí. Una de las características de la web es su horizonte efímero. Pongo un par de ejemplos: Alejandro Aura tuvo durante un buen tiempo un portal en el que dialogaba con sus lectores, enviaba inéditos, reflexionaba sobre la enfermedad que le quitaría la vida, daba recetas de cocina… No sé qué pasó con el archivo digital. Su cercana amiga María Cortina hizo una edición impresa de esos textos, que publicó la SCCDMX, dirigida entonces por Eduardo Vázquez Martín. No recuerdo el tiraje, pero no creo que pasara de quinientos, no salió a la venta (se regalaba) y los ejemplares hoy en circulación son muy escasos. Tomás Segovia también mantuvo un blog muy activo los últimos años de su vida, pero de él creo que apenas la familia resguarda una copia digital. Ambas aventuras en la web me sorprendieron: yo, treinta años más joven que Segovia y quince más que Aura, no tengo ese interés en lo digital que ellos mostraban para encontrar un público lector y soy incapaz de hacer un blog; sigo, por cierto, escribiendo a mano y leyendo en papel, y veo, con miedo e impotencia, que mis alumnos jóvenes lo hacen cada vez menos: su universo es el digital.

Gritón me/nos da una lección: no estaba preocupado por la permanencia sino por el momento y consigue que un blog digital, condenado a ser efímero, permanezca mucho más allá de su finalidad práctica y que sus amigos y seguidores no sólo se informen de material documental sobre su vida y obra, sino que planean cosas, ediciones, exposiciones, homenajes. Su obra misma estaba marcada por esa disposición al momento, a la circunstancia, al hecho concreto. Y su militancia, que desde luego era política, estaba marcada por una idea de lo político mucho más amplia de lo que solemos entender con ese término. ¿Será ese un posible futuro de los materiales digitales? Ese, justamente, condicionado por una carga afectiva.

No hay que olvidar que el estilo expresionista a lo bestia, aunque dulcificado por su lirismo, del Gritón, viene de una plástica mexicana postsesenta y ocho (nació en 1953, tenía quince años entonces, lo que vivió fue la época de los grupos) y eso, que condiciona su voluntad de inmediatez y circunstancia, pide con mayor énfasis una documentación en papel. Por eso pienso que, como ha pasado con algunos diarios, que se mudaron a la web y luego regresaron al soporte tradicional, este chat debe llevar a una exposición y a un libro en papel. La polémica entre el virtuosismo técnico de algunos pintores más jóvenes y la reivindicación de una deliberada malhechura es un asunto que está lejos de zanjarse (yo pienso que no lo hará nunca). El quehacer vital del Gritón debe volverse un punto nodal para esa reflexión.

La necesidad de reacción lúdica e inmediata que provocó el ’68 ante el hecho represivo provocó también en cierta manera una pérdida. El famoso rizoma deleuziano anunciaba la futura red digital y esa literatura menor convertida en un demonio de negras intenciones pero grises resultados, lo que nos entrega hasta ahora es un campo del insulto anónimo, la agresión gratuita y la falta de ideas. Que en un lugar, por azar tal vez, surja un posible antídoto, debería hacernos reconsiderar el uso de ese medio como elemento no sólo de difusión sino de creación.

El mencionado chat fue creado con fines prácticos, organizativos y administrativos, se volvió sin embargo algo más: una especie de plaza pública virtual en la cual se prolongó el homenaje del Museo de la Ciudad de México y de muchos otros lugares y momentos. Las antenas gritoniles se han vuelto un referente cargado de sentido, subrayado por su aparente sencillez. Así, la era digital no debe dictar su condición efímera, anómala y peligrosa, a la cultura, a la creación y a la política, a las que tiene tendencia a volver planas, sino que debe servir para potenciar la condición de acción que tiene esa actividad. De una manera no planeada se abre un camino a explorar en el mundo de la web en busca de una densidad mayor a la que nos tiene acostumbrados el medio.

 

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