Carlos Bonfil y la crítica de cine
- José María Espinasa - Sunday, 06 Jul 2025 09:14



Hace treinta y cinco años inicie la aventura de la revista de cine Nitrato de Plata, que llegó a publicar veinticinco números y acabó en 1997. Antes había hecho, junto a Gustavo García, ya fallecido, Andrés de Luna y Felipe Coria, la revista Intolerancia. Ese grupo de críticos fue, paulatinamente, abandonado la crítica de cine; Andrés de Luna ha incursionado con éxito en la novela y en la crítica de artes plásticas y Coria se dedicó a la docencia; Gustavo, que murió antes de cumplir los sesenta años, nos dejó una notable serie de textos histórico-críticos sobre el cine mexicano. Carlos Bonfil, de nuestra misma edad, empezó a hacer crítica de cine en los noventa y pertenece a una nueva hornada de críticos, entre los cuales hay que contar a Daniel González Dueñas, Luis Tovar y Rafael Aviña. Soy de los críticos que lee, y con pasión y entusiasmo, a otros críticos, ya sea para discutir, ya para estar en consonancia. Esto último es lo que me sucedía con Bonfil: lo leía siempre y me dejaba guiar por sus sugerencias e intuiciones. Y las muchas veces que pensé en hacer una nueva época de Nitrato de Plata –un número de esa hipotética nueva época se quedó a punto de entrar a impresión– siempre pensaba en él como un colaborador cercano. La última vez que lo vi fue en la presentación de Cinexcusas, de Luis Tovar, y la noticia de su muerte me entristece y me sorprende.
No fuimos nunca amigos, pero cuando nos veíamos pienso que había simpatía. La crítica de cine, lo saben quienes la han practicado, es tal vez la más volátil de las críticas porque el mismo cine es volátil, voluble, caprichoso. Basta comparar una lista de las diez mejores películas de la historia de hace cincuenta años con una lista equivalente elaborada hoy. De Carlos me gustaba su tono sereno y su voluntad de claridad en sus reseñas, su capacidad de no dejarse atrapar en polémicas estériles y su mirada plural. Siempre pensé en él como mucho más joven que yo y ahora, al saber la edad en que murió –nacido en 1954, se me revela como un Dorian Grey por el que no pasaban los años. Era muy consciente del sentido que tenía reseñar la actualidad cinematográfica, los estrenos, los festivales; tenía algo parecido a llevar un diario público de un espectador. Y subrayo la palabra espectador, pues no asumía el tono, en el que hemos caído muchos, de pontificar sobre ese séptimo arte que no creo, lástima, que, como los gatos, vaya a tener siete vidas. Cuando uno se acostumbra a seguir a un crítico su ausencia nos deja un poco desubicados. ¿Cómo voy a escoger ahora las películas que quiero ver? Al abrir las páginas de este periódico –soy de los que siguen leyendo en papel– ya no encontraré sus textos y los voy a extrañar. Esa es otra forma de la amistad.
Vivimos en este siglo XXI una cultura acentuadamente visual y en cierta manera iconólatra. Bonfil, sin embargo, no cedía a dejar la palestra de la escritura en aras de una nueva oralidad. Su claridad no le impedía, al contrario, pensar en las películas y en sus autores con profundidad. Tampoco se dejaba sacar del terreno crítico. Cuando leía sus colaboraciones en este diario siempre pensaba en lo que alguna vez me dijo un funcionario gubernamental cuando hacia Nitrato de Plata: “al cine no le interesa lo que escriben sobre él”. La frase me gustaba en su voluntad de personalizar al lenguaje fílmico y revelaba la incomodidad que provocaban los señalamientos a una película, fueran a favor o en contra. Al cine hay que verlo, no hablar de él, decía otro funcionario. No sabe de lo que se perdió: platicar de cine es –sigue siendo–, un enorme placer. A Bonfil se le notaba: no sólo le gustaba ver películas, le gustaba también escribir sobre ellas, no era una obligación.
Él había empezado a ejercer cotidianamente la crítica cinematográfica cuando yo ya no lo hacía. A veces me encuentro en algún libro al releerlo, el recorte de alguna de sus reseñas y sonrío tratando de recordar por qué lo conservé. El papel amarillo me habla del tiempo transcurrido, pero no lleva fecha el recorte y no sé de cuando es. Veo en la red que escribió sobre Roberto Gavaldón y anoto que debo buscar el libro. En esta nota quiero rendirle un homenaje, pero no quiero que sea una despedida.