Claudio Magris, Walter Benjamin y el ángel de la historia
- Alejandro García Abreu - Sunday, 06 Jul 2025 09:47



Melancolía e intranquilidad
Claudio Magris (Trieste, 1939) –el escritor italiano vivo más significativo– evoca a Walter Benjamin (Berlín, 1892-Portbou, 1940) constantemente a lo largo de su obra. En la Melancolía de Albrecht Dürer (Núremberg, 1471-1528), escribió el autor cuyos restos reposan –posiblemente– en el cementerio de la comarca del Alto Ampurdán, que los adminículos vitales están en la superficie sin ser utilizados, piezas de una insustancial especulación. Magris plantea, basado en Benjamin y en Dürer, que para el individuo melancólico, “las cosas son enigmáticas, inconexas, cada una aislada en sí misma, privadas de auténtico significado, porque no las mira con esa afectividad, ese deseo, esa intimidad que les dan calor y las hacen familiares, amigas de las manos que las tocan y las hacen trabajar, elementos de la vida, como las estaciones en cuya constante sucesión es posible insertarse con armonía.” Para la persona melancólica eso sólo es una manera infructuosa de deslucir y anularse.
Según Magris –escritor profundamente melancólico–, Benjamin realizó un autorretrato a través de los elementos y las representaciones del mundo, y se refirió al rumbo de la historia, a la personal y a la perteneciente a la colectividad, que “el progreso” destruyó. “El mundo, para él, no es la naturaleza, ya perdida en una época muy anterior a su vida y a su infancia; perdida en un tiempo mítico destruido por el progreso histórico, la infancia relampaguea en breves apariciones sólo en las páginas de algunos escritores épicos del pasado.”
Para Benjamin –suscribe Magris– “articular históricamente el pasado no significa conocerlo ‘tal como verdaderamente fue’. Significa apoderarse de un recuerdo tal como éste resplandece en un instante de peligro.”
Persecución y suicidio
Magris evoca el Memorial que el artista plástico y escultor israelí Dani Karavan (Tel Aviv, 1930- 2021) realizó entre 1990 y 1994 para conmemorar a Benjamin. El escritor alemán fue perseguido por la Gestapo y también fugitivo de la policía franquista en Portbou y se suicidó. Karavan “lo recuerda con el vacío, con la ausencia: un sencillo corredor, un pasaje que desciende, entre los olivos al viento, hasta un mar de un azul insoportable.” La ciudad catalana se convirtió en un emblema
de la muerte y de la tragedia provocada por la persecución.
El autor triestino comenta que la destrucción es parte de la esencia de Benjamin, quien en un texto describe “el curso de la historia como una carrera hacia el futuro que deja atrás montones de ruinas, que entierran a las víctimas caídas durante el avance del progreso”. Magris interpreta la obra del genio berlinés: “Benjamin –que en su utopía de rescate de los vencidos y de los olvidados fusionaba a Marx y el Talmud– era contrario a cualquier regresiva nostalgia por el pasado y lo arcaico, tan ferozmente injustos y violentos.”
Magris colige que el filólogo Peter Szondi (Budapest, 1929-Berlín, 1971), uno de los más perspicaces y fraternos expositores de la obra de Benjamin, también suicida, dijo que la descripción de la ciudad –en particular de su propia urbe, Berlín– “es un viaje en el tiempo más que en el espacio.” Y el autor italiano, contundente, dice que Benjamin está a la vez encantado y simultáneamente aterrado por el olvido.
Cierta “satisfacción infantil”
El germanista de Trieste recuerda que Benjamin absorbe con energía la gesta de la nueva Rusia, su ardor por el futuro, el “aura revolucionaria” que circunda al pueblo, la “satisfacción infantil” de los rusos, transformada en la infancia que la revolución tenía que brindar a las personas en un preciso universo salvado.
El ángel de la historia
Angelus Novus, el cuadro de Paul Klee (Münchenbuchsee, 1879-Muralto, 1940), creado en 1920 y expuesto actualmente en el Museo de Israel en Jerusalén, representa un ángel que se aleja de “una sombra” sobre la que se mantiene atento. Con la boca abierta, las alas extendidas y los ojos imponentes, el ángel le interesa a Magris porque Benjamin percibió en la pieza de Klee al “ángel de la historia”, que debía poseer esas características. “Su Angelus Novus, el ángel de la historia y del progreso, avanza hacia el futuro, pero vuelve a contemplar las ruinas provocadas por su paso y a los que resultaron avasallados”, plantea Magris basado en Benjamin, quien aseveró que “el elemento destructivo o crítico en la historiografía se hace patente cuando hace saltar la continuidad histórica.”
Para el hombre que se suicidó en Portbou, “la historia tiene que ver con interrelaciones y también con encadenamientos causales tejidos fortuitamente. Al dar ella una idea de lo constitutivamente citable de su objeto, éste, en su versión más elevada, debe ofrecerse como un instante de la humanidad. El tiempo debe estar en él en estado de detenimiento. La imagen dialéctica es un relámpago que va por sobre todo el horizonte del pasado.”
Claudio Magris –intérprete sobresaliente de la obra de Walter Benjamin– sabe, como el berlinés, que el arte –y en particular el vínculo de la literatura con la filosofía y con la historia– es un prodigioso fenómeno de ruptura.