La victoria de Israel,derrota del pueblo judío (Carta a mis amigos judíos)

- Hermann Bellinghausen - Sunday, 06 Jul 2025 09:11 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Ante el complejo panorama que en estos tiempos se ha presentado en Israel, el atentado de Hamas, el genocidio en Gaza y la limpieza étnica en Cisjordania, se “dice e informa tanto que ya nada dice nada ni informa realmente. Entre más guerra menos verdad, como siempre”, esta carta a los amigos judíos del autor, lúcida, rigurosa y entrañable, también ofrece un panorama de la situación del pueblo judío que no respalda las acciones del Estado israelita.

 

Queridas amistades vivas y muertas: confieso, por si acaso importa, que quise escribirles por primera vez el 8 o 9 de octubre de 2023, después del artero ataque de Hamas contra civiles en territorio de Israel, así como su brutal impacto en la sociedad israelí y los judíos del mundo. Las cosas evolucionaron a peor tan rápido y de manera tan profundamente atroz por el lado del régimen de Tel Aviv y la opinión pública proisraelí que se me fueron las ganas.

Como saben, rechazo cualquier terrorismo, apoyo la creación de un Estado libre palestino vecino de Israel y considero que éste ha devenido un Estado criminal y deshumanizado, un Golem creado por el sionismo y la ingeniería colonial británica y estadunidense. Comparto con la mayoría de ustedes los puntos de vista en cada una de las cosas involucradas en esta desgracia humana. Es una cuestión universal: nos incumbe a todos. Pero ustedes además han enfrentado, en mayor o menor grado, una decepción profunda. Crecieron en la memoria de la Shoa, trabajaron en algún kibutz, respiraron los aires mediterráneos, compartieron la saga fundadora, estudiaron hebreo, cumplieron con los requisitos ceremoniales. Y se descubrieron engañados. Una amiga recuerda que sembró olivares con entusiasmo, para luego deducir que lo que hizo fue borrar vestigios palestinos.

Ya no se guardan las apariencias. La “solución final” en curso hace innecesarios los engaños. El abuso es abierto y desafiante. Resulta que siempre se trató de acabar con los palestinos y ocupar todo su territorio. Ya sin disimular ante el mundo y despreciando a la ONU que lo cobijó siempre, el régimen sionista está a punto de lograrlo. Décadas de apartheid y deshumanización del vecino palestino aceitaron el camino para la limpieza étnica. Ni Hitler fue tan eficaz. Y crearon una sociedad y una identidad “israelí” aparte de cualquier otro judaísmo: militarizada, teocrática, paranoica y arrogante. Se considera por encima del resto de la humanidad. Esa inhumanidad es lo más antijudío en la historia del sedicente “pueblo elegido”.

No faltan aliados pese a todo, tontos útiles o socios comerciales sin escrúpulos. Tras el bombardeo a Irán quedó exhibido el control que tiene Israel sobre los gobiernos del mundo blanco, “libre”, occidental, capitalista y cristiano. Destacan los fanáticos evangélicos, motor electoral del neofascismo trumpiano y defensores a ultranza del Reino de Dios que les conviene. Si el genocidio es voluntad divina, mejor terminarlo cuanto antes y a lo que sigue (que podría ser el fin del mundo, obsesión arraigada en las religiones monoteístas, convencidas de que en el Juicio Final ellos serán los recompensados).

Observador temprano del ascenso nazi, Karl Kraus, escritor austríaco y judío muerto en 1936, poco antes del infame Anschlüss, encontró irracional y místico el ambiente político de su tiempo, “con una mística de sangre que no dudan en derramar por la causa tanto el movimiento pangermanista como el sionista”, así que “los combate a ambos” (Pedro Madrigal: prólogo a La Tercera Noche de Walpurgis, Icaria, 1977).

De mis amigos y amigas que se asumen judíos he aprendido el desengaño, el dolor interno, la vergüenza. Una vergüenza raigal de proporciones históricas y para algunos teológicas, si no sagradas. También sé que otros de ustedes, colegas, antiguos compañeros de lucha o trotes culturales, piensan diferente y reaccionan emocionalmente para defender a Israel asimilándolo a “todos los judíos” sin distinción. Diagnostican a diestra y siniestra el famoso jüdischer Selbsthass (autoodio judío), una coartada clásica de los chantajes
sionistas.

Estos últimos tal vez rechazan al régimen de Netanyahu, como numerosos ciudadanos dentro del Estado-Fortaleza, y seguramente aprobaban la creación del Estado palestino. Pero eso se acabó. No sucederá. No obstante, firmaron desplegados o declararon abiertamente su respaldo a las instituciones israelíes en aras de la libertad de pensamiento, soslayando que ellas participan en la estrategia de aniquilación. Aprueban “el derecho de Israel a defenderse”. Es su versión la que predomina en los grandes medios electrónicos y buen parte de los escritos.

A pesar de la propaganda informativa, en México la mayoría de las personas que algo saben del conflicto simpatizan con Palestina. Por identificación de clase, sentimiento anticolonial o mera simpatía por el débil. ¿Antisionismo? En parte, sí, y no es nuevo, pero también es momento de reformular el adjetivo. A diferencia de los siglos anteriores, hoy los identificados como judíos en el mundo encarnan El Poder: militar, económico, político, social. Han dejado de vivir en guetos, no son parias, marginales ni inferiores. En México, para la gente común, los judíos son burgueses y ricos que se dan mucha importancia. Más que odio al judío es antiextranjerismo atávico y rudimentaria lucha de clases.

 

El “pánico moral” según Ilan Pappé

A riesgo de repetir ideas que seguramente ustedes ya conocen, me permitiré una digresión dirigida a los demás lectores. El historiador crítico israelí se preguntaba recientemente: “¿Por qué Occidente oficial, y en particular Europa occidental oficial, es tan indiferente al sufrimiento de los palestinos?” Ello, al grado de orillar al Partido Demócrata a perder las elecciones, pues resultaba prioritario apoyar la escalada genocida de Israel, cuyos intereses siempre ganan en Estados Unidos.

Para Pappé, estos últimos meses son otra cosa. “Ignorar el genocidio en la Franja de Gaza y la limpieza étnica en Cisjordania sólo puede describirse como intencionado y no como ignorancia. Tanto las acciones de los israelíes como el lenguaje que las acompaña son demasiado visibles para ser ignorados, a menos que los políticos, académicos y periodistas decidan hacerlo.”

El historiador describe el fenómeno de “pánico moral”, característico “de los sectores más concienciados de las sociedades occidentales: intelectuales, periodistas y artistas”. Se trata de “una situación en la que una persona tiene miedo de adherirse a sus propias convicciones morales porque ello requeriría un cierto valor que podría tener consecuencias. No siempre nos vemos sometidos a pruebas que requieren valor, o al menos integridad. Cuando ocurre, es en situaciones en las que la moralidad no es una idea abstracta, sino una llamada a la acción. Por eso tantos alemanes guardaron silencio cuando los judíos fueron enviados a los campos de exterminio, y por eso los estadunidenses blancos se quedaron mirando cuando los afroamericanos fueron linchados”.

Esto resulta en dos temores. El primero, “ser condenado como antisemita o negacionista del Holocausto”; el segundo, “que su respuesta honesta desencadene un debate que incluya la complicidad de su país, de Europa o de Occidente en general, en el fomento del genocidio y de todas las políticas criminales contra los palestinos que lo precedieron”.

Dicho pánico da lugar a “fenómenos sorprendentes”, añade. “Convierte a personas cultas, elocuentes y competentes en perfectos imbéciles cuando hablan de Palestina.” En los grandes medios de comunicación occidentales, “la falta de un mínimo de compasión y solidaridad hacia las víctimas del genocidio ha quedado al descubierto”. Esto ha generado un “comportamiento moral distorsionado”, el “desequilibrio de humanidad y solidaridad es sólo un ejemplo de las distorsiones que conlleva el pánico moral”. Pappe concluye: “No ceder al pánico es un pequeño pero importante paso hacia la construcción de una red global para Palestina, que se necesita urgentemente”: https://www.sinpermiso.info/textos/sobre-el-panico-moral-y-el-valor-de-hablar-el-silencio-de-occidente-sobre-gaza

También Noam Chomsky destaca como crítico inflexible. Su magisterio lleva décadas. Muy didáctico para liquidar ese “pánico” resulta Israel Turning Point. A Global Wake Up Call: https://www.youtube.com/watch?v=zdQlJklIGV4

El camino de los mejores maestros

Se dice e informa tanto que ya nada dice nada ni informa realmente. Entre más guerra menos verdad, como siempre. Un rasgo que mis buenos amigos judíos no han perdido, y lo honran como legítimos herederos, es el gran humanismo secular judío que influyó para que Europa no fuera sólo un continente brutal de colonialistas y “razas” incompatibles. Hoy el ciclo se repite en Occidente, pero las “razas” despreciables son otras. Los judíos ya son parte del poder.

Baruch Spinoza, bien supo leer Karl Marx, trazó el camino que construirían algunos de nuestros mejores maestros en arte y pensamiento. La lista sería larga: tanto Freud, tanto Kafka, tanto Einstein, tanto Mahler y Proust que agradecer. Gracias también a ustedes que comparten admirables rasgos culturales, aún los más asimilados a México, y una identidad colectiva que los caracteriza poderosa y entrañablemente.

Crecí en un entorno familiar de vergonzante hostilidad al judaísmo, pero tuve la fortuna, casi la necesidad, de encontrar amigos judeomexicanos desde los doce o trece años. Esteban, Elías y Raúl, algo mayores, eran los perfectos héroes de un preadolescente. Aprecié su seguridad, su lenguaje malhablado “bien mexicano”, su liderazgo; no eran especialmente cultos, pero me enseñaron libertad, confianza y un especial amor a nuestro país. Marcaron mi adolescencia. Luego, cuando cursé la carrera de Medicina en la Universidad, entre mis compañeros y maestros más brillantes no era raro encontrar judíos. Para bien o para mal, como tales los identificaban los estudiantes y profesores. De ahí en adelante la vida me regaló muchos cuates y cuatas, especialmente en las filas de la izquierda. De acá, de Argentina, de Estados Unidos. Y hasta familia judía tengo.

No es lugar para discutir la vieja obsesión medieval por Los Judíos, reiterada en el escritor protonazi Ernst Jünger, de prosapia militar prusiana y autor con un estilo de acero, muy admirado en los altos círculos literarios en Occidente. “Sólo existen dos misterios, el oro y los judíos”, afirma su alter ego en una de sus novelas. El oro, de acuerdo, es un misterio. Sigue siendo inexplicable que un pinche metal ni tan escaso domine la locura y la codicia humana bajo el ya longevo capitalismo.

En tanto, el “misterio” de “los judíos” delata un rasgo perverso de la cultura europea en general, una obsesión malsana que cimentó al imperio español y sobre todo infectó al continente no latino. De ahí el Schylock de Shakespeare, los pogromos del zarismo, aquellos prejuicios de Dostoievski similares a los del resto del continente, que causaban discriminación, no pocas veces por envidia, como corroboró el nazismo ante la evidente calidad ética, artística, intelectual, filosófica y científica de los judíos alemanes, a través de los “lentes ensangrentados de Hitler” (expresión de su biógrafo Dan Rosenbaum para explicar “los orígenes de su maldad”).

Estuvieron entre lo mejor de una Europa codiciosa y acomplejada. Lo que Enzo Traverso llama “la modernidad judía” al fechar su fin con el Holocausto y el nacimiento del Estado sionista. En 1968 yo era un jovenzuelo de secundaria, lo que pasaba con los estudiantes aquí y en el mundo me resultaba nebuloso, pero de inmediato resonó en mí la frase parisina “todos somos judíos alemanes” en apoyo al líder estudiantil Daniel Cohn-Bendit.

 

La resistencia judía en México

El Holocausto y el sionismo reaccionario (hubo otro, socialista, ya plenamente derrotado) no marcaron el fin del judaísmo secular. Sus fenomenales aportes a las músicas de la modernidad (postromanticismo, dodecafonismo, jazz, rock), así como en letras, artes visuales, ciencias, filosofía, lúcida reflexión histórica, siguen honrándolos a todos ustedes y nos enriquecen. Cuando veo a mis amigos y amigas judíos mexicanos en
las constantes marchas por la libertad y la
paz en Palestina, admiro su valentía y compromiso humano.

Horacio Socolovski Aguilera entrevistó a algunos de ellos en La Jornada Morelos (21/VI/25). Y resume: “‘No en nuestro nombre’ es la consigna elegida en unísono por múltiples colectivos de la comunidad judía que se solidarizan con Palestina a nivel mundial, como Global Jews for Palestine, Jewish Voice for Peace, la Liga neoyorkina de judíos por la dignidad, y quizá la organización de más larga data, Neturei Karta International (NKI), comunidad de activistas que representan a miles que siguen el judaísmo tradicional y debido a su creencia religiosa se han opuesto siempre a la doctrina del sionismo y a la ocupación de Palestina, condenando desde su inicio las continuas atrocidades contra esa nación.”

En México existen tres colectivos más: Judíes por una Palestina Libre (JPL), la Agrupación Mexicana de Judíes Interdependientes (AMJI), y el colectivo artístico-activista Doikait, reporta Socolovski: “Los tres ubican sus actividades principalmente en Ciudad de México, y no conocen grupos antisionistas en el interior de la República, donde las comunidades judías son pequeñas y durante décadas han guardado un notable grado de hermetismo.”

Cita el manifiesto de NKI: “El sionismo fue formado en 1897 por judíos que abandonaron la raíz del judaísmo, formando más bien un auto-proclamado proyecto de ingeniería social cuya meta es transformar la identidad de los judíos de una comunidad étnica-religiosa a un nacionalismo material y político de estilo europeo, desprovisto de la creencia en D–s y del seguimiento de los Mandamientos. Esta transformación representa arrancar las raíces del judaísmo y borrar al pueblo judío. […] La ideología del sionismo, que es en realidad una innovación reciente y que busca forzar el fin del exilio, es contraria a la creencia judía y a milenios de tradición bien aceptada. Es por esto que el sionismo se ha encontrado con una firme oposición rabínica desde su misma concepción.”

Queridas gentes, termino con un abrazo para ustedes y una cita de Orly Noy, disidente israelí: “No somos inmunes. Un pueblo cuya existencia depende solamente de la fuerza bruta alcanzará inevitablemente el más terrible imperio de la destrucción y al final también será derrotado. Si no hemos aprendido las lecciones básicas de estos dos años, ya no digamos de los pasados 80, estamos perdidos. No por el programa nuclear iraní o la resistencia palestina, sino la estúpida arrogancia por la que sufre un pueblo entero.”

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