Los estudiantes, el pueblo y la Historia (Maoísmos en el IPN, 1968-1973)
- Luis Hernández Navarro - Sunday, 27 Jul 2025 20:56



Quiero agradecer el apoyo y la confianza de Jesús Vargas, Severiano Sánchez, Roberto Fernández, Adriana León, Jaime Ortega, Luis Meneses, Francisco Linares, Guillermo Palacios (+), Juan Luis Hidalgo, Héctor R. de la Vega y Carlos Garnica.
Grano de arena
El ’68 politécnico fue una revuelta plebeya que encontró en el maoísmo el cemento discursivo e identitario para articularse como sujeto en las aulas y más allá de ellas. Con él, luchando y viviendo en colectivo en calles y escuelas, sus participantes construyeron un nosotros. Apoyándose en él, con la máxima de que “el poder nace de la punta del fusil”, los jóvenes que sufrieron la violencia gubernamental y estigmatización, encontraron una respuesta organizativa para no “poner la otra mejilla” ante el agresor.
Su activismo y trama organizativa en base a brigadas, comités de lucha, asambleas y representantes revocables, fue la matriz para tejer una constelación asociativa para la acción política formada por colectivos, núcleos prepartidarios semiclandestinos, círculos de estudios y militancias individuales cohesionados por un sentimiento
en común. En el corazón de esta visión del mundo compartida se encontraba la máxima de que “el pueblo y sólo el pueblo es la fuerza motriz que hace la historia mundial”.
A pesar de los agravios gubernamentales o precisamente por ellos, entre 1968 y 1973, el movimiento estudiantil del Instituto Politécnico Nacional (IPN) fue el más importante semillero de cuadros de los maoísmos mexicanos. Sin exagerar, se formaron allí dos o tres millares de activistas que siguieron la Línea de masas. Nunca antes, ni nunca después, las corrientes identificadas con el Pensamiento Mao Tse-tung encontrarían una cantera tan fecunda como ésta.
Al interior de sus instalaciones se analizó la coyuntura nacional desde una perspectiva distinta a la de los viejos comunistas o a la del cardenismo, y circularon profusamente las revistas Pekín Informa, China Reconstruye, China Ilustrada, el Libro Rojo, las Cinco tesis filosóficas y las Obras escogidas de Mao Tse-tung. De sus aulas salieron multitud de activistas a vincularse a las más diversas causas populares. Trasladaron a esas luchas su experiencia organizativa como brigadistas. Algunos de ellos, con el paso de los años, se convirtieron en importantes dirigentes obreros (Severiano Sánchez), campesinos (Luis Meneses), urbano-populares (Marcos Cruz) o historiadores del México de abajo (Jesús Vargas) a lo largo y ancho del país.
Ese maoísmo fue, para muchos de esos jóvenes, su forma de ser contemporáneos con otros que, como ellos, también se sublevaron en el ’68 y ’69, en Francia, Alemania, Italia, Estados Unidos y tantos otros países más, y se identificaron con las posiciones chinas. En aquellos años, los vientos de la Gran Revolución Proletaria soplaban fuerte más allá de Pekín.
Si es cierto que “en un grano de arena puede verse el mar”, tres granos de arena en forma de viñetas pueden servirnos de ventanas para asomarnos a los oleajes que cambiaron a México de abajo a arriba, inventaron una nueva política de masas, erosionaron el viejo corporativismo priísta y formaron una pléyade de líderes subalternos.
El Papa
Cuenta Guillermo Palacios, de la Prevocacional 4, y la Vocacional 6, que una noche previa al 1 de mayo de 1969, Tapia, Bolio y él, y estudiantes politécnicos convencidos de que después del movimiento del ’68 no podían ser indiferentes y debían buscar nuevos caminos para seguir luchando, caminaban de regreso del Casco de Santo Tomás rumbo a su casa. Venían de Ciencias Biológicas. Habían tratado de imprimir volantes para repartirlos en el contingente ferrocarrilero pero el mimeógrafo estaba ocupado y no pudieron hacerlo. Ya no había transporte y además no traían para los pasajes. Al pasar por Buenavista, unos agentes
los pararon. Estaban greñudos y con incipiente barba. Vestían camisa verde y botas mineras, mezclilla, huaraches. Ellos se detuvieron. Los guaruras les pusieron las manos sobre el toldo del carro y les separaron las piernas. Los revisaron de arriba a abajo y les hicieron vaciar sus bolsillos para ver si llevaban armas o drogas. Les pidieron sus identificaciones. No llevaban nada: ni dinero, ni armas, ni propaganda, ni toques de mota.
Los policías los interrogaron: “¿A ver, pinches muchachos, qué andan haciendo a estas horas en la calle…?” Hasta que a uno de ellos le llamó la atención un afiche de metal dorado, laqueado en rojo, con la efigie de Mao Tse-tung de perfil, que Guillermo llevaba prendido en la solapa, similar al utilizado por muchos otros muchachos en aquellos años. “¿Quién es ese?”, le preguntó el tira de mala manera. Y él, sin titubear le respondió: “El Santo Papa…” Los dejaron ir. Según el Flaco, poco les faltó para que se persignaran...
Plaza Roja
Escribe Raúl Álvarez en La estela de Tlateloco: “el PCM planteaba que era necesario volver a clases. Nosotros señalamos desde la cárcel que llamar a levantar la huelga en esas condiciones, era una traición. La única respuesta alternativa a la del partido es el planteamiento maoísta, que en esencia recoge una parte de la argumentación del PCM: el problema es ir al pueblo. Las últimas manifestaciones del Movimiento del ’68,
promovidas por Ángel Verdugo, eran de estudiantes coreando “Mao-Mao Tse tung o Ho-Ho-Chi-minh”.
El 18 de diciembre de 1968, los estudiantes politécnicos levantaron finalmente la huelga en la Plaza Roja de Zacatenco. El acuerdo estaba tomado pero, igual, muchos muchachos estaban muy molestos. Igual que Raúl, el repliegue táctico, promovido por los peces y sus aliados en el Consejo Nacional de Huelga (CNH), era visto por aquellos que buscaban continuar el movimiento hasta el cumplimiento de tres condiciones, como una puñalada por la espalda contra la protesta.
Entre los que rechazaban el regreso a clases estaba la mayoría de las escuelas del Poli. Los inconformes se pusieron del lado de los maoístas. Así que, con la masacre de Tlalteloco como sombra y con la rabia y el dolor a flor de piel, confrontados visceralmente con los comunistas, como si fueran Jóvenes Guardias rojos, corearon en la explanada la consigna: “Mao/Mao/Mao Tse tung”.
En los últimos días de diciembre, el CNH se escindió. De las setenta escuelas que asistieron, Ángel Verdugo convocaba a más de sesenta. Su propuesta era asumir la ideología maoísta.
El hábito y el monje
¿Quién dice que la vestimenta no define la espiritualidad o virtud de los religiosos? En 1972, Carlos Garnica, hijo de obreros y obrero él mismo en Olivetti y Muebles Atlas, hoy historiador y entonces estudiante politécnico, se hizo un traje con un saco abotonado hasta el cuello y pantalones holgados, con cuatro bolsillos y cinco botones, similar al que vistió el presidente Mao Tse-tung el 1 de octubre de 1949, cuando declaró la fundación de la República Popular China. Su traje, una especie de elegante uniforme, lo acreditaba como una especie de monje maoísta.
Carlos vivió el ’68 con su camarada Nicanor Rodríguez Orduño, oaxaqueño de Matías Romero, la tierra de Demetrio Vallejo, y cuyo papá era ferrocarrilero. Cuenta que Nicanor dejó la ESIME y se fue a CENETI, para hacerse Ingeniero industrial. Lo recuerda como alguien claro políticamente, siempre ligado a los movimientos sociales. Desde la Voca ya era muy consciente. Sabía y platicaba de la reunión del 6 de agosto del ’68 que se hizo en la ESCA, donde se desconoció a José Rafael Cebreros como jefe de la Federación Nacional de Estudiantes Técnicos (FNET), la filial del PRI, y lo sacaron a escupitajos. Había estado allí y en veinte reuniones más. Rodríguez Orduño formaba parte de los maoístas pero estaba atrás. Él recibía los materiales chinos en un apartado postal y los trasladaba a donde los activistas los recogían para su distribución. Más de cincuenta años después, seguía recibiendo la propaganda del Coloso asiático.
Mao-Mao-Mao Tse-tung
¿Cómo fue posible que en un país sacudido y fascinado con la Revolución cubana el maoísmo cobrara tanta relevancia? ¿Cómo explicar que en una institución educativa de origen cardenista el Pensamiento Mao Tse-tung sentara sus reales?
Héctor R. de la Vega, estudiante de la Voca 3 y futuro dirigente de la OC Cajeme, asegura que en el IPN no había de otra más que ser maoísta. Y explica: “No te podías ir con los trotskos porque, para estar con ellos, tenías que haberte chutado El capital completo, leído las obras completas de Trotski, tenías que estar de acuerdo con que Stalin era un asesino y un organizador de derrotas, y que la Revolución Rusa había sido traicionada. Decías: ‘si para ser vanguardia necesito todo eso, no tengo interés alguno en ser vanguardia’. Y te quedas en el maoísmo.
”Lo que ellos hacen es incorporarnos a actividades que tienen que ver con servir al pueblo y construir redes sociales. Después empezaríamos a entender el mundo rural, la ciudad, pero, en lo inmediato, lo que nos interesaba es que no podíamos quedarnos en las escuelas y necesitábamos una salida.”
Severiano Sánchez, de Físico-Matemáticas, herido de bala el 10 de junio de 1971, arguye: “El estudiantado politécnico de esa época era sencillo en su pensamiento y expectativas de vida, más orientado a encontrar soluciones prácticas a problemas que a tener razonamientos rebuscados y complicados. Muy sensible a comprender la problemática de la clase proletaria, campesina, y población popular urbana porque eran nuestras familias y vecinos con los que convivimos.
”Por ello, cuando buscábamos respuestas y teorías de revolución en la vorágine de asambleas, represión, círculos de estudio y grupos políticos con diferentes referentes teóricos que se nos acercaban, encontramos en el maoísmo planteamientos claros, directos, cercanos a nuestra realidad y de fácil comprensión, sin rebuscamiento teórico y sin poner de pretexto tener que leer y discutir mucho antes de entrar en acción.
”El maoísmo te enseña que el conocimiento nace de la acción práctica y la reflexión objetiva, pero siempre comprometido y entregado a la acción junto a las masas. Su filosofía sostiene que, para poder ser un cuadro político eficaz en la lucha proletaria, hay que ser humildes, sencillos y reeducarte en el seno de las masas. Te daba una ruta clara de integración a la lucha.”
Carlos Garnica, de la Voca 3, recuerda: “Recibíamos propaganda china. En ese momento, comprendo que hay una controversia fundamental entre la postura soviética y la china, y los chinos señalan que el camino soviético ha perdido el rumbo. El rumbo lo tiene Mao Tse-tung. México tiene muchas situaciones que pueden parecerse a China. Un campo muy grande y un amplio campesinado. El hecho de hacer el trabajo desde el campo tenía sentido. Asumí que, más que ir al campo, en las ciudades había que formar una organización que camine para hacer el partido que dirija una revolución. El Pensamiento Mao Tse-tung resolvía el problema de la revolución.”
Para Jesús Vargas, representante de Ciencias Biológicas al CNH, que partió a Durango, Chihuahua y Sonora a apoyar el movimiento campesino impulsado por Álvaro Ríos, organizó el movimiento por la vivienda en Durango y apoyó a los mineros de Santa Bárbara, el crecimiento del maoísmo en el IPN tiene que ver con la posición del PCM de negociar el levantamiento de la huelga. “Para nosotros era una traición. Todos los que no estaban de acuerdo se pusieron del lado de quienes eran maoístas.”
Según él, muchos politécnicos habían llegado de provincia y andaban encerrados en el mundo de las matemáticas, las máquinas y la tecnología. Para ellos, la huelga del ’68 fue como salir de una cueva, respirar aire fresco. En medio del remolino de ideas, empezaron a circular los primeros textos del presidente Mao Tse-tung y folletos que aportaban las primeras ideas del marxismo-leninismo. Llegaban de manera gratuita, junto con dos pequeños libritos de color rojo que llamaban la atención de los estudiantes de Zacatenco por lo bonito del encuadernado y la facilidad para leerlos: las citas de Mao y otro librito muy parecido en el que se exponían las cinco tesis filosóficas de la revolución china. A través del Movimiento Marxista Leninista Mexicano, se hizo más intensa la distribución de los materiales.
“Los estudiantes buscaban estos libros. De igual manera se interesaban por unos folletos de aproximadamente cincuenta páginas, titulados Gran revolución cultural socialista de China. Estas publicaciones explicaban el origen y los objetivos de la Revolución Cultural, así como la justificación teórica del gran movimiento que desde 1966 estaban protagonizando los jóvenes de China. Se trataba de un tema apasionante por el contenido radical y porque en cierta forma respondía a las inquietudes de los estudiantes vanguardistas del Politécnico, que ya se habían convencido de que en México se necesitaba una revolución socialista.”
Ir al pueblo
Centenares, si no es que miles de jóvenes politécnicos, modificaron su horizonte profesional y de vida entre 1968 y 1973, y se incorporaron a fábricas, barrios y ejido, para organizar desde abajo al pueblo en la ruta de hacer una revolución socialista. Como dijo Guillermo Palacio: “Después del ’68 ya no pudimos ser indiferentes. Nuestra vida ya no pudo ser la de un estudiante normal. Teníamos que buscar caminos nuevos para seguir luchando.” Y lo encontraron fundiéndose con el pueblo. El maoísmo fue su inspiración y su guía de acción.