La flor de la palabra
- Irma Pineda Santiago - Monday, 01 Sep 2025 07:16



Las políticas públicas respecto a las lenguas indígenas han transitado desde la abierta intención de aniquilarlas, hasta el reconocimiento público de la diversidad lingüística y la aparente intención del Estado de apoyar el desarrollo de las mismas, particularmente a partir de 2003, con el establecimiento de la Ley General de Derechos Lingüísticos de Pueblos y Comunidades indígenas de México, resultado de una larga lucha de activistas sociales y culturales, entre los que destacan profesores del sistema de educación indígena y escritores organizados en la Asociación de Escritores en Lenguas Indígenas, AC, quienes participaron de manera importante en una propuesta legislativa en este sentido, además de impulsar la creación desde las instituciones de algunos reconocimientos literarios, como el Premio Nacional de Literatura Netzahualcóyotl o el Premio de Literaturas Indígenas de América.
Uno de los personajes que aportó bastante al desarrollo de la literatura en lenguas originarias a partir de los años ochenta fue el maestro Carlos Montemayor, con la impartición de talleres a lo largo y ancho de la República Mexicana, al mismo tiempo que los movimientos a nivel nacional por la reivindicación de los pueblos indígenas, de sus derechos, territorios y elementos culturales, como las lenguas, propiciaron la aparición de escritores que actualmente han consolidado su trabajo y han formado a nuevas generaciones de escritores y compositores en lenguas originarias, los cuales publican de manera sistemática en revistas o antologías, participan en lecturas públicas o conciertos y en páginas electrónicas o redes sociales. Algo que distingue a esta generación es que ya no se conforman con la escritura o la publicación en el papel; ahora abordan los medios electrónicos y digitales, crean sus audios, sus videos, para llegar a un público más amplio y a menor costo. Son jóvenes que no temen a la modernidad; por el contrario, la usan para crear y difundir en su propia lengua.
Esta difusión genera actualmente el reconocimiento local y externo, hay una presencia más constante de la literatura en lenguas indígenas en las instituciones educativas, en las ceremonias, concursos, eventos especiales y trabajo en el aula, lo cual responde, por un lado, al cumplimiento de los programas de educación indígena que requiere que se trabajen algunas actividades en lengua materna. Sin embargo, es importante mencionar que, a la par del crecimiento y la trascendencia literaria, hay una disminución en el número de hablantes de varios idiomas originarios debido a una larga historia de discriminación, aunque ahora los procesos son más sutiles, pues aparentan el reconocimiento de lo “otro”, lo indígena, cuando en realidad busca neutralizarlo, como ha ocurrido con el sistema educativo bilingüe que se creó como “respuesta” a las demandas de la población indígena, encabezada por maestros bilingües que exigían una educación en sus propios idiomas, y más recientemente se habla de educación intercultural bilingüe. Sin embargo, los contenidos educativos no contemplan la enseñanza sistemática en las lenguas maternas, sino solamente algunas actividades de lecto-escritura. Esto nos deja claro que el sistema dominante sólo respondió para simular la inclusión y neutralizar posibles conflictos con la población indígena.
Frente a esta dinámica de conflicto, la literatura se ha establecido no sólo como guardiana de la memoria colectiva o restauradora del lenguaje (con la recuperación de arcaísmos y creación de neologismos), sino también como la comunicadora de la cultura, tanto al interior como al exterior del grupo. La literatura puede seguir aportando a la transmisión de los elementos culturales hacia las infancias y también puede reforzarse como una forma de resistencia, como un medio
que recurre a la producción de sentido y al lenguaje estético para contarnos su historia, su filosofía, su sentir y su pensar.