Artes visuales
- Germaine Gómez Haro | [email protected] - Sunday, 07 Sep 2025 08:40



Pocos artistas contemporáneos provocan el asombro, la emoción y curiosidad como Chiharu Shiota (Osaka, Japón, 1972), una de las figuras más reconocidas en el panorama mundial por sus monumentales instalaciones site specific, realizadas con kilómetros de hilos de lana roja entretejidos a manera de inmensas marañas perfectamente diseñadas que, en la mayoría de los casos, se convierten en estructuras penetrables que invitan al público a sumergirse en los laberintos de su mundo poético y onírico. Su creación artística se expande también a objetos escultóricos, fotografía, vídeos performativos, dibujo y diseños para la ópera y la danza. Con una trayectoria de veinticinco años de creación, la artista japonesa que reside en Berlín se ha presentado en los museos más importantes del mundo, incluyendo su reciente muestra en el Grand Palais de París, una de las mayores atracciones culturales del año en curso.
La primera vez que vi el trabajo de Shiota hace diez años en el Pabellón de Japón, en la 56 Bienal de Venecia, quedé cautivada y recuerdo que en esa edición del magno encuentro del arte la suya fue quizás la pieza más comentada por el público y las notas periodísticas. La llave en la mano fue la instalación en la que millares de pequeñas llaves pendían de la enorme maraña de hilos construida sobre dos barcazas: las llaves que simbólicamente abren al espectador un mar de posibilidades, esperanza y oportunidad, flotaban sobre los botes como alusión a la atadura y la ausencia del individuo, concepto que en su obra tiene un papel central. La ausencia y la presencia marcan la dicotomía de su discurso conceptual en alusión a la vida y a la muerte, a la fragilidad ontológica del ser humano. He seguido su trabajo y lo encontré de nuevo el año pasado en la Fundación Tápies de Barcelona, en una preciosa exhibición en la que se establecía un juego de correspondencias entre la japonesa y el catalán. La exposición Tápies, la huella del zen esbozaba la experiencia que el pintor tuvo con el arte japonés a través de la obra de unos monjes del budismo zen de los siglos XVIII y XIX que dejaron una huella profunda en su obra, en tanto que la presencia de Shiota en ese contexto, con su muestra Cada quien, un universo, hacía eco al trabajo de Tápies con una instalación en la que dispuso cuarenta y tres sillas entreveradas a sus hilos rojos, como referencia a la presencia de este mueble en el arte del maestro y, asimismo, como sutil referencia a la existencia en la ausencia de las personas a través de los objetos cotidianos. Recientemente visté la exhibición Mi casa es tu casa en la Alhóndiga de Bilbao, una extensa muestra que abarca todos los campos de producción de la artista, incluyendo por supuesto una gran instalación de hilos inmersiva que, en esta ocasión, invita al visitante a reflexionar en torno a la esencia del hogar como el espacio de intimidad que resguarda nuestras memorias y emociones. A partir de esta premisa, la artista invita al público a participar escribiendo un pensamiento en torno al significado personal del “hogar”. Los mensajes son incorporados a la instalación monumental como una obra de arte colectiva.
Actualmente se presenta en la Fundación Casa Wabi, en Puerto Escondido, Oaxaca, la instalación El mundo es tuyo en la que Shiota también desarrolla la participación colaborativa con los niños de la comunidad local de Río Grande, a quienes lanzó la siguiente pregunta: “Si fueras presidente del mundo, ¿qué cambiarías?”
Con su minimalismo monumental tan característico de la cultura japonesa, Chiharu Shiota busca dejar un mensaje esperanzador desde la dimensión espiritual de la existencia humana. Su historia personal se inserta en una historia colectiva más amplia que trasciende lo individual para hablar de lo universal “unificando macro y microcosmos”, según sus propias palabras: “Aunque todos vivimos vidas diferentes, el arte puede unirnos para compartir el mismo espacio.”