Cinexcusas
- Luis Tovar | @luistovars - Sunday, 07 Sep 2025 08:56



A la escritora brasileña Raquel de Oliveira, autora de La número uno, le preocupaba que su libro pudiera “transmitir el mensaje equivocado, ser visto como una suerte de apología del narco”, según revela en la entrevista concedida en 2015, a propósito de la publicación de esa novela suya, en la cual se basó el fotógrafo, editor, guionista y director cinematográfico Joao Wainer, también brasileño, para la realización de Bandida: la número uno (Brasil, 2024).
Coescrito por el propio Wainer en compañía de Patricia Andrade, Cesar Gananian y Thaís Nunes, el guión no cambia gran cosa una trama que, de acuerdo con De Oliveira, no es sino su propia historia, aderezada sólo ella sabe hasta qué grado con elementos de ficción: nacida hacia principios de los años sesenta en una favela de Rio de Janeiro conocida como Rocinha, tenía seis años de edad y su madre, empleada doméstica en una casa pudiente, solía dejarla encerrada; escapa de su cautiverio sólo para que su abuela paterna, viciosa del juego y otras drogas, la venda al principal traficante local, quien declina de su propósito inicial –tenerla como una concubina más– porque resulta que Rebeca –el nombre ficticio en la película– es fuertemente protegida por un dios orixhá y más le vale a los mortales no hacerle daño alguno, de modo que Amoroso, el traficante, la toma a su cuidado al mismo tiempo que la introduce en su negocio. Ya adolescente, Rebeca se enamora de Pará, quien terminará al mando del pequeño imperio criminal en la favela, tras haber sido reclutado por De Rey, un traficante rival, haber matado a Amoroso y después, por accidente, también a Gil, que gobernaba en la favela con muy relativa bondad. Verdad o ficción, cuando a su vez Pará cae víctima de una traición, no sin las dificultades anejas –enfrentamientos a balazos con enemigos, intrigas internas, etecé–, el poder termina recayendo en Rebeca, quien lo ejerce más bien inspirada por la venganza y de manera particularmente sanguinaria.
Temores confirmados
Contado a manera de dilatadísimo flashback, con mucha, o mejor dicho demasiada frecuencia interrumpido por microcortes a un presente diegético ubicado a mediados de los años noventa, en el filme es la propia Rebeca quien graba sus recuerdos en un audiocassette, momentos antes de un encontronazo particularmente cruento con la policía militar en el cual, pese a recibir un balazo en el pecho, no muere sino es rescatada de último momento, casi como si quisiera sugerirse que habrá una segunda parte fílmica.
Diez años después de haberlos externado, la hoy rehabilitada y dedicada de tiempo completo a la literatura Raquel de Oliveira puede confirmar que sus temores tenían fundamento e iban a ganarle a sus buenas intenciones: si su novela no es una apología del crimen, cosa que ella quiso evitar, Bandida: la número uno sí lo es y, de hecho, difícilmente podría no serlo: más próxima a la colombiana Rosario Tijeras que a la brasileña Ciudad de Dios –y a muchos años luz de Pixote– por sólo citar ejemplos ad hoc, la película no evita romantizar la vida de traficantes y sicarios sino, muy al contrario, se sirve sin parar de dicha romantización en búsqueda de empatía con un público de por sí tristemente predispuesto, en virtud de una ya luenga exposición a relatos como éste –pónganse aquí los títulos de cuanta película y serie se enfocan en el presente criminal y el triste pasado de sus protagonistas, tozudamente utilizado como explicación a posteriori–, cuyo énfasis en el individuo desdibuja su contexto al trivializarlo, normalizarlo y, en última instancia, a querer o no también justificarlo. Añádanse los tics videocliperos de un cinefotógrafo desgobernado –puede que alentado por el director, que sabe de videoclips– e iconográficamente glotón, que nunca supo dónde parar o apelar a una mínima discreción, para obtener como resultado una película más efectista que efectiva y más apologética que testimonial.