Artes visuales
- Germaine Gómez Haro | [email protected] - Sunday, 21 Sep 2025 07:28



La Bienal de São Paulo, fundada en 1951 por el industrial y mecenas brasileño Ciccillo Matarazzo, es uno de los encuentros del arte más relevantes del mundo, la más importante en el continente americano y la segunda más antigua después de la legendaria Bienal de Venecia. Su sede es el espectacular pabellón construido ex profeso para el evento por el arquitecto Oscar Niemeyer, creador del Parque Ibirapuera que, en sus 221 hectáreas de extensión, reúne otros cuatro recintos culturales. Este año se dan cita 125 artistas seleccionados por el camerunés Bonaventure Soh Bejeng Ndikung y un equipo de cinco curadores internacionales que desarrollaron la propuesta temática de esta edición No todos los viajeros transitan caminos. De la humanidad como práctica, inspirado en un verso de la poeta brasileña Conceiçao Evaristo, para convocar a una reflexión sobre la humanidad, la naturaleza y la escucha. El grupo se inspiró en los patrones migratorios de las aves para convertir metafóricamente el espacio en un estuario donde confluyen y dialogan los participantes provenientes de los cinco continentes.
En la entrada al pabellón da la bienvenida una espectacular instalación site specific de la artista nigeriano-estadunidense Precious Okoyomon que recrea un exuberante paisaje natural en el interior del edificio. De México participan Berenice Olmedo (Oaxaca, 1987) y Andrew Roberts (Tijuana, 1995). Olmedo presenta una instalación conformada por tres esculturas de silicona que penden de una estructura y evocan órganos animales, conectadas a una máquina que nos hace pensar en un respirador artificial. El trabajo de esta joven artista, que se ha presentado ya en numerosas instituciones internacionales como Kunsthalle Basel, BAMPFA, ICA Boston, CAPC Bordeaux, entre otras, dirige su línea de investigación a sistemas biomédicos y biotecnológicos, para hablar de las máquinas y la tecnología en relación con la humanidad, en temas como la discapacidad y la marginalidad. Andrew Roberts presenta una videoinstalación en la que se proyecta un cortometraje animado titulado Me persigue tu sombra que relata, de manera un tanto onírica y con una estética muy personal, experiencias en la zona transfronteriza. Una obra que llamó en especial mi atención es Terra viva, una portentosa instalación que sintetiza el trabajo de varias décadas de investigación de la artista brasileña Marlene Almeida sobre la diversidad geológica de Brasil, a partir de la recolección que hizo de todas las tierras existentes en el país en un afán de cuestionamiento sobre la explotación del territorio. La pieza está acompañada por la recreación de su laboratorio, donde vemos el proceso de su investigación que entrevera arte y ciencia para desafiar la noción hegemónica de ecología y política.
En los seis núcleos distribuidos en los tres pisos unidos por las sensuales rampas ondulantes clásicas del diseño de Niemeyer, una amplia gama de creadores exploran narrativas de identidad, migración, violencia, violación de derechos de los pueblos indígenas, medio ambiente, diáspora, memoria cultural, entre otras. Uno diría que ya son temas cliché que se repiten en todas las bienales y grandes encuentros del arte, pero lo cierto es que, en nuestra situación global, ¿se puede hablar de algo más? “No tengo una tesis que formular, pero sí una preocupación por el rumbo del mundo. ¿Cómo salvar a la humanidad de este camino violento y tóxico?”, expresa Ndikung y sostiene: “Mi obsesión, dentro y fuera de esta bienal es la misma: ¿cómo podemos vivir mejor juntos?” El curador propone diálogos abiertos entre culturas muy diversas del sur global y Occidente, con una importante integración feminista, negra y queer. El arte plantea formas de resistencia contra la deshumanización, la destrucción del planeta, la exclusión, y propone la escucha y el reconocimiento entre los seres humanos. En pleno Antropoceno, la posibilidad de transformarnos e inventarnos un mundo mejor.