Cinexcusas

- Luis Tovar | @luistovars - Sunday, 28 Sep 2025 14:50 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Nadie sabe, nadie supo...

 

“LOS ARIELES SON una celebración del cine mexicano. Creemos que el cine debe ser diverso, que debe hablar de nuestros tiempos. También representa la posibilidad de que reflexionemos [sobre] aquello que nos duele y que entendamos que todas las vidas deben ser hermosas, plenas y felices. Nuestra película eso quería retratar. ¡No olvidemos a los huérfanos del narco!” Lo anterior es parte del breve discurso de agradecimiento que Astrid Rondero y Fernanda Valadez, coguionistas, coproductoras, coeditoras y codirectoras, pronunciaron en la reciente sexagésima séptima entrega del Ariel, luego de recibir el correspondiente a Mejor Película por Sujo, por el cual también obtuvieron el de Mejor Dirección, es decir, los dos reconocimientos más importantes.

Con un total de trece, Sujo fue una de las tres películas más nominadas junto a La cocina, de Alonso Ruizpalacios, y No nos moverán, ópera prima en largometraje de ficción de Pierre Saint-Martin Castellanos, y podría decirse que todas, cada una en sus particulares tono y estilo, se hacen eco de lo dicho por Rondero y Valadez, pues hablan de nuestros tiempos y abordan “aquello que nos duele”: dicho sumariamente, Sujo lo hace sobre el narcotráfico, La cocina sobre los migrantes mexicanos en Estados Unidos y No nos moverán sobre los desaparecidos por razones políticas.

Si bien se llevó más Arieles, con un total de siete, detrás de ellas quedó Pedro Páramo, ganadora sobre todo de los que se consideran “premios técnicos”, verbigracia Vestuario, Maquillaje, Diseño de Arte, Efectos Especiales, Efectos Visuales y Fotografía. El hecho no es menor, pues entre otras cosas significa que fueron más consideradas las virtudes temáticas y de contenido, por encima de los méritos formales, en los que Pedro Páramo abunda aunque, como quedó consignado, no le alcanzó para ser “la gran ganadora” de la noche.

Visto desde el otro flanco, lo anterior significa que a los premiadores de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas les pareció que dos filmes de tema “duro”, posiblemente incómodas y con toda seguridad poco –poquísimo– taquilleras, son las que mejor dan cuenta del estado de salud, pero sobre todo de la nota dominante, del cine mexicano actual. No es la primera vez que así sucede pero en este caso, teniendo enfrente un filme como Pedro Páramo, que para los estándares nacionales cuenta como “superproducción”, dice mucho acerca de algo que no parece ser una condición consciente y sin embargo es actuante: en medio de una enorme diversidad –a la que se refirieron las ganadoras arriba citadas–, ya no es únicamente posible, sino frecuente, encontrarse con filmes que ponen, ya sea de manera directa, indirecta o tangencial, un dedo en alguna llaga colectiva, que se hacen mejor eco de su contexto y visibilizan problemáticas. En otras palabras, se trata de un cine no concebido para el mero entretenimiento, sino uno que desempeña una función social más amplia, comenzando por la ya aludida visibilización y, seguida de ésta, la formación de memoria colectiva.

En este sentido, qué bueno sería que la entrega de los Arieles no fuera, como ha sucedido desde hace demasiadas entregas, un acontecimiento cuasianónimo del que llegan a enterarse demasiadas pocas personas como para que tenga una relevancia que rebase a la propia comunidad cinematográfica. Sin suficiente difusión, sin una adecuada promoción y sin el menor asomo de exhibición masiva, los Arieles no tienen un verdadero público: son anunciadas las nominaciones, son entregados los premios, aparecen algunas notas al día siguiente, y nadie sabe, nadie supo…

Aquí se ha repetido por lo menos las dos últimas décadas, pero es menester decirlo una vez más: mientras los Arieles no abandonen esa suerte de endogamia que hasta hoy lo caracteriza, muy poco o nada le servirá a un cine tan necesitado como el nuestro de ventanas y más ventanas donde un público auténticamente masivo pueda conocerlo.

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