La generación X: del sufrimiento al olvido

- Evelina Gil - Sunday, 28 Sep 2025 14:25 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Entre mediados del siglo pasado y nuestros días, período de cambios vertiginosos en todos los ámbitos, han aparecido varias y distintas generaciones y sus denominaciones: desde los ‘baby boomers’ y luego ‘boomer’ hasta los ‘zentenialls’ (Generación Z), pasando por los ‘Millenials’ y la Generación X, objeto de este artículo, que las ubica y describe en su contexto social, cultural y político.

 

Hubo un tiempo en que la conocida como Generación X impuso estéticas imperecederas, creó una literatura honesta y mal portada: Bret Easton Ellis, Lucía Etxebarría, Chuck Palahniuk, Ray Lóriga… el crack en México, y a la larga se vinculó estética y sentimentalmente con los Millenials, pues ambas generaciones se vieron afectadas por la irrupción de la tecnología que les impactó en diversas etapas de su vida. Casi todos los X treintañeros tuvieron su acercamiento a las complejidades cibernéticas de la pequeña mano de un millenial en extremo joven. ¿Es casualidad que muchos Millenials prefieran a Madonna y a Michael Jackson que a My Chemical Romance y Evanescence?

¿Generación X? ¿Qué es eso?

DEFINAMOS QUÉ ES la Generación X. Para ello es necesario explicar quiénes son los boomers, palabra desentrañada del olvido para reemplazar al inefable “ruco” en el nuevo caló juvenil. Lo que ellos no saben es que sus antecesores X ya empleábamos el término boomer para referirnos a personas sermoneras y amargadas, no necesariamente viejas, aunque casi siempre pertenecían a la generación precedente. Los boomers, originalmente nombrados baby boomers debido a la implosión demográfica de la postguerra, nacieron entre 1946 y 1960 (aunque algunos, Wikipedia incluida, la extienden, incorrectamente hasta 1965), es decir, los verdaderos boomers cuentan actualmente entre sesenta y cinco y setenta y nueve años. Los más tardíos, nacidos en los cincuenta, bucearon en el sexo con más libertad que nunca; se establecieron bandadas de diversa índole que coincidían en un anhelo por poner en movimiento un mundo petrificado, colmado de tabúes y códigos sociales que carecían de sentido en la modernidad y perpetuaban la opresión contra las mujeres y otras minorías. Sí, los boomers fueron los primeros en hartarse de la familia tradicional que alucina a los nativos de la Generación Z. Más adelante constituirían una generación que, al madurar, asumiría una superioridad moral bastante machacona. Eso sí: trabajaron para materializar lo que los hoy treintañeros han incorporado a su vocabulario, casi como eslóganes publicitarios (¿o acaso no resulta un tanto perturbador escuchar términos, que solían ser exclusivos de textos especializados, salpicar las charlas más banales, cosas como “patriarcado”, “heteropatriarcado”?)

Los boomers celebraron la segunda ola del feminismo que erosionó en la década de los sesenta. Estrictamente hablando, Germaine Greer no es una boomer, pues nació en 1939 (“generación silenciosa”, como la propia X), pero fue una de las principales actoras del movimiento de liberación de la mujer, como también Angela Davis, nacida en 1944, protagonista asimismo del movimiento feminista, radicalizándose al formar parte del movimiento Black Power y relacionarse con los Panteras Negras, organización política comunista, marxista/leninista.

El feminismo y el comunismo suelen estar íntimamente vinculados, fusionados en un mismo demonio para los conservadores. Los boomers, que alguna vez fueron adolescentes y adultos jóvenes, y ya entonces se caracterizaban por sus incendiarios discursos, se entregaron al sueño de vivir comunalmente y comer lo que prodigaba la naturaleza. Pioneros en el llamado“poliamor” que algunos creen una novedad, “cosa de chamacos”. Aquellas personas, hoy percibidas como ancianos decrépitos, constituyeron una generación liberal, consciente, políticamente apasionada, que se expuso al protestar contra la guerra en Vietnam, sin importarles ser apaleados, arrastrados o incluso encarcelados. Los Beatles, los Doors, los Rolling Stones y Led Zepellin, por mencionar a los más populares, fueron sus ídolos, junto con el Che Guevara: sexo, drogas y rock and roll. Una generación actualmente más recordada por sus excesos que por sus logros en el terreno sociocultural, con quienes algunos estamos agradecidos por abrirnos brecha, aunque, asimismo, la Generacion IneXistente fue la más afectada por su desenfreno, por no mencionar aquellas aulas vueltas púlpitos, donde un profesor o profesora en sus cuarenta nos aturdía con copiosas cantaletas de menosprecio contra nuestra languidez e indolencia: a ustedes no les importa nada, son apolíticos, irresponsables, inertes. El mundo se cae a pedazos y ustedes babeando con MTV (el original), Melrose Place y los X-Files. Nunca tomaron en consideración que nuestra infancia transcurrió en plena Guerra Fría, con un Fin del Mundo adherido a nuestro imaginario, en la incertidumbre respecto a si tendríamos un futuro y, por consiguiente, desarrollando cierta tendencia a no gestionar con seriedad un proyecto de vida. Nos tocó, sin embargo, mirar en vivo y en directo la caída del Muro de Berlín, lo que felizmente enviaba el mensaje de que las estructuras patriarcales carecían de la solidez que nos hicieron creer y, a fin de cuentas, era posible derribarlas.

Neonihilistas

LA GENERACIÓN X era, como generalmente sucede entre una generación y otra, antagónica a los boomers. Infinidad de ensayos y artículos de autoría boomer lamentan nuestra carencia de ambición, conciencia, responsabilidad, empuje y visión. Nuestra tendencia al individualismo y a la inercia, rehenes de MTV (como el celular o el tiktok de hoy: adictivo). En pocas palabras, éramos la perdición de la humanidad, anarquistas que desconocían el significado de anarquismo. Un autor nacido en 1961, amanecer de la que sería nuestra generación, Douglas Coupland, fue quien dio nombre a la hoy Generación IneXistente (y con ello, sin querer, a las sucesivas, que respetaron su alfabeto), a través de una novela que revolucionó al mundo editorial: Generación X, publicada 1991. Ediciones B la tradujo al español (¡urge reedición!). Leí esta y otro descarnado retrato de los X, Nación Prozac (1994), de Elizabeth Wurtzel, nacida en 1967. La visión de Coupland es la del joven más viejo de su generación, crítica, profundamente cínica, limpia de moralina. Sus personajes acceden a “mcjobs” (empleos temporales en McDonalds o franquicias del estilo) para reunir dinero para drogarse y comprar discos. Los llamados yuppies, no muy diferentes en el fondo y a los que Bret Easton Ellis satiriza en su novela American Psycho (1991), invertían sus salarios de altos ejecutivos en consumir productos de marcas rimbombantes. La literatura del momento empezaba a parecerse a la publicidad gracias a esta obsesión, genuina en algunos autores (como Wurthzel), y parodia de la realidad, en el caso de Ellis. Entre los X prevalecían el hedonismo, el escepticismo, la apatía, el nihilismo. A diferencia de los boomers, el sexo nos conflictuaba, en algunos casos nos hacía sentir evidenciados si atendíamos al llamado de responsabilidad y pasábamos por el súper del barrio a adquirir condones (el equivalente a los barbijos de la pandemia, me permito equiparar, porque así se le veía al sida, que entonces se escribía en mayúsculas). Elizabeth Wurtzel, por su parte, se volvió una celebridad mundial tras la publicación de Nación Prozac, novela autobiográfica, bastante más oscura que la de Coupland, donde una joven se siente atrapada en un vacío que llena con alcohol y éxtasis, hasta que descubre el antidepresivo aludido en el título. Sospecho que el Prozac de los noventa es bastante diferente a la Flouxetina de hoy (que es como se vende actualmente, anteponiendo el nombre del componente principal, clorhidrato de flouxetina), cuyo consumo producía euforia, deshinibición, energía y una felicidad inexplicable. Se adquiría, sin receta, en cualquier farmacia, a precio elevado (trescientos cincuenta pesos en México), y muchos sustituyeron (o mezclaron) las drogas sintéticas con ésta, totalmente legal. Yo fui activísima “Prozaica”, yonqui de una droga que no implicaba riesgos legales ni sanitarios, aunque algunos se la empujaran con vodka en las discotecas, donde normalizamos bailar sin pareja. En su libro, Wurtzel afirma que los maravillosos efectos del Prozac la indujeron a una sexualidad desenfrenada. Uno de los efectos secundarios, comprobados, de la hoy Flouxetina, es que afecta la libido, efecto asimismo observado en aquel fármaco mágico. En definitiva, perdió su magia, su jerarquía de droga fashion, para perderse entre cientos de aburridos medicamentos para paliar la depresión. Elizabeth Wurtzel, reportera de la revista Rolling Stone, falleció en 2020, a los cincuenta y dos años, a consecuencia de un cáncer de mama, sin repetir la hazaña de su primer bestseller.

Literatura, cine y música X

CADA GENERACIÓN aporta obras emblemáticas, que a su vez reflejan su ideología e intereses, sin importar que El guardián entre el centeno marcara a cuatro generaciones sucesivas (boomer, X, Millenials y Zeta). Empecemos por las películas, hoy de culto, de John Hughes (1950-2009), que retrató como nadie a una muy adolescente generación X, a través de películas como Sixteen Candlees (1984) y la genial Breakfast Club (1985). La actriz predilecta de Hughes era la espigadísima Molly Ringwald, que, sí, fue alguien antes de convertirse en la mamá del pelirrojo Archie en la versión erotizada de los cómics, Riverdale. Ella representaba a la chica medio asexuada, ingenua pero intelectualmente madura, que, casi sin variar, encuentra al joven que la acepta como es: una genuina princesa generacional. Algunas de aquellas películas presentan situaciones hoy cancelables. Mencionaría a Heathers (1989), de Michael Lehmann, protagonizada por Winona Ryder y Christian Slater, cuya principal base de fans se encuentra entre los Millenials más que en sus contemporáneos, acaso porque la mayoría no entendió que se trataba de una parodia gore de los dramas románticos adolescentes, y fracasó en taquilla.

Los años ochenta revivieron el romanticismo, incluso en la música donde los británicos nos legaron el new romantic, todavía muy escuchado. No es casualidad que las más grandes comedias y dramas románticos, particularmente de época (las de James Ivory) pertenezcan a esa década, cuando algunos X despertaban a la sexualidad. Crecimos con Pretty in Pink (protagonizada por la antes citada Ringwald), Secret Admirer (adorable versión high school de Cyrano de Bergerac), About Last Night y Ghost (protagonizadas ambas por la redescubierta Demi Moore), Pretty Woman, Dirty Dancing, Cuando Harry conoció a Sally y Fried Green Tomatoes, de Jon Avnet, que, se supone, sería la primera película abiertamente lésbica, aunque ya teníamos un beso de lengua entre Jodie Foster y Nastassia Kinski en The Hotel New Hampshire (Tony Richardson, 1984), pero quedó en una amistad con tintes románticos entre una tomboy y una joven víctima de violencia doméstica.

En la música existen miles de ejemplos, no por nada los Millenials afirman que es mucho mejor la de los ochenta y los noventa. Podríamos citar un millar de nombres, pero considero que el más afín con la depresiva esencia X es Kurt Cobain, nacido en 1967. Muchos nos vimos reflejados: suéteres con agujeros y camisas rasgadas; burlona gestualidad, cabello rubio y algo grasiento sobre la cara. Su pronunciada necesidad en sublimar (“romantizar”, dirían hoy) el hastío. Los fans de Cobain intuimos que no llegaría a boomer. Eso no impidió que lo lloráramos cuando terminó abruptamente con su vida, en 1994, a los simbólicos veintisiete. La millenial (1981-1996) no es la primera generación que encuentra atractiva y deseable la moda de la generación anterior. Los X tuvimos nuestro momento de jipis perfumados, adoptando su estilo de vestir más no su utopía, y le llamamos grunge, como el género musical que marcó los noventa.

¿Es posible que los jóvenes zentenialls ignoren todo lo relacionado con la generación que, posiblemente, ni siquiera sepan que existió, aunque muy probablemente sus padres pertenezcan a ella? Quizá a los X se les ha simbiotizado con los Millenials, que en cierto modo representan también a “la gente mayor”, aunque a ella pertenezcan los diseñadores de la tecnología que consumimos actualmente. Gente como Mark “Facebook/Meta” Zuckerberg (1984) o Sam Althman (1985), creador del Chat GTP, aunque también hay X muy influyentes en dicho campo, como Larry Page (1973) y Serguéi Brin (1973), generadores del buscador Google, o Travis Kalanick (1976), creador de Uber, sin olvidar a un genuino boomer que se adelantó a todos: Steve Jobs.

Generación X y responsabilidad política

SUELE CULPÁRSELES de todos los males del mundo, como en su momento nos sucedió a los X. Nuestra apatía era, como se ha visto, nuestra manera de contrarrestar el delirio de los boomers y ponerlos a rabiar. Los Millenials pusieron la depresión en escena a través de modas como el emo y el dark; quizá por eso algunos la perciben como continuidad de los X. Los más jóvenes de esta generación adoptaron la bandera woke y los mayores de la Zeta la instituyeron. Esto último se agudizó durante la pandemia, que inevitablemente afectaría a los adolescentes que de pronto debían lidiar con un encierro obligatorio, mismo que sólo TikTok o Instagram podían paliar, de
ahí que comenzaran a fantasear con un mundo mejor que, no se han percatado aún, implica un severo retroceso, y esta es una situación inédita. Los más jóvenes se rebelan contra esta nueva corrección política. Vemos videos de jovencitas declarando que no pueden con “la carga” que les ha puesto el feminismo encima, que prefieren ser una esposa tradicional, entre otras cosas porque carecen de ambiciones profesionales. Esto alimentó una especie de moda a través del prototipo de la tradwife que, se afirma, va más allá de reproducir una estética vintage. Los varones Z sienten que el feminismo está mutilando su masculinidad y convierte su nostalgia por épocas que no han conocido ni en libros, en sino de su ideario político. Están tan absortos en aquello que el algoritmo de TikTok determina para ellos, que no se les ha ocurrido aproximarse a su abuela, a su madre o alguna persona mayor para preguntarles si ser una esposa tradicional o un padre proveedor era tan bonito como se ve en las imágenes resucitadas con IA (spoiler: NO). Nadie ha tenido el detalle de explicarles que el feminismo no fuerza a las mujeres a cumplir determinados roles, que estás en total libertad de consagrarte a un esposo e hijos si eso te place. Y los varones jóvenes rechazan la realidad de que gracias al feminismo los hombres del siglo XXI no portan toda la carga de la responsabilidad económica en su carácter de esposos y padres de familia. Esto no significa que el auge de la ultraderecha en países democráticos y hasta progresistas sea exclusivamente culpa suya, si bien los reportes ratifican que los nuevos votantes, es decir, los que recién ejercen este derecho propio de una sobrevalorada adultez, están votando a personajes como Trump, Milei o Meloni, y manifiestan la intención de votar a Marine LePenn, aunque en los países asiáticos las jóvenes, tradicionalmente tímidas y calladas, o eso nos hicieron creer, votan abrumadoramente a la izquierda que les garantiza conservar sus derechos.

Con la madurez, es posible que los Z cambien de actitud, como sucedió con los “irremediables” X, cuando la rebeldía juvenil languidezca y la realidad los embosque, a diferencia de nosotros, con su descarnada crueldad.

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