Margit Frenk cumple 100 años
- José María Espinasa - Sunday, 28 Sep 2025 14:11



La deuda que tenemos los lectores con el trabajo de Margit Frenk es impagable. El nuevo corpus de la antigua lírica popular hispánica (siglos XV a XVII) es un cofre de maravillas. Cada que lo pongo sobre mi escritorio me da vértigo pensar lo que sus más de dos millares de páginas ofrecen al placer de leer. No ignoro los enormes méritos académicos del libro, la piedra angular que es para la investigación sobre ese tema, pero lo que me da vértigo es pensar que me gustaría memorizar muchas de sus páginas para traerlas a colación en cualquier oportunidad y despertar un brillo en los ojos de quien me escuche, ese brillo que está siempre en los de la centenaria escritora. Hace ya más de treinta años que la entrevisté para las páginas de este suplemento y de vez en vez vuelvo a ese texto admirado de la sencillez con que ella expone a veces asuntos muy complejos y de cómo sigue entusiasmándose por una copla, por un soneto o una décima. Los dos tomos componen una biblioteca personal inagotable para quien los posee y los frecuenta.
La palabra popular tiene muchas maneras de entenderse. Una de ella es la que hace pensar en la ocasión. Fijarlas, como hace ella, en un texto con sus variantes y sus diferencias, no impide que en sus páginas siga saltando como si las oyéramos en una fiesta. Y claro, la fiesta me lleva al Cancionero folklórico de México, otra de las grandes obras de nuestra escritora. Nótese cómo la cursiva equivale a una impostación al decir “nuestra” que denota sin duda un orgullo de poder usar ese condicionamiento posesivo. La famosa postura simbolista, de Lautréamont a Mallarmé, de que la poesía la escribimos entre todos y que lo que escribimos son páginas de un libro colectivo e infinito, cobran otro sentido en las páginas de estas obras. De los cancioneros medievales al Cancionero Picot, una misma idea literaria recorre los años: el idioma español tiene una capacidad creativa ‒un genio propio‒ que se vale del coplero para expresarse. El poeta (en el sentido más primigenio de la palabra: el vate) se pone al servicio de ese genio colectivo.
Veo en el periódico la foto del convivio que la Academia Mexicana de la Lengua ofreció a Margit por su cumpleaños número cien y celebro esa faceta tan luminosa de la Academia. A esa enorme labor de recopilación acompañada de estudios y datos sobre la lírica popular, Margit suma estudios sugerentes sobre temas muy precisos de nuestra literatura ‒ese nuestra se amplía: ya no es sólo México sin la lengua española‒, los Siglos de Oro, por ejemplo, o sobre el silencio como elemento de sentido. No hace mucho apareció un libro fascinante, en Ediciones del Lirio, que aprovecho para recomendar, un ejercicio comparativo sobre la lírica occitana y el son jarocho: Trovar: metapoéticas en Occitania y en Sotavento de Eleana Deanda Camacho, y veo que la simiente que Margit siembra a lo largo de su vida como profesora tiene sus frutos. No parece nada obvia esa relación en el tiempo y en el espacio y sin embargo convence. Lo vasos comunicantes de la lírica son sin duda complejos. Un rizoma, diríamos, en términos de Deleuze. Hoy, en estas inquietantes y no pocas veces aciagas décadas de la nueva oralidad de la web, uno piensa si ese genio colectivo nos salvará de la ignominia.
En todo caso, hay en su trabajo algo ejemplar: la disciplina académica no mata el placer de la lectura. Cuando miro en el librero los cinco grandes tomos del Cancionero folklórico de Méxco pienso en aquellos tiempos en que esos proyectos no intimidaban a una industria editorial capaz de valorar sus propios trabajos y un trabajo en equipo verdaderamente admirable. Me pregunto si estos tomos existen digitalizados (una muy rudimentaria búsqueda no los encontró). A veces ni siquiera los abro, sólo los toco, para cerciorarme de que están allí, como se toca la figura de un santo. En este caso una santa: sí, hay un aleteo de santidad laica en el trabajo de Margit Frenk, doctora de muy amplio grado, doctora de almas a través de sus textos. Como ve el lector, el ámbito popular me contagia y me asomo sin disimulo al
entusiasmo y la cursilería: quiero escribir esta carta de amor a la escritora en su centenario. Plenitud de vida: los cien años de Margit Frenk son para celebrar con toda su obra, sus alumnos, sus amigos, y hasta los lectores anónimos que han leído sus libros en diferentes ediciones. A ese festejo se debía sumar la reedición de algunos de sus libros hoy ya agotados. Por ejemplo, el Nuevo corpus en una versión digital, lo cual permitiría, además, incorporar buscadores que facilitaran su lectura. Incluso, iluso de mí, habría sido buena idea unos “ensayos reunidos o completos”. Pero para terminar cantando cito aquí algunas coplas: “Cupido, pintando tinta,/ con la tinta pinta y canta,/ y para pintar la tinta/ no se necesita tanta:/ ‘Con poca tinta se pinta/ La virgen que ha de ser santa’.” Otra: “Estando necesitado,/ Soledad, virgen bendita,/ Me diste una canastita/ De aquel pan sacramentado;/ Mil gracias he tributado/ a su reliquia sin par,/ recordando que en el mar/ andas por la embarcación;/ es preciso publicar/ tu milagro en la ocasión.”