Antonia Pozzi o la catarsis del dolor
- Versiones de Marco Antonio Campos y Stefano Strazzabosco - Sunday, 12 Oct 2025 08:39



Mientras tanto, seguía con los versos y la fotografía, otra gran pasión de esta mujer que al mismo tiempo aprendía inglés, francés, alemán, pensaba redactar una novela histórica sobre Lombardía, viajaba a Austria, Francia, Alemania, Inglaterra, aprendía a esquiar con el maestro Emilio Comici, un célebre alpinista de la época, y cada vez que podía se retiraba en la villa de su familia en Pasturo, al pie de la montaña Grigna, caminando y observando con ojo fotográfico todo detalle de la naturaleza que la envolvía como un manto de espinas. Hasta que el 3 de diciembre de 1938, en pleno fascismo, salió de la escuela en donde trabajaba de maestra y se fue hacia la Abadía de Chiaravalle; al llegar ingirió una gran cantidad de barbitúricos. En la madrugada del día siguiente la hallaron recostada en la nieve, bajo los árboles del bosque de Pasturo, todavía con vida. No logró sobrevivir. Su padre se encargó de publicar sus poemas, censurando todo lo que no le pareciera conveniente; años más tarde admiradores y amigos elaboraron la edición definitiva de su poemario, fiel a la versión manuscrita y con varios inéditos, misma que salió en 1989.
El estilo poético de Antonia Pozzi procede del crepuscularismo italiano ‒una corriente que rechazaba la elocuencia y tenía tonos melancólicos e intimistas‒ y comparte con el hermetismo sólo la búsqueda de palabras exactas y esenciales, “secas y duras como las piedras”, como escribió Eugenio Montale; su fuerza y su originalidad vienen del profundo lazo entre experiencia personal y expresión artística, con una capacidad de observación que recuerda la fotografía y una profunda empatía hacia la naturaleza y toda criatura afligida. En una carta al amigo Tullio Gadenz, Pozzi escribió: “la poesía tiene esta tarea sublime: tomar todo el dolor que nos espuma y rebota en el alma y transfigurarlo en la suprema calma del arte, así como desembocan los ríos en la celeste vastedad del mar. La poesía es una catarsis del dolor, como la inmensidad de la muerte es una catarsis
de la vida.”
Stefano Strazzabosco
Miedo
Como una rama seca, tú, desnuda
en el llano nocturno
con tus ojos de loca excavas la sombra
para contar las emboscadas.
Como un cólquico largo
con tu corola violácea de espectros
tiemblas
bajo la carga negra de los cielos.
Sueño en el bosque
Bajo un abeto
por todo un día
dormir
y el último cielo mirado
que esté en el fondo del nudo de ramas
lejano.
De noche
un venadito
asomándose desde la espesura
dibujos
de pequeñas huellas
la nieve
y al alba
los pájaros
enloquecidos
que enfloren de cantos el viento.
Yo
bajo el abeto
en paz
como una cosa de la tierra,
como un mechón de brezos
quemado por el hielo.
El gozo
Preguntaba con los ojos cerrados
‒ qué cosa
será mañana la Pupa?
Así te hacía repetir
en una sonrisa las dulces palabras
‒ la esposa,
la mamá ‒
Fábula
del tiempo de amor ‒
profundo trago ‒ vida
cumplida ‒
gozo quieto en el pecho
como un cuchillo en el pan.
El perro sordo
Sordo por el gran viento
que en el castillo vuela y grita
se ha vuelto el perro.
Sobre los parapetos – hacia el lago
extendidos – corre,
sin sobresaltos:
ni el musgo sobre las piedras
a gran altura lo asecha,
ni una teja removida.
Tan cerrada y entera
está en él la fuerza
desde que no tiene nombre
ya para nadie
y va por una
secreta línea suya
libre.
Leyenda
Me llevó mi caballo
entre las hojas
con suave vuelo.
Cálida vida en el viento
su respiro,
los blandos ojos
entre colores de otoño:
era oro en el sol su pelaje.
Las piedras se apartaban
sobre los montes
al toque de los cascos plateados…
Amor fati (amor al destino)
Cuando desde mi oscuridad desbordarás
de golpe
en una cascada
de sangre –
navegaré con una roja vela
por hórridos silencios
a los cráteres
de la luz prometida.
Certeza
Eres la hierba y la tierra, el sentido
si se camina con los pies descalzos
por un campo arado.
Por ti anudaba mi delantal rojo
y ahora desvío a esta fuente
muda inmersa en un regazo de montes:
sé que de pronto
‒ el mediodía enjambrará con los gritos
de sus jilgueros ‒
brotará tu rostro
en el espejo sereno, junto al mío.
Versiones de Marco Antonio Campos y Stefano Strazzabosco.