Antonia ­Pozzi o la catarsis del dolor

- Versiones de Marco Antonio Campos y Stefano Strazzabosco - Sunday, 12 Oct 2025 08:39 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Antonia Pozzi (Milán, 1912-1938) nace en el seno de una familia bien: su padre era abogado y su madre, maestra, pertenecía a la antigua aristocracia lombarda. Su refinada educación, su sensibilidad e inteligencia la llevaron a escribir poemas desde la adolescencia. A los quince años se enamoró de su profesor de Latín y Griego, Antonio Maria Cervi, con el cual tuvo una intensa relación que marcó su vida por siempre y debió interrumpir por la tenaz oposición de sus padres. Más tarde ingresó en la Universidad de Milán, donde fue gran amiga del poeta Vittorio Sereni, estudiante como ella, y alumna de Antonio Banfi, innovador profesor de Estética: con él se licenció en 1935 con una tesis sobre Gustave Flaubert.

 

Mientras tanto, seguía con los versos y la fotografía, otra gran pasión de esta mujer que al mismo tiempo aprendía inglés, francés, alemán, pensaba redactar una novela histórica sobre Lombardía, viajaba a Austria, Francia, Alemania, Inglaterra, aprendía a esquiar con el maestro Emilio Comici, un célebre alpinista de la época, y cada vez que podía se retiraba en la villa de su familia en Pasturo, al pie de la montaña Grigna, caminando y observando con ojo fotográfico todo detalle de la naturaleza que la envolvía como un manto de espinas. Hasta que el 3 de diciembre de 1938, en pleno fascismo, salió de la escuela en donde trabajaba de maestra y se fue hacia la Abadía de Chiaravalle; al llegar ingirió una gran cantidad de barbitúricos. En la madrugada del día siguiente la hallaron recostada en la nieve, bajo los árboles del bosque de Pasturo, todavía con vida. No logró sobrevivir. Su padre se encargó de publicar sus poemas, censurando todo lo que no le pareciera conveniente; años más tarde admiradores y amigos elaboraron la edición definitiva de su poemario, fiel a la versión manuscrita y con varios inéditos, misma que salió en 1989.

El estilo poético de Antonia Pozzi procede del crepuscularismo italiano ‒una corriente que rechazaba la elocuencia y tenía tonos melancólicos e intimistas‒ y comparte con el hermetismo sólo la búsqueda de palabras exactas y esenciales, “secas y duras como las piedras”, como escribió Eugenio Montale; su fuerza y su originalidad vienen del profundo lazo entre experiencia personal y expresión artística, con una capacidad de observación que recuerda la fotografía y una profunda empatía hacia la naturaleza y toda criatura afligida. En una carta al amigo Tullio Gadenz, Pozzi escribió: “la poesía tiene esta tarea sublime: tomar todo el dolor que nos espuma y rebota en el alma y transfigurarlo en la suprema calma del arte, así como desembocan los ríos en la celeste vastedad del mar. La poesía es una catarsis del dolor, como la inmensidad de la muerte es una catarsis
de la vida.”

Stefano Strazzabosco

 

Miedo

 

Como una rama seca, tú, desnuda

en el llano nocturno

con tus ojos de loca excavas la sombra

para contar las emboscadas.

Como un cólquico largo

con tu corola violácea de espectros

tiemblas

bajo la carga negra de los cielos.

Sueño en el bosque

 

Bajo un abeto

por todo un día

dormir

y el último cielo mirado

que esté en el fondo del nudo de ramas

lejano.

 

De noche

un venadito

asomándose desde la espesura

dibujos

de pequeñas huellas

la nieve

y al alba

los pájaros

enloquecidos

que enfloren de cantos el viento.

 

Yo

bajo el abeto

en paz

como una cosa de la tierra,

como un mechón de brezos

quemado por el hielo.

 

 

El gozo

 

Preguntaba con los ojos cerrados

‒ qué cosa

será mañana la Pupa?

 

Así te hacía repetir

en una sonrisa las dulces palabras

‒ la esposa,

la mamá ‒

 

Fábula

del tiempo de amor ‒

profundo trago ‒ vida

cumplida ‒

gozo quieto en el pecho

como un cuchillo en el pan.

 

 

El perro sordo

 

Sordo por el gran viento

que en el castillo vuela y grita

se ha vuelto el perro.

 

Sobre los parapetos – hacia el lago

extendidos – corre,

sin sobresaltos:

ni el musgo sobre las piedras

a gran altura lo asecha,

ni una teja removida.

Tan cerrada y entera

está en él la fuerza

desde que no tiene nombre

ya para nadie

y va por una

secreta línea suya

libre.

 

 

Leyenda

 

Me llevó mi caballo

entre las hojas

con suave vuelo.

 

Cálida vida en el viento

su respiro,

los blandos ojos

entre colores de otoño:

era oro en el sol su pelaje.

 

Las piedras se apartaban

sobre los montes

al toque de los cascos plateados…

 

 

Amor fati (amor al destino)

Cuando desde mi oscuridad desbordarás

de golpe

en una cascada

de sangre –

navegaré con una roja vela

por hórridos silencios

a los cráteres

de la luz prometida.

 

 

Certeza

 

Eres la hierba y la tierra, el sentido

si se camina con los pies descalzos

por un campo arado.

Por ti anudaba mi delantal rojo

y ahora desvío a esta fuente

muda inmersa en un regazo de montes:

sé que de pronto

‒ el mediodía enjambrará con los gritos

de sus jilgueros ‒

brotará tu rostro

en el espejo sereno, junto al mío.

 

Versiones de Marco Antonio Campos y Stefano Strazzabosco.

 

 

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