Edgar Allan Poe en los ojos de Charles Baudelaire

- Alejandro Montes - Sunday, 12 Oct 2025 08:47 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
La obra no sólo poética sino también la narrativa y los ensayos del genial Edgar Allan Poe (1809-1849) alcanzaron y cautivaron otras mentes igualmente talentosas: además de Charles Baudelaire (1821-1867), cuyo lúcido entusiasmo y admiración por el poeta nacido en Estados Unidos es el asunto de este artículo, también Stéphane Mallarmé (1842-1898) y Paul Valéry (1871-1945) lo consideraron una figura esencial y trascendente en la literatura del siglo XIX.

 

¿Cómo un genio contempla a otro genio?

El poeta parisiense miró al narrador bostoniano desde el punto de vista creativo, es decir, desde el artista que aprecia el trabajo de otro artista a partir del proceso de invención, no desde la crítica. Baudelaire leyó a Poe y encontró aspectos de creación literaria utilizados de manera contundente por el autor de “William Wilson”.

Es natural que un escritor revise el trabajo de otro escritor para descubrir cómo utiliza recursos literarios que le permitan realizar su obra. Baudelaire lo hizo y distinguió elementos aprovechados por Poe en la construcción de sus relatos. ¿Cuál es la razón? Comprender cómo el autor de “El escarabajo de oro” cimentó su literatura, es decir, qué recursos narrativos están presentes en sus textos, pero principalmente cómo los empleó para hacer relatos aviesos donde lo fantástico –alejado de cualquier tufo maravilloso o encantador– rompe con la endeble razón de personajes trastornados.

Baudelaire fue sensible al procedimiento creativo de Poe porque él también fue un escritor que encontró en la literatura un sentido de vida, aún cuando ésta sea, por momentos, contradictoria o sombría. Lo primero que distinguió el padre de Las flores del mal fueron tres aspectos que generan pilares centrales en la obra del artífice de los cuentos de Lo grotesco y arabesco: el método creativo, el tema (perfilado al asombro de la ruptura de la razón) y la reflexión filosófica: “Para resumir –anotó Baudelaire en julio de 1848 en La Liberté de penser–, diré que los tres caracteres de los novelistas curiosos son: 1º un método privado, 2º lo sorprendente; 3º la manía filosófica, tres caracteres que constituyen en definitiva su superioridad.” Es natural que Baudelaire haya interpretado a Poe desde la posición del creador que, al encontrarse ante el trabajo de otro semejante, generó un diálogo entre colegas sobre cuestiones de procedimientos y técnicas que son utilizados en el oficio del escritor.

Sobre el método creativo, Baudelaire resaltó un principio procedimental característico en Poe: el razonamiento como herramienta en la construcción del relato: “Ahora bien –dice Baudelaire en la introducción publicada en marzo de 1857 de la traducción al francés de Nuevas Historias Extraordinarias–, los artificios del ritmo son un obstáculo insuperable para ese desarrollo minucioso de pensamientos y de expresiones que tienen por objeto la verdad. Pues la verdad puede ser con frecuencia la finalidad del relato y el razonamiento la mejor herramienta para la construcción de un relato perfecto.”

Para afirmar lo anterior, Baudelaire tuvo que conocer “El principio poético” de Poe –ensayo publicado en 1850–, ya que ahí planteó el autor de “El diablo en el campanario”, que el sentido último del poema es la Verdad, la cual va más allá de propósito didáctico y se orienta a lo estético: “bajo el sol no existe ni puede existir ninguna obra más enteramente digna, más supremamente noble que este mismo poema, este poema per se, este poema que es un poema y nada más, este poema escrito únicamente por el poema.”

Casi diez años antes de que los textos del estadunidense llegaran a manos del francés, Poe planteó en 1846, en la revista Graham’s Magazine de Filadelfia, su propio modus operandi de las etapas procedimentales de la construcción literaria en “La filosofía de la composición” donde, al revelar su metodología creativa en la elaboración del poema El cuervo, resaltó que utilizó conscientemente un cálculo casi matemático en la resolución de esa ecuación poética: “Es mi intención poner de manifiesto –especificó Poe– que ni un solo punto de su composición [sobre El cuervo] es referible al accidente o a la intuición; que la obra avanzó paso a paso hasta su conclusión con la precisión y la rígida coherencia de un problema matemático.”

Baudelaire resaltó que Poe fue el artífice de su propio método creativo, el cual diseñó para provocar en el lector un efecto de sentido o unidad de impresión: “He aquí evidentemente condenado el poema épico –señaló el francés en ‘Nuevas notas sobre Edgar Allan Poe’–, pues una obra de esta dimensión sólo puede considerarse poética si se sacrifica la condición vital de toda obra de arte, la Unidad; no me refiero a la unidad en la composición, sino en la impresión, a la totalidad del efecto, como ya dije cuando comparé la novela con la narración.”

 

Lo perverso como tema literario

Baudelaire entendió bien la obra de Poe porque, de 1848 a 1865, lo tradujo del inglés al francés en los textos Histoires extraordinaires, Nouvelles histoires extraordinaires y Eureka, así como Le corbeau. Al traducir a Poe, Baudelaire se insertó en su pensamiento y postura como autor y, por ello, lo interpretó no sólo desde el nivel lingüístico sino, principalmente, desde el valor semántico. Los temas de Poe son comprendidos por Baudelaire de manera integral pues:

 

Edgar Poe no es específicamente un poeta o un novelista: es poeta, novelista y filósofo. Lleva en sí la doble naturaleza del iluminado y del sabio […] pero lo que será eternamente digno de encomio es su preocupación por todos los temas realmente importantes y sólo dignos de la atención de un hombre espiritual: probabilidades, dolencias del espíritu, ciencias conjeturales, esperanzas y cálculos sobre la vida ulterior, análisis de los excéntricos y de los parias de la vida sublunar, bufonadas directamente simbólicas. Añádase a esta ambición eterna y activa de su pensamiento, una rara erudición, una imparcialidad sorprendente y antitética con respecto a su naturaleza subjetiva, una capacidad extraordinaria de deducción y de análisis y el rigor habitual de su literatura, y no resultará sorprendente que le hayamos llamado el cerebro privilegiado de su país.

 

Poe ejercitó la inteligencia de manera muy elevada: su formación académica así lo verifica, pues tenía amplio dominio en la física y las matemáticas, así como en retórica e idiomas. Tanto el dominio en las ciencias (e.g. su conferencia llamada Eureka. Un ensayo sobre el universo material y espiritual), el arte y la poesía (e.g. sus ensayos El principio poético, Fantasía e imaginación, ¿Qué es la poesía?...) muestran el perfil intelectual de este hombre. Poe inició la tradición del relato-problema con su personaje nictofílico Auguste Dupin porque era “un enamorado de la noche”, y después se perfilaría en lo detectivesco. Con ello sugiere que le agradaba no tanto la solución del problema sino el razonamiento que lo solventa.

Pero Poe también fue atraído por el lado oscuro del espíritu humano. El asesinato, la locura, lo tenebroso, la crueldad, lo macabro, lo avieso… son sólo algunos de los leitmotiv que el autor de “La máscara de la muerte roja” trabajó en sus relatos. ¿En qué radica ese gusto por lo aciago? El personaje de “El gato negro” lo responde:

 

Pero ese sentimiento no tardó en ceder paso a la irritación. Y entonces, para mi caída final e irrevocable, se presentó el espíritu de la PERVERSIDAD. La filosofía no tiene en cuenta a este espíritu y, sin embargo, tan seguro estoy de que mi alma existe como de que la perversidad es uno de los impulsos primordiales del corazón humano, una de las facultades primarias indivisibles, uno de esos sentimientos que dirigen el carácter del hombre.

 

Ahora bien, Baudelaire identificó en Poe ese rasgo por lo perverso, es decir, aquello que vive en el hombre para provocar daño de manera intencional y sin pesar de la conciencia. La explicación que Baudelaire señaló radica en que la maldad es algo natural pues se encuentra en la propia naturaleza humana:

 

Hay en el hombre, dice, una fuerza misteriosa que la moderna filosofía no quiere tomar en consideración; sin embargo, sin esta fuerza innominada, sin esa propensión primordial, multitud de acciones humanas quedarán inexplicadas, inexplicables. Tales acciones son únicamente atractivas porque son malas, peligrosas, tienen la atracción del abismo. Esa fuerza primitiva, irresistible, es la Perversidad natural, que hace del hombre, siempre y simultáneamente, homicida y suicida, asesino y verdugo; pues –añade, con sutileza notoriamente satánica– la imposibilidad de encontrar un motivo razonable suficiente para determinadas acciones malvadas y peligrosas, podría llevarnos a considerarlas como resultado de sugestiones del Diablo, si la experiencia y la historia no nos enseñaran que Dios a menudo consigue el establecimiento del orden y el castigo de los tunantes: ¡tras haberse servido de los mismos tunantes como cómplices! Esto es lo que se desliza, lo confieso, en mi mente, como sobreentendido tan pérfido como inevitable.

 

En Poe y, por supuesto, en Baudelaire, lo perverso se materializa en lo monstruoso –no como la aparición simplona de seres irreales– ya que es reflejo del impulso de conductas que muestran lo aciago del ser humano y, por tanto, digno de ser representado por medios literarios. Con ello, Poe realizó algo que pocos escritores han conseguido: articular lo extraño como parte integral de lo bello. Baudelaire lo radicó como clara intención literaria: “Composiciones extrañas, que parecen haber sido creadas para demostrarnos que lo extraño es una de las partes integrales de lo bello.”

Lo extraño como pieza de lo bello marcó la postura artística de Poe, donde no hay nada más aterrador que lo monstruoso del ser humano. Baudelaire supo ver la grandeza de Poe y, por ello, lo consideró como un fantasma que lo obsesionó durante años. Y, ante ello, honrarlo por medio de la traducción fue su escapatori.

 

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