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- Alonso Arreola | @escribajista - Sunday, 02 Nov 2025 08:05 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
500 años de Palestrina

 

Giovanni Pierluigi da Palestrina nació hace quinientos años en la pequeña ciudad italiana de Palestrina, cercana a la gran Roma. Su carrera se desarrolló en un momento crucial para la cristiandad. Hablamos de la Contrarreforma, movimiento con el que la Iglesia católica reaccionó a la Reforma protestante de Martín Lutero. Ese contexto marcó profundamente su vida creativa, pues la música sacra debía responder a las exigencias de claridad y devoción dictadas por el temido Concilio de Trento. Así, mucho de su esfuerzo creativo tendrá que ver con observar estas reglas.

Inicialmente, Palestrina se formó como cantor. Luego ocupó cargos prestigiosos en instituciones religiosas, incluyendo la Capilla Giulia en San Pedro del Vaticano. Allí, entendiendo que la música litúrgica estaba bajo escrutinio constante, se convirtió en el modelo de lo que era el sonido “aceptable” para la Iglesia. Y sí. El debate central giraba en torno a la polifonía (superposición de varias melodías independientes), que muchos prelados consideraban confusa porque oscurecía el texto sacro. Además, saliendo del medievalismo, aún había quienes la consideraban un reflejo de protagonismo contrario al rezo monódico, simple.

En tal situación, la obra que consagró a Palestrina fue la Missa Papae Marcelli (Misa del Papa Marcelo). Según la tradición, esta misa demostró que la polifonía podía mantener la majestuosidad sin sacrificar la prosodia (adecuación al ritmo y acento del texto). De este modo, Palestrina habría “salvado” la polifonía dentro de la liturgia católica. En otras palabras, articuló dos etapas estéticas con más de cien misas (piezas extensas basadas en la liturgia); alrededor de cuatrocientos motetes (pieza vocal, breve) y numerosos himnos y madrigales espirituales. En todos buscó el balance entre el contrapunto (combinación de varias melodías independientes) y la comprensión lírica. En tal conquista, su estilo se caracterizó por líneas suaves, uso controlado de la disonancia (notas que producen tensión) y resolución inmediata hacia la consonancia (lo agradable al oído). Escuchando sus creaciones corales, sin embargo y verbigracia, se encontrará profundamente conmovida, conmovido, lectora, lector. No hay manera de quedar ileso ante semejante inspiración. ¿Imagina la dimensión de este artista para transformar el criterio estético de la Iglesia durante uno de sus períodos más paranoicos?

En otras palabras, la aportación de Palestrina radica en reconfigurar un ideal de equilibrio: música rica en capas y texturas, pero transparente en la transmisión del
sentido religioso. Mientras los controles eclesiásticos intentaban reducir la composición a la mera declamación sobre una sola línea melódica, él probó que la música podía florecer respetando las normas espirituales. Su esfuerzo se proyectó al futuro, mucho más allá del siglo XVI. Su técnica fue base pedagógica gracias al tratado Gradus ad Parnassum (1725) de Johann Joseph Fux, que formalizó el llamado “estilo palestriniano” como paradigma teórico. Durante siglos, literalmente y hasta la fecha, estudiantes de composición aprenden a escribir considerando esas “reglas”. Compositores tan distintos como Bach, Beethoven o Brahms se formaron en este canon inevitable.

En conclusión, la obra de Palestrina aseguró la permanencia de la polifonía en la Iglesia y cimentó la armonía occidental (las relaciones de acordes y tonalidades en la música europea). Fue más que un compositor, el arquitecto de una tradición en que se dan la mano la espiritualidad y la belleza. Medio milenio después, hay que celebrarlo. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.

 

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