Tomar la palabra

- Agustín Ramos - Sunday, 02 Nov 2025 08:03 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Guerra civil

 

Estados Unidos está en un callejón sin salida y nadie en su sano juicio desearía una guerra civil. Pero estamos hablando del juicio de Trump y las señales siniestras sobran. En Netflix, por ejemplo, la película Guerra civil reedita la Guerra de Secesión: La Unión (el norte del siglo XXI) enfrenta al ejército de California y Texas. Los muchachos chichos cruzan un país caótico para llegar a Washington. Y, claro, llegan oportunísimamente ‒más tratándose de periodistas‒, pero sólo para atestiguar en tiempo real la caída literal y figurada del presidente, a quien querían entrevistar. Moraleja: si California y Texas no se alinean, olvídense de Make American Great Again. Pero Guerra civil, como el Nobel de la Paz, las siete guerras concluidas y los descuentos de setecientos por ciento sólo son propaganda narcisista y paranoica: la parte palomera de la fuerza bruta real.

La otra parte es Donald Trump 2.0, más duro de atar que nunca, quien, aun con las rebajas de la inmunidad presidencial, sigue teniendo treinta y cuatro cargos penales en contra, un récord criminal al que se suma lo cometido o intentado cometer entre enero y mayo de 2025 para acumular ‒según Bloomberg‒ un total de 127 demandas civiles y 325 judiciales, por infracciones a la Constitución, abuso de autoridad y quebranto de la separación de poderes. Aranceles, deportaciones, redadas, censura, intimidación, represión, bombardeos y satanización de toda oposición, comenzando por la del Partido Demócrata. Y nada de esto sorprende, porque en la campaña para su primer período, Trump dijo que podía matar a alguien en plena calle sin perder por ello un solo voto. Esto lo desmintió un intelectual mexicano hace tres años, en un ensayo que hoy es más
vigente aún.

“Eso era mentira, él no quería matar a una persona, quería matar la ley.” Jorge Aguilar Mora, “Las nuevas cruzadas y la muerte de la república”, Nexos, octubre, 2022.

Al concluir el primer período de Trump, con EU de cabeza y los partidarios del entonces candidato perdedor asaltando el Capitolio, un editorialista de The Washington Post, George Will, veía posible una guerra civil y encontraba un paralelismo entre dos transmisiones de poder presidencial cruciales: la de 1800, cuando Thomas Jefferson asumió la presidencia, y la de 2020, cuando lo hizo Joe Biden. Aguilar Mora desglosó las causas de tal posibilidad. Destacaré tres de esas causas: los desplantes transgresores de Trump, la renuncia de demócratas y republicanos a la buena fe y la propia historia de EU.

‒Es curioso y sorprendente ‒concluía el intelectual‒ encontrar un parecido tan grande que las dos épocas parecen gemelas pero con signos opuestos, lo que en una es positivo, en la otra se ha vuelto negativo.

A juicio de Aguilar Mora, la similitud no se reducía a la violencia política de las elecciones de 1800, que no le pedía nada a la de 2020, porque es en la historia donde se halla la raíz del mal. En su ensayo recordó que en 1796 George Washington hizo tres advertencias: jamás violar la Constitución, no intervenir en conflictos externos y prevenir los peligros propios de la formación de partidos políticos. Pero las tres advertencias de Washington fueron “explícitamente ignoradas” por Jefferson al violar la Constitución comprando Luisiana, al intervenir militarmente en las costas de África y al agudizar la lucha entre partidos.

¿Habrá voluntad y poder en EU para frenar o ‒peor tantito‒ para afrontar la guerra civil? La salida de ese callejón está en las manifestaciones No Kings (no queremos reyes) de junio y octubre de 2025.

 

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