Bemol sostenido

- Alonso Arreola | @escribajista - Sunday, 09 Nov 2025 21:37 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Bad Bunny contra Donald Trump

 

La elección de Bad Bunny para sonar en el medio tiempo del Supertazón LX ha detonado un vendaval político y cultural en Estados Unidos y Latinoamérica. Lo que antes era una fiesta musical se ha convertido en un campo de batalla para la historia, el racismo, la lengua y la identidad cultural. Lo mismo se discutió hace unos meses, cuando la NFL soltó la primera bomba poniendo al rapero Kendrick Lamar en su espectáculo principal (aquí lo celebramos). En aquel momento el californiano se hizo acompañar por uno de los actores más críticos frente a la Casa Blanca: Samuel L. Jackson (a quien recomendamos buscar en su anuncio de energía eólica, vehículo de magnífica burla al señor anaranjado).

Ahora ‒como entonces‒ Donald Trump busca manipular la conversación pública calificando la designación como “ridícula”. Dijo que el cantante boricua “no une a los estadunidenses”. Ello ha reavivado un conflicto antiguo: la relación desigual entre Estados Unidos y Puerto Rico, marcada por el desdén y la indiferencia. Basta recordar 2017, cuando el huracán María devastó la isla y Trump lanzó rollos de papel a damnificados minimizando la tragedia, ¡burlándose de su acento!

Dicho ello, y aunque no nos guste lo que hace artísticamente (ni en su celebrado Tiny Desk), hoy, aquí, aceptamos, lectora, lector, que Bad Bunny ha sido una voz crítica frente a ese abandono. En entrevistas ha denunciado la corrupción, el colonialismo y la represión policial. Su postura se emparienta con la de Residente ‒artista mucho más notable‒, quien ha confrontado tanto al sistema puertorriqueño como al poder imperial. Ambos sostienen que la música latina no es sólo entretenimiento turístico, sino resistencia. Por ello, resulta simbólico que el Super Bowl, máximo ritual televisivo de supremacía blanca, abra espacio a un artista que canta en español. Para millones de latinos es un gesto de visibilidad; para la derecha estadunidense representa agravio.

Políticos republicanos como Mike Johnson han dicho que es una “terrible elección” y que debería ser reemplazado por alguien “más americano”, proponiendo nombres del country como Lee Greenwood o George Strait, héroes del movimiento MAGA. Al mismo tiempo, la polémica secretaria de Seguridad Interna, Kristi Noem, anunció que “habrá agentes del ICE por todas partes” durante el evento, una clara advertencia racista.

A este boicot conservador se suman las ofensivas de Trump contra otros músicos que lo han criticado. Bruce Springsteen lo describió como “amenaza a la empatía” y Eddie Vedder, de Pearl Jam, ha dicho que “convirtió la ignorancia en espectáculo”. Claro, como ya mencionábamos, su presidente no responde con argumentos. Insulta. Ha llamado “ingrata” a Taylor Swift por apoyar a los demócratas (literalmente dijo que la odiaba). La acusó de “traicionar a Estados Unidos”. En fin.

El debate sobre quién debe cantar en el Super Bowl refleja más que una preferencia musical. Exhibe las fracturas de un país que no asume su diversidad. Si el puertorriqueño canta en español ante millones de televidentes no debería ser un acto político en un territorio fundado por inmigrantes. Pero lo es. Y en esa huella ‒que esperamos tan rítmica como provocadora, si los ofendidos no logran detenerla‒ se expresará una fábula de resistencia que ni el violento autócrata ni la nostalgia por un país “homogéneo” podrán silenciar. Cruzamos los dedos para que ocurra. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.

 

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