La otra escena
- Miguel Ángel Quemain | [email protected] - Sunday, 09 Nov 2025 21:32
El proceso de introspección que ha seguido Rodrigo Castillo Filomarino para observar de manera autocrítica su propio trabajo es muy significativo, porque no se ha dedicado a mirarse el ombligo creador, sino a entender qué significan sus pasos, sus logros y lo que el llama sus “errores” y sus aciertos.
Este proceso autocrítico implica el entendimiento de los caminos que recorre un músico para fincar sus señas de identidad en un medio que tiene muchos atavismos y ortodoxias, severas rutas de consagración medieval y de pertenencia a cortes que marcan cánones castrantes y formas de consagración que el mundo de las subjetividades modernas ya encuentra bastante ridículas.
Rodrigo Castillo lo indica de manera muy clara cuando refiere: “En mi caso, creo que mi especialización es casi total a las artes escénicas y audiovisuales; aunque tengo música de concierto nunca fue bien recibida por la academia, así que pronto en los inicios de mi carrera vi que el camino para mí no iba por las salas de concierto o los festivales de música contemporánea. Mi camino es y siempre ha sido crear música honesta, sin pretensión alguna, sea para alguna obra o no; sólo quiero decir lo que tengo que decir y esperar ser escuchado.”
Parte de ese espíritu heterodoxo y autocrítico lo sitúa como uno de los profesores señeros en el Centro de Creadores Musicales que dirige el compositor Mario Santos, que han cumplido diez años de escuchar y transmitir música contemporánea. Son ideas que forman parte de la presentación que hizo en el Centro Cultural del Bosque para mostrar esa exquisita abstracción con piezas que, compartidas al modo de un concierto, evocaron las puestas en escena que ha presentado en las últimas dos décadas.
En estos veinticinco años, Castillo Filomarino se convirtió en un “defensor de la música original para las artes escénicas y la dignificación de las condiciones laborales”, para poder ofrecer al público, a los coreografos y directores escénicos, los resultados que se pueden obtener con los medios de producción adecuados.
Aunque el compositor no deja de reconocer el apoyo de Sistema de Apoyos a la Creación de Proyectos Culturales de la Secretaría de Cultura, la realidad es que sus iniciativas durante la pandemia le demostraron a muchos creadores, artistas y a las instituciones mismas, en qué consiste el espíritu de lo colectivo, la solidaridad, la empatía y la forma tan optimista de enfrentar las fatalidades de la mala salud, el desempleo y la carencia económica de aquel momento.
El resultado de la celebración en la que presentó su disco 25 años de música para las artes escénicas fue la creación de una selección de más de setecientas pistas musicales y cerca de cien obras, en un ejercicio de congruencia, autocrítica y análisis de lo que significa la especialización de componer para las artes escénicas.
Sin ser un investigador académico, historiador del arte o historiador a secas, el resultado también es una valoración de la importancia de tener las pocas producciones previas, para conservar, entender y estudiar el teatro mexicano. Coloca como ejemplo “la única obra fonográfica (si todavía se pueden llamar así) en México” que reunió la obra de un compositor, como la que hizo Rodolfo Sánchez Alvarado sobre la obra de Luis Rivero.
“Sánchez Alvarado grababa y editaba, enmarcando los años de 1974 a 1998, justo un año antes del inicio de mi carrera profesional con la Compañía Nacional de Teatro en 1999. También existe una compilación de música para teatro hecha por el mismo Rivero, que abarca de igual manera los últimos veinticinco años del siglo pasado, con obras de Alicia Urreta, Federico Ibarra, Leonardo Velázquez, Marcela Rodríguez, entre otros pocos, todos reconocidos compositores también de la música
de concierto.” Este trabajo documental permitirá entender los primeros veinticinco años de nuestros siglo actual.