Imaginar otro futuro / Entrevista con Enrique Rajchenberg
- Mario Bravo - Monday, 24 Nov 2025 06:26
Algo más que erudición
“La historia tiene una función social: coadyuvar a la reconstrucción de la memoria, como ya lo ha hecho en la Argentina posdictadura o en el Holocausto, puesto que puede contradecir las narrativas oficiales. Es importante la tarea de las historiadoras y los historiadores incluso frente al negacionismo con respecto a la conquista, la colonización, el despojo y la expulsión que han padecido los palestinos y las palestinas desde la fundación del Estado de Israel en 1948 (aunque el abuso y la deshumanización, en su contra, empezaron mucho antes). Pienso, por ejemplo, en los trabajos de Enzo Traverso o Ilan Pappé quienes, permanentemente, han vuelto a escribir acerca de ese proceso para que sea parte de las narrativas contrahegemónicas. Ahí está la función del historiador que aporta un método riguroso de investigación, pues sabe en qué documentos basarse, cuáles son descartables por falaces y cuáles son confiables. La función de la historia rebasa, por mucho, un afán de erudición; no soslayemos que contribuye a adoptar un posicionamiento político”, reflexiona Enrique Rajchenberg (Buenos Aires, 1952) en entrevista con La Jornada Semanal.
Rescatar derrotas
‒Acerca del tiempo como construcción occidental, ¿para el historiador qué problemas conlleva tener ambos pies en una perspectiva con tres fases y cortes de temporalidad: pasado, presente y futuro?
‒Entramos a un problema epistemológico. El tiempo no es un dato ni puede verse como una flecha: lo que estuvo antes, el ahora y el después… en línea recta. No, eso es incorrecto, pues la historia es más como un río con cascadas y desviaciones. Asimismo, para quien estudia sociedades no occidentales, la comprensión de la concepción del tiempo es fundamental. Por ejemplo, ¿qué noción del tiempo tuvieron los pueblos originarios americanos? Obviamente no era la que mencionas. Podríamos hablar de una espiral y no de una circularidad: para estas culturas no había repetición de la historia. Entendamos: la sociedad no pasa siempre por el mismo lugar.
“Pensemos en el concepto revolución; no el adoptado por las izquierdas entendiéndolo como un cambio, sino el extraído de la física y la astronomía: el tiempo en que un planeta tarda en completar cierto recorrido. Esa es una revolución. Si lo aplicamos a los movimientos sociales, en particular, entenderíamos un momento de gran activación; pero, luego, se retorna a lo mismo. Con respecto a esta trilogía de pasado, presente y futuro, existe una reflexión del historiador E. P. Thompson, la cual me gusta recuperar: él decía que siempre vale la pena investigar los proyectos fracasados en el pasado porque, en tales esfuerzos, tal vez se encuentre la clave de aquello que debemos hacer hoy. Así, pensemos en esos proyectos vencidos, los cuales no por la derrota estuvieron necesariamente equivocados. Eso es fundamental para proyectar el pasado en el futuro. Es un error garrafal darle la razón histórica al victorioso”.
“Somos naturaleza”
‒¿Cómo opera el historiador con esa categoría tan occidental que es el porvenir?
‒Toda sociedad se plantea, en algún momento, un futuro distinto: ¡quiero que mis hijos vivan mejor de lo que yo viví! Si se pierde la perspectiva de que el mañana debe ser más digno que el presente, entonces, corremos hacia el suicidio. Incrustarnos solamente en el presente no es un proyecto de sociedad. El mañana puede ser dibujado con una visión cataclísmica, en un mundo mucho más difícil de vivir, pero también podemos bosquejar un mañana espléndido, tal como aconteció en las décadas de los cincuenta, sesenta y setenta del siglo xx, en donde la misma iconografía realizada para ilustrar lo que, supuestamente, serían las sociedades del futuro, te mostraban algo maravilloso: ya no tendríamos que cocinar, pues se inventarían unas pastillitas que nos alimentarían; asimismo, ya no existirían problemas de tráfico en las calles porque viajaríamos en naves voladoras. Inclusive, se imaginó que ya no necesitaríamos trabajar… desaparecerían los trabajos arduos, pesados y sucios porque ya se habrían creado autómatas para realizar esas labores.
‒Y nada de eso sucedió. ¿Hoy es viable todavía pensar en un porvenir halagador para la
humanidad?
‒Pensemos en los fundamentos reales para
afirmar que los seres humamos desaparecemos. Los ecologistas señalan el término irreversibilidad al referirse a ciertos procesos climáticos. Llegaremos al punto en que no podamos revertir el desastre cometido: dejaremos de tener agua potable disponible, la tierra no producirá más por tantos agroquímicos empleados en ella, y nos envenenaremos en lugar de alimentarnos. El problema con este diseño de futuro es que se trata de un
no futuro.
‒La humanidad ha dañado al planeta y, también, al resto de los seres humanos…
‒Somos humanos, sí; pero se nos ha olvidado que también somos naturaleza. Eso es una tradición del pensamiento ilustrado y de la modernidad occidental. Al dañar a la naturaleza, invariablemente, nos hemos dañado a nosotros mismos. Me refiero a las refresqueras trasnacionales que acaparan el agua, a quienes producen fentanilo, así como a las industrias emisoras de gases a la atmósfera, por ejemplo.
Hegemonías decadentes
‒Si no existe nada que detenga a los intereses económicos y políticos tanto en su objetivo de agotar los recursos naturales del planeta como en su plan genocida en Gaza… ¿no estamos entonces ante un momento de excepción?
‒Nos encontramos frente a intereses poderosísimos. En el caso de Medio Oriente, podemos decir: Benjamín Netanyahu es cruel… y sí lo es porque ejerce una política de crueldad que es inimaginable para un ser humano que conserva algo de compasión por el prójimo. ¿Pero esto sólo se trata de un tema de crueldad? A medida que se publicita el proyecto que tienen planeado para Gaza, te das cuenta que no es sólo un asunto de crueldad, sino que estamos ante proyectos de explotación de gas y uso de vías interoceánicas, así como la intención de competir ante China y detener su avance. Hasta ahora no hemos detenido el genocidio; pero no necesariamente por falta de capacidad o de fuerza: en muchos ámbitos hemos estado presentes al denunciar lo que está pasando en Palestina. Un gran problema es que nos enfrentamos a una industria armamentista poderosísima, la cual obtiene ganancias millonarias con cada día de genocidio. ¿Qué fuerza tenemos para detener eso? ¡Por esa razón seguimos pidiéndole a nuestros gobiernos que actúen, detengan el exterminio y envíen ayuda al pueblo palestino!
‒Y no nos escuchan… ¿Acaso está desfondada la noción de Estado nación?
‒Estamos ante un superpoder como es la hegemonía estadunidense, en decadencia, sí; pero sigue presente. Las hegemonías decadentes, cuando agonizan, se vuelven más tóxicas, pues usan medios horrendos para intentar salir a flote. Los gobiernos están atrapados en esa red del poder hegemónico y, en el caso mexicano, me parece clarísimo. ¿Es falta de voluntad de la presidencia de la República el no romper relaciones con Israel? No. Se trata del enjambre de intereses multimillonarios que involucran tanto a la comunidad judía en México, como a miembros del Ejército Mexicano y otras comunidades.
Un paso al frente
‒Acerca de Académicxs con Palestina contra el genocidio, ¿qué mueve a un intelectual para posicionarse y movilizarse ante la brutalidad e intensos niveles de crueldad como los registrados en Gaza?
‒Lo que hoy sucede allí es inocultable. Podría haber una expresión horrorizada ante eso, pero, asumir una posición más activa con respecto a tal hecho, requiere de estar acompañado. Asimismo, esta postura guarda relación con el espacio académico e institucional que ocupas: no es igual estar en la UNAM que en Columbia University o en la Universidad Hebrea de Jerusalén; en estas dos últimas corres el riesgo de que te expulsen. También esto puede vincularse con la manera en que concibes tu actividad académica e intelectual, y los temas que te importan. Quien se interesa por la cuestión del mercado de valores, no sé bien cómo transita desde allí a la problemática del genocidio, por ejemplo; en cambio, quienes hemos estado más cercanos a conflictos sociales, historias y sociologías de las clases subalternas, así como a tratar de desentrañar las relaciones de poder, cómo se ejerce y cómo se resiste ante él… ¡por supuesto que estamos más próximos a estos embates del poder en contra de los pueblos!
Esfuerzo imaginativo
‒El pensamiento crítico, los marxismos, la teoría descolonial… lo más radical de lo radical actualmente en las ciencias sociales… ¿qué tan lejos o cerca quedan de aportar útiles herramientas de análisis al servicio de la sociedad?
‒Debe existir una reactualización del pensamiento marxista y demás pensamientos críticos. Obviamente no podemos reiterar, machaconamente, lo que decíamos en la década de los sesenta y setenta del siglo xx. Actualmente existen quienes, desde el marxismo o en posiciones próximas, aportan nuevos elementos de análisis y de corrección a Carlos Marx. Esos esfuerzos existen. Lo que hoy pasa en Gaza ha ayudado a reformular ciertas hipótesis sobre qué es el capitalismo y cómo actúa, además se percibe que el colonialismo no terminó con la última independencia de un país africano, sino que sigue vigente. Debemos hacer un esfuerzo imaginativo, de recreación del pensamiento crítico, de manera que, efectivamente, permita a la sociedad imaginar otro futuro.