La otra escena
- Miguel Ángel Quemain | [email protected] - Monday, 24 Nov 2025 06:38
La casa de Hermes, idea y dirección de Rocío Carrillo, es una puesta en escena en la que coinciden una verdad personal y una estética. Un proceso de indagación personal sobre el sentido de la normalidad, la divergencia, la disidencia y la heterogeneidad que han construido a lo largo de varios años y de varias puestas en escena, que cuestionan un mundo normalizado, estereotipado y normativo, rasgos que convergen en un montaje crítico de gran belleza y profundidad plástica, sobre la representación del desarrollo de una interioridad que borda sueños, deseos y disidencias.
Un personaje, Vi (Stefani Izquierdo), empieza a escribir su historia desde la infancia hasta la vida adulta. Y hace de ese registro una crónica que va anotando las diversas presiones familiares, escolares, sociales que le acarrean crisis de ansiedad a las que no responde de manera neurotípica y estándar.
Hay un mundo de escritura donde se expresa con libertad a través de un espacio lúdico e imaginativo habitado por la actuación de Alejandro Joan Camarena, que también participa en la creación musical junto con el músico Luis Ochoa. No se trata de una exploración atravesada por lo pedagógico, sino por las salidas y construcciones que, bajo esas constricciones de la ansiedad, ofrece la posibilidad de adueñarse de un universo propio a través de la imaginación y la creatividad.
Carrillo también apuesta por esa posibilidad que consiste en ser uno mismo y hacerla viable. Construir la confianza para edificar una forma de autonomía que permita sobrevivir en una sociedad en la que predominan la exclusión y la discriminación. La directora y dramaturga pone a discusión el término neurodivergencia, para señalar la condición de la protagonista y proponer que esa subjetividad no es una identidad para corregir o para “curar”.
La directora de La casa de Hermes se planteó que estas características no sólo son resultado de las diversidades de un cerebro que siempre se medica, y se aspira a que funciones sobre estándares de tiempo y de condición que una cultura dominante ha preestablecido. Si bien los espacios de la neurodivergencia provocan un sufrimiento que es resultado del aislamiento, también esas formas de aislamiento son formas de construcción de lo subjetivo y de encuentro con la propia identidad en cuestión.
Rocío Carrillo ha expresado que el origen del proyecto también obedece a una indagación personal para tratar de entender qué estaba pasando al interior de su propia vida familiar. “A partir de ahí, la exploración artística bajo la modalidad compleja de un laboratorio de investigación también le permitió a los actores, al músico y a mí misma entender nuestras propias neurodivergencias diagnosticadas. La indagación es sobre el tema de Hermes, que forma parte de una afición de mi propia hija sobre la mitología griega. La afición de ella por Hermes también nos permitió pensar a este dios, partícipe en algunos mitos, muy pocos, en sus rasgos esenciales como mensajero de los dioses, su extraordinaria movilidad, y ser además portador de algo que también transcurría en quienes integraban el proyecto: un dios que puede viajar al inframundo, como ocurre en las crisis de pánico y ansiedad. Un dios/músico inventor de la lira, cuya ejecución propicia los momentos de serenidad y de calma en apego a lo artístico, como ha sucedido con una gran cadena de artistas neurodivergentes en todas las épocas.”
A lo largo de la obra todo es juego. El juego como una operación epistemológica. Un juego en el que se propone la voz de Vi en off, una voz que se comunica con el dios Hermes, en los propios términos en los que la deidad puede escucharla, y que también hace correr el relato sobre los rieles míticos de la historia de amor entre Ceix y Alcione. Rocío Carrillo asume que este montaje es resultado de un trabajo en conjunto y le pertenece a todos, al modo creador de un cadáver exquisit.