Un Lowry real y ficticio
- Marco Tulio Lailson - Monday, 24 Nov 2025 06:33
Gracias a su amplio conocimiento de la vida y obra del escritor inglés Malcolm Lowry, en Los demonios del mezcal Alberto Rebollo entrevera datos biográficos de Lowry con episodios de sus obras, principalmente la trilogía que tiene como marco nuestro país: Bajo el volcán, Oscuro como la tumba donde yace mi amigo y La mordida.
Ambientada a finales del siglo XX y no en el Cardenismo como la obra cumbre de Lowry, la novela de Alberto Rebollo nos permite seguir los pasos de Michael Owen ‒una reencarnación de Lowry‒ a partir de su llegada a México en 1988 por el puerto de Acapulco, en pleno día de muertos, en compañía de su esposa Janet. Pero aquí ocurre algo importante: un anciano con una máscara del demonio se acerca y le ofrece mezcal a Michael ‒quien viene huyendo del alcohol‒, él cae en la tentación y a partir de ahí recibe el don –o la maldición–, de profetizar a través de su escritura. La pareja depende de la limitada pensión que el padre del protagonista les envía mensualmente. Owen escribe febrilmente, pero no tiene éxito y se refugia en las cantinas: escribir y beber son los ejes de su vida y, en consecuencia, los conflictos con su mujer son constantes y crecientes; pero él sigue escribiendo una novela interminable y maldita bajo los efectos del mezcal. El dolor y sus abismos animan sus letras. En lo más profundo de su desesperación piensa que sería capaz de ofrecerle su alma al diablo a cambio de que Jan no regrese a Los Ángeles, de donde es oriunda. El demonio del Anís del Mono le toma la palabra y su destino está sellado: ha nacido un nuevo fausto. Entretanto, su mujer lo engaña con sus amigos, luego lo deja y él también se va, pero a Oaxaca, en busca del mejor mezcal de México. Es arrestado por meterse en partidos de izquierda y combatir al gobierno de Salinas de Gortari. En la cantina El Farolito del lúgubre pueblo de Parián, a las tres de la mañana, tiene un encuentro directo con el diablo, quien le entrega un libro: Bajo el volcán. De pronto tiene la sensación de que él mismo puede ser la reencarnación de un escritor maldito. Se va a Acapulco e intenta suicidarse nadando mar adentro, pero para su fortuna es rescatado. De ahí vuela directo a California, donde rompe definitivamente con Janet y conoce a Margerie Parker, una mujer casi idéntica pero más afable. Se van a vivir a Vancouver, termina su novela El paraíso infernal y al poco tiempo su cabaña se incendia. Regresan a México para darle el último toque a su novela, que aún no sabe cómo concluir, pero en cuanto vuelve a beber el mezcal de inmediato le regresa el poder de la adivinación. La casa de Cuernavaca que había servido como modelo para las infidelidades de su mujer con el francés Jacques Laruelle está en renta y la toman. Tiene la extraña sensación de vivir dentro de su propia obra, una especie de vida “interdimensional.” Su novela es publicada y tendrá un gran éxito, pero tiene un pendiente con el diablo que será cobrado en su cantina favorita de Cuernavaca: La Suriana.
Un fuego interior lo consume, como fue consumida su cabaña a la orilla del mar. El fuego devora la casa real que en el plano de la representación corresponde a la interioridad. Lo íntimo y lo externo convergen, la realidad concreta y la simbólica se unen como las aguas de lo literario y lo biográfico para formar un solo cauce. Los demonios del mezcal es un abierto homenaje a Lowry, toda vez que su vida estuvo marcada por la aventura y la sincronicidad –las coincidencias significativas de la psicología junguiana–, que es otra aventura, la del azar.
En uno de eso atisbos es que Michael Owen presiente que es un personaje y no una persona; que su vida, sus actos, son imaginados y escritos o soñados por un ser que todo lo abarca y todo lo contiene. Casi al final tiene una epifanía: “Era como si él fuera el personaje conducido para cumplir con los propósitos de algún otro novelista ‒divino o demoníaco‒, en una inimaginable novela ajena a este mundo que aún no existía.” Así, recrear la vida y obra de Lowry como lo hace Alberto Rebollo es prolongar el sueño creativo lowryano y el sueño de quien lo soñó y nos sueña ahora mismo.