Escribir para volver a la vida: una palestina en México
- Mario Bravo - Sunday, 07 Dec 2025 00:30
I
Nagham Abed mira como si sus ojos nunca hubieran visto caer misiles. Ella sonríe del mismo modo en que lo haría quien nada sabe acerca de genocidios ni noches espesas, amargas, adheridas a piel y huesos, a cada escondrijo de la memoria. Con veintitrés años de edad, esta joven es el rostro de la palabra esperanza, aunque también de otras tantas como resistencia, ternura, calamidad y fortaleza. Desde el 7 de octubre de 2023, su futuro es igual de frágil a la supervivencia de un caracol atravesando un desfile militar. Ella, junto a su esposo, su pequeño hijo y quince miembros más de la familia Abed, arribaron a Ciudad de México en mayo de 2025, escapando así de la maquinaria exterminadora que el Estado de Israel implementa contra Palestina. Nagham Abed sobrevive. Florece. Aunque algunos días se apaga, sutilmente, a la manera de un radio portátil con las baterías a punto de consumirse.
II
“La tarea del pueblo palestino sigue siendo todavía la de asegurar su presencia en la tierra”, escribió Edward Said en su libro La cuestión palestina. Asimismo, dicho intelectual explicó en 1992: “los principales rasgos de la vida palestina continúan siendo la desposesión, el exilio, la dispersión, la privación de derechos (bajo la ocupación militar israelí), y ‒en ningún caso en último lugar‒ la resistencia extraordinariamente generalizada y tenaz frente a tales penalidades”. Décadas después, las palabras del autor de Orientalismo son lacerantemente vigentes; prueba de ello es la historia de Nagham quien, en charla con La Jornada Semanal, evoca: “La lluvia en Palestina me conectaba a mi tierra. Aquí, en México, la lluvia me hace sentir esperanza.”
III
“La paz es un día plácido, agradable, de pasos suaves, sin riñas. La paz es un tren con pasajeros que van o vienen de excursión por las afueras de la eternidad”, definió Mahmud Darwish. Nagham Abed es exiliada al igual que lo fue esta figura de la poesía palestina, ella en 2025, mientras que él partió de su país natal en 1970. Ambos recurrieron a la escritura para nombrar al dolor y el desarraigo, al amor y la dignidad: “Sobre esta tierra hay por qué vivir: sobre esta tierra señora de tierra, madre de los inicios y madre de los finales. Se llamaba Palestina. Se sigue llamando Palestina”, escribió Darwish, nacido en 1941 dentro de la aldea Al-Birwa.
IV
“Me casé antes del 7 de octubre de 2023. Yo tenía trabajo. La vida era muy grata. Todo se perdió con el genocidio: nuestras casas, nuestras escuelas y nuestras vidas. Ya no queda nada”, narra Nagham Abed. Ella encara los estragos del exilio, principalmente, con sus manos: cocina alimentos palestinos que vende junto a Fadi, su esposo. Además, halló una salida de emergencia ante la muerte, el horror, el desamparo y la tristeza que aún habitan en su psique: la escritura. Esta mujer, cuyo lenguaje es el árabe, utiliza el traductor de una página web para trasladar sus palabras al español. Y así relata su anhelo de reanudar su vida en México.
¿Puede la escritura enfrentar a los asesinos y hacer justicia a las víctimas? Fadwa Tuqan, poeta palestina del siglo xx, contesta: “Me siento a escribir... Mas, ¿qué puedo escribir?/ ¿De qué vale decir/ ‘patria mía’..., ‘gente mía’..., ‘pueblo mío?’/ ¿Protegeré a mi gente con palabras?/ ¿Salvaré con palabras a mi pueblo?/ ¿No es absolutamente despreciable/ sentarse a escribir hoy?/ Hoy, todas las palabras/ son sal, no echan ramas ni flores/ esta noche.”
Balbuceando una lengua ajena y dentro de un refugio para migrantes en la capital mexicana, sin huellas de su antigua existencia, Nagham Abed se acoraza y se libera con palabras, tiende puentes del árabe al español y los cruza para ir al encuentro suyo. Y de los otros. Su escritura no derrota al enemigo ni detiene el genocidio, pero sí anuncia: “No me rendiré. Escribir me ayuda a liberar el dolor.”
V
En un cuadernillo que edita artesanalmente, el cual vende junto a sus alimentos, Nagham Abed rememora: “Crecí en Gaza, en una casita pequeña, llena de amor a pesar de todas las dificultades. Mi infancia fue sencilla. pero la guerra estaba presente en cada detalle. Escuchaba más el ruido de los aviones que el canto de los pájaros, y veía el miedo en los ojos de los adultos cuando yo aún era niña. A pesar de todo, allí hubo pequeños momentos que me hacían aferrarme a la vida: el aroma del pan fresco de mi madre, las reuniones familiares por la noche y la risa de mi vecina que nos robaba un instante de alegría en medio de tanto cansancio. Soñaba con una vida normal, ir a la escuela sin miedo y volver para jugar en la calle sin que un estallido lo interrumpiera todo.”
Otra vez Mahmud Darwish. El poeta duda a nombre de quienes han mirado de frente al horror: “Y la vida aquí se pregunta: ¿Cómo resucitar a la vida?” Nagham Abed responde: كتابة (escribiendo) l