“En este mundo sólo soy un pasajero”, dijo de sí mismo el enorme poeta ruso Serguéi Esenin, y con ese solo verso de concisión absoluta definió a la humanidad entera. Nacido a finales del siglo XIX y muerto hace una centuria, el 28 de diciembre de 1925, Esenin permaneció físicamente en el mundo durante el brevísimo lapso de tres décadas pero, como los auténticamente grandes, no sólo ha permanecido vigente sino que su voz, su lírica y su forma de habitar la tierra no han hecho sino crecer, al grado de convertirse en parte cotidiana del imaginario colectivo ruso que, a veces incluso ignorando su autoría, siente, canta y se expresa a través de la poesía de este autor que, no obstante ser ruso hasta la médula, se hizo universal en virtud de su fuerza expresiva y la belleza, simple sólo en apariencia, de una poesía clara y genuina como su propia alma.